- Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
A pesar de que en los últimos años se esté manifestando con fuerza y vitalidad sorprendentes, el Hispanismo no es un fenómeno que haya surgido de la noche a la mañana. Existió siempre y ahí están los sesudos ensayos e investigaciones de importantes eruditos clásicos para probarlo. Pero sí es cierto que gracias en gran parte al potente soporte tecnológico -pese a censuras y manipulaciones- de internet y sus derivados, el movimiento hispanista ha cobrado en este siglo un resurgimiento ya imparable.
Seguramente las inquietudes y los estudios e investigaciones repartidas en universidades y bibliotecas, en los discos duros mentales y electrónicos del mundo hispano, estaban a la espera de un vehículo adecuado. “Y una Voz, como Lázaro espera que le diga, Levántate y anda”. En todo caso, y sean cuales sean las causas de este boom cultural y mediático, aquí está el hispanismo moderno, el que circula al alcance de cualquier lector y público interesado en saber qué pasó y qué pasa en los orígenes y el devenir de una enorme comunidad geográfica, histórica y cultural, también y muy significativamente religiosa, que existe a pesar y a través de infinidad de aventuras, vaivenes y vicisitudes desde finales de la Edad Media.
No repasaré aquí ninguna epopeya ni desvelaré nada de lo que ya los trabajadores incansables de los archivos y de los testimonios históricos originales han hecho y siguen haciendo para no sólo descubrir sino revisar y en última instancia reivindicar la enorme inconmensurable epopeya del imperio español, el que abarcó buena parte del planeta, por tierra, mar y aire durante más de tres siglos, cuyos efectos, milagrosamente, no han desaparecido. Mucho se ha hecho y mucho queda por hacer. Y me da la impresión de que los presentes y futuros hispanistas están en marcha y sin freno en esa tarea dura, valiosa y fundamental que se está llevando a cabo entre todos. También contra el viento y marea de los tiempos y circunstancias actuales, que en una gran parte no están por la labor de reconocer los valores y la importancia del Hispanismo y mucho menos su proyección de futuro. Seguramente porque revalorizar la Hispanidad choca con los intereses globalistas, los que persiguen diluir los orígenes, la soberanía de las naciones y los valores que los sustentaron para convertir a los individuos en entes sin pasado, con una memoria selectiva al gusto de las elites en la sombra, las que deciden por nosotros lo que somos y queremos ser, sin permiso y sin ser elegidos.
Todos los presentes que mínimamente estamos al cabo de la actualidad, sabemos que a los hispanos de vocación y de corazón no nos favorece precisamente la deriva totalitaria imperialista -esa sí imperialista, que no imperial como la nuestra- que está recorriendo la hispanidad americana y la española, con pocas incipientes excepciones. Aún estamos a tiempo, la tarea no es fácil sino que va a ser larga y dura batalla cultural. Y política también. Ambas realidades van unidas, podemos decir que íntimamente, aunque muchos hayan o hayamos tardado en darnos cuenta y las fuerzas disgregadoras de varios signos hayan tomado la delantera en la misión de aculturar a los hispanos de ambos hemisferios por todos los medios, especialmente el de la manipulación ideológica, tan potente, con tanto dinero y medios a su alcance.
Poniéndonos épicos, así como los superhéroes españoles hace más de cinco siglos, más de diez en realidad, emprendieron la tarea de la Hispanidad con pocos recursos pero con gran voluntad y corazón, ahora también somos pocos pero buenos los que seguimos en ella. Y como aquellos antepasados, tenemos grandes peligros que arrostrar y grandes enemigos que enfrentar para recuperar el tiempo y el territorio histórico-cultural perdido. La batalla cultural es en realidad una guerra, por su extensión y por su duración. De múltiples batallas no siempre incruentas, en muchos frentes distintos que en el fondo persiguen el mismo fin, hacer desaparecer la esencia, el origen, la verdad histórica y espiritual de la Hispanidad.
Cuenta el enemigo -no lo llamo adversario porque esta no es una guerra limpia- con armas muy poderosas, no por falsas y manipuladoras, menos potentes. Los de este lado contamos con las mejores, las de los hechos históricos comprobados y sus efectos, la de los testimonios documentales y vitales, las de autoridad y la razón, un inmenso respaldo historiográfico de máxima calidad y veracidad, un vínculo espiritual, incluido el religioso, que se mantiene aun a pesar de los embates externos con bastante fuerza y arraigo. Y especialmente un potentísimo lazo-abrazo lingüístico indestructible, más y mejor reforzado con el tiempo en todas sus enriquecedoras variantes. Las nuestras no son, como aquellas, armas de destrucción masiva de las mentes adoctrinadas y maceradas en la mentira negrolegendaria a lo largo de siglos. Pero tenemos que utilizar bien y a tiempo las nuestras, no es suficiente con tener la verdad y el bien de nuestro lado.
Creo sinceramente que España y los españoles no hemos cambiado tanto. Hay ahora tantos traidores, canallas y rufianes como los había entonces, tanta ambición y tanta villanía, tanto latrocinio y tanto crimen. A la par de tanto patriotismo, tanta lealtad y honradez, tanta fidelidad a la Nación y al Rey, tanto amor a la Verdad y a Dios. El mismo entusiasmo y esfuerzo por mantener nuestra libertad y personalidad, nuestra soberanía e independencia, nuestra razón de Ser y Estar en el mundo. Que estos valores han sido increíblemente prostituidos y cambiados por otros inexplicables a base de ingeniería social y sectarismo ideológico aberrantes, no invalida la esencia y la realidad de lo que somos y estamos. No impide que volvamos sobre nuestros pasos en busca de nuestro patrimonio común del que forma parte innegable la otra España, las otras Españas oceánicas y universales. Eso somos los hispanistas y aquí estamos.
Es un gran retrato de nuestra realidad, la del hispanismo y la de nuestros enemigos, solo conociéndola se puede cambiar y este artículo es un gran paso para ello.
Muchas gracias.
Excelente, Pilar. Ojalá el auge que está cobrando el Hispanismo siga creciendo y consiga despertar el interés general por conocer la historia real, no la inventada.