PRIMA DONNA | Por Francisco Muñoz

La respuesta pública a una acción política y judicial de acoso sobre la mujer del presidente del gobierno, la primera dama, ha sido de tipo personal: Pedro Sánchez me ha escrito una carta. Supongo que a usted, lector, le habrá escrito otra. Posiblemente diga lo mismo o sea la misma, pero no es relevante, porque hay muy pocas cosas que sean más personales que escribir una carta.

Begoña Gómez y Pedro Sánchez. Foto de Europa Press
  • Este ejercicio íntimo es comparable a la confesión, con la diferencia de que en el segundo, lo que se dice queda entre el confesado, el confesor y dios.
 

Francisco Muñoz Romero es Profesor de Comunicación Institucional e Imagen Pública del Departamento de Teorías y Análisis de la Comunicación en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid

 

No ha sido buena semana para Pedro Sánchez. De ser abucheado en esta ciudad por una ruidosa y amplificada minoría absoluta a ser investigado proindiviso por un juzgado que tiene a bien considerar las noticias falsas cortapegadas por una asociación ultraderechista de extorsionadores en primera instancia, como indicio de algo delictivo.

La respuesta pública a una acción política y judicial de acoso sobre la mujer del presidente del gobierno, la primera dama, ha sido de tipo personal: Pedro Sánchez me ha escrito una carta. Supongo que a usted, lector, le habrá escrito otra. Posiblemente diga lo mismo o sea la misma, pero no es relevante, porque hay muy pocas cosas que sean más personales que escribir una carta. Este ejercicio íntimo es comparable a la confesión, con la diferencia de que en el segundo, lo que se dice queda entre el confesado, el confesor y dios. En una carta sólo hay dos actores: el que la escribe y a quien se la escriben. Luego está Correos o X, pero eso no cuenta. En ella el presidente nos confiesa a cada uno de nosotros (por eso es una carta: el medio es el mensaje) que está harto de los rastrilladores de estiércol, que esto no es política, que la derecha y la ultraderecha con sus medios de comunicación a sueldo han traspasado todas las líneas de la decencia y que él está dispuesto a repensar si su compromiso político tiene que aguantar este tipo de ataques que persiguen vicariamente su eliminación física del tablero político.

Lo comparto. Puedo empatizar con esta situación en tanto que persona. Pero no como presidente del gobierno. Esto no se hace así: primero lo piensas y luego haces lo que tengas que hacer. No se anuncia que estás pensando en dimitir. Ahí nos ha puesto la trampa. Ahí está la fuente de contaminación entre la esfera pública y privada que profundiza más que mitiga la terrible falta de límites éticos en la actual política. ¿Es una respuesta coherente con su perfil?, sin duda. Es coherente con la praxis política de quien ha identificado al PSOE con su persona, al país que avanza con su persona y al Progreso de la nación con su persona. Jacinta Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda “anunció sorpresivamente” el 19 de abril de 2023 “que renunciaba a su cargo y que no se presentaría a la reelección”. No “tenía energía, se le había acabado la gasolina”, acababa de ser madre y decide dar un paso atrás. Perfecto. Primero lo piensas, luego decides y, por último lo cuentas. Si lo haces como Pedro Sánchez estás haciendo trampas al sistema. Reclamas atención, buscas apoyos, despiertas solidaridades, trasladas un “basta ya” y luego no dimites, que es lo que probablemente ocurra. Comprensible que lo acusen de “táctico” y de maniobrar para garantizar su supervivencia. Pero no creo que sea eso.

Y vaya por delante que me produce una repugnancia especial ver cómo la alta política se ha convertido en caza mayor. La victoria política pasa por la aniquilación personal del adversario. Estoy de acuerdo con Feijoo: es la clase política más mediocre desde 1979 o, para que no se me acuse de manipulador: “la clase política es la peor de los últimos 45 años. Incluido el Partido Popular” (Alberto Núñez Feijoo, El País, 3 de abril de 2024)

Lo relevante aquí es que la carta, como canal de comunicación mezcla dos dimensiones que no deberían mezclarse nunca. No por la carta en sí, que no deja de ser una herramienta, sino por lo que hay detrás de ella: la forma de entender el ejercicio de la política basado en la personificación de los programas, en la banalización de sus contenidos y en la espectacularización de su puesta en escena. Ya no se vota PSOE, ya no se vota PP: se vota Sánchez, se vota Ayuso o, peor, se vota contra Sánchez o se vota contra Ayuso, Abascal y compañía. La identificación de la persona con el proyecto político hace que la descalificación de la persona suponga automáticamente la descalificación del proyecto. Y, por tanto, todo lo que se haga para atacar a la persona pasa a ser políticamente válido, lo que termina con la posibilidad de diálogo, la posibilidad de acuerdos, con la posibilidad de espacios de consenso. Es de una lógica aplastante: la polarización y la crispación nacen de los enfrentamientos entre “personas” (así entendida la nueva política), no de los debates sobre proyectos políticos. Feijoo tiene razón.

Por eso creo que esta representación epistolar del estado de ánimo del presidente es la normalización y la validación de que vale todo. Por un lado y por otro. Si vale que un sindicato o asociación de presuntos maleantes en connivencia con otras asociaciones de presuntos maleantes mediáticos y con la participación de un juez que no ha sido muy riguroso con el procedimiento, se invente una causa contra Begoña Gómez, por qué no va a valer que su marido, que es el presidente del gobierno, escriba una carta amenazando con irse a casa y dejar a España en la estacada…

Pedro Sánchez no es Felipe González, que dijo que dimitía y dimitió en su disputa política para la eliminación del marxismo del programa máximo del partido socialista. Era el 28º Congreso Federal, mayo de 1979. Cuando rechazaron su propuesta, dimitió en pleno congreso. No dijo antes: si no se aprueba la renuncia al marxismo, me voy. No se hubiera aceptado tal nivel de suplantación del proyecto político, ni tanto narcisismo. Entonces la cultura política de la izquierda era: primero los proyectos, después las personas. Sentir que eres con tus siglas una unidad de destino en lo universal y confundir el apellido con el programa, hubiera sido inimaginable. De sacarlo a gorrazos y al pilón.

Pero lo de la carta no creo que sea victimismo o tacticismo: es puro Sánchez con denominación de origen. Creo que es sincero aunque esa sinceridad es un indicio preocupante de cómo está la cosa en España: el síntoma de una enfermedad de nuestro sistema político, económico, judicial y mediático, del que Sánchez es coautor: se ha estado escribiendo en los últimos años con dinámicas acción-reacción. Y así se entiende también el auge de la ultraderecha: muy poca cabeza, muy poca sustancia (una breve colección de tópicos conforma su ideario) pero unas enormes ganas de construir una respuesta autoritaria, de choque (mejor que fascista) como reacción a otras dinámicas autocráticas que el sistema sociopolítico español está creando. Por si no ha quedado claro: el “odio” a Sánchez es más ADN de Vox que cualquier otra cosa.

Así, entendamos “la carta” como un producto de todo esto. Son las maneras de un rey sin corona, por mencionar la abdicación por amor de Eduardo VIII, la manera de hacer mutis por el foro como una prima donna esperando a salir al oír los aplausos de su público.

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1 Comentario

  1. Totalmente de acuerdo, el problema es que los Españoles estamos cayendo en la trampa de todos los políticos actuales, que solo buscan llevar su odio a la calle. Actualmente los partidos políticos son empresas privadas pagadas con dinero publico.

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