EL ALDABONAZO | Por Santiago López Legarda

El Jefe del Gobierno consiguió sorprendernos a todos con su anuncio de que paraba durante cinco días para hacer una reflexión íntima junto a su familia, y ha vuelto a sorprendernos a todos este lunes 29 de abril con el anuncio de que sigue como si no hubiera pasado nada y “con más fuerza si cabe”.

  • Muchos consideraban que dimitir era tanto como entregar el poder a la derecha en el plazo de unos meses.

 

  • Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.

Sánchez tenía ante sí varias opciones que los analistas barajaron a lo largo de los cinco días. Muchos consideraban que dimitir era tanto como entregar el poder a la derecha en el plazo de unos meses. Porque esa dimisión podía ir acompañada de una convocatoria anticipada de elecciones o bien de un proceso de consultas del Rey para designar a un nuevo candidato o candidata a la Presidencia del Gobierno. Otros muchos analistas consideraban que lo mejor que podía hacer Sánchez, dada la magnitud de su apuesta, era volver de su retiro en La Moncloa con una cuestión de confianza que tendría que sustanciarse en el Congreso de los Diputados.

Pero, como decía, Pedro Sánchez ha vuelto para hacer una nueva demostración de su capacidad para sorprender, para tenernos pendientes de su persona. Y ha decidido seguir, con la advertencia de que esto no es un punto y seguido, sino un punto y aparte. Ni dimisión ni elecciones anticipadas ni cuestión de confianza. O sea, que de momento nada, y vamos a ver en qué consiste ese punto y aparte, porque detalles no dio el Presidente en su comparecencia.

Llegados a este punto, y aun reconociendo que Sánchez lleva mucha razón en las reflexiones que hizo, podríamos preguntarnos si para este viaje hacían falta tantas alforjas. La derecha y la extrema derecha no van a ceder en su estrategia de desgaste, la toxicidad que impregna hoy a la política, el fango, va a seguir estando ahí, va a seguir extendiéndose. El PP no va a desbloquear el Consejo del Poder Judicial, los periódicos y pseudoperiódicos del mundo digital van a seguir publicando sus bulos y noticias falsas o verdaderas a medias. Y van a seguir las acusaciones de estar traicionando a España, porque hay sectores de nuestra sociedad cuya idea de España es sencillamente incompatible con la idea de España que se deriva de los pactos políticos que ha hecho Sánchez que armar una mayoría parlamentaria que lo mantuviera en el poder.

Y quienes, de algún modo, simpatizamos con Sánchez o con la política progresista que representa nos vemos abocados a una pregunta: ¿la mejor forma de defender la democracia es decir amén a este culto a la personalidad que se ha visto en estos días? ¿Es esta actitud populista o incluso mesiánica lo que necesitamos para fortalecer las instituciones y que el debate político discurra por cauces de respeto, de estabilidad y de normalidad?

La zozobra y dramatismo con que los socilistas, y una buena parte de la ciudadanía, han vivido las cinco jornadas de reflexión demuestran que algo está mal en la estructura de nuestras fuerzas políticas. Un partido como el Partido Socialista, que tiene ya casi siglo y medio de historia, demuestra muy poco aprecio por sí mismo al ponerse de un modo tan dramático en las manos de un líder carismático. Un PSOE fiel a su historia debería tener y cultivar una pléyade de dirigentes capaces de sustituir a cualquiera en cualquier momento. ¿Dónde está el intelectual colectivo que debería ser un partido de izquierdas que aspira a construir una sociedad mejor? ¿Qué hacen la Ejecutiva y el Comité Federal aparte de rendir pleitesía al líder? Hemos comenzado promoviendo como el sumun de la democracia interna la elección de los líderes en primarias y hemos terminado dependiendo del humor de una sola persona.

Dijo Pedro Sánchez que su carta a la ciudadanía no obedecía a ningún cálculo político. Puede que esa afirmación la crean sus más fieles simpatizantes, pero no es fácil de aceptar para quien vea los acontecimientos desde una óptica imparcial. Tampoco hay por qué creer, como dicen sus adversarios, que todo ha sido un paripé, un teatro para ganar tiempo y movilizar a los suyos. También dijo el Presidente que “la mayoría social tiene que movilizarse para poner fin a la vergüenza que estamos viviendo” y apeló a la conciencia de la sociedad española para una reflexión colectiva en la que debería predominar la idea de que no se puede confundir la libertad de expresión con la libertad de difamación. Pero en ese aldabonazo, sin duda exitoso en lo que se refiere a la movilización y cohesión de sus huestes, yo encuentro un punto débil: no hay autocrítica en cuanto a los pasos que han llevado a esta fragilidad de los partidos y no hay autocrítica en cuanto a ciertos comportamientos poco edificantes o incluso corruptos que contribuyen a la desafección ciudadana hacia todo lo que representa la democracia.

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