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Pilar Blasco es licenciada en Lengua española y ha colaborado en publicaciones locales en temas de actualidad política y cultural.
No sé si el suceso ha sido publicado en los medios, o, como otros, se ha quedado en la intimidad del entorno cercano, el que se queda en lamentos, ansiolíticos y resignación. No te han hecho daño físico directo, ni pinchado, ni tirado al suelo, no se han llevado las joyas -en este caso no las había- pues menos mal, y ya está. Como en el caso de la muchacha o muchachas agredidas en otros barrios de Alcalá, la cosa queda en la penumbra de la incertidumbre, por la incredulidad la indiferencia, el desmentido, el silencio cómplice… o por el miedo.
El miedo es un arma poderosa cuando se trata de mantener a la población aturdida y callada en sus casas mejor que en las calles, en silencio mejor que explotando a gritos de cólera y rebeldía. El miedo no es sólo temor a la violencia, a la agresión y el crimen sobre uno mismo o sobre los demás, nuestros próximos ciudadanos en los que nos vemos reflejados como posibles víctimas (“me podía haber pasado a mí, a mi hija, a mis nietos, etc.”). Actualmente hay otro miedo añadido, incluso más miedo si cabe; el del etiquetado social y político según el cual si haces cundir la noticia, si la calificas según cómo tú la percibes, la sientes y te preocupa, eres adjudicado a un bando u otro de la sociedad; el bando de la tolerancia, la comprensión y el buenismo en favor del delincuente, siempre víctima de la sociedad -así en abstracto, la sociedad intrínsicamente perversa- o por el contrario eres situado en el lado opuesto, el del victimismo punitivo intransigente, el catastrofismo, la venganza, la maldad en suma.
Esa categorización sociopolítica de estos tiempos se basa en que aquella claridad mental primaria según la cual lo malo es malo en sí mismo porque lo vemos, lo sentimos, nos lo dice la conciencia y la ley natural, se ha desechado a cambio de una visión que no es la nuestra sino la que ordena la corrección política y la moral relativa que nos dice lo que tenemos que pensar y sentir (¿vas a creer lo que ven tus ojos antes que lo que yo te diga?). Todo en bien de esa sociedad abstracta y líquida que solo existe en la concepción filosófica de unos señores que nos gobiernan o no, pero sobre cuya autoridad no hay nada que cuestionar ni cuestionarse. Autoridad moral e intelectual, se llama, y, en principio, se la atribuyen a sí mismas unas élites autodenominadas culturales. Creo que se trata de la famosa batalla cultural. Bajo ese paraguas protector vivimos últimamente sin que alguien, o muy pocos, delate al rey desnudo ni desmantele el retablo de las maravillas del buenismo multicultural.
Que te atraquen o te violen en la calle de noche o de día, es más o menos malo en función de quién y porqué lo haga. Si se trata de extranjeros ilegales venidos en barco nodriza y patera desde Senegal o Marruecos, ante todo silencio, ambigüedad, tolerancia y comprensión; esas personas están aquí delinquiendo forzadas por la represión y la miseria en sus países y justo es procurarles, no solo alojamiento y manutención y subsidio, sino también entender sus circunstancias, su diversidad cultural y su juventud inconsciente y mal educada, formada en otros valores, como por ejemplo la consideración de la mujer como objeto de posesión y desahogo sexual, ama de cría numerosa, sumisa y oculta a los ojos del mundo. Por no hablar de los militantes de la guerra santa, que los hay entre las multitudes del cayuco.
En el totum revolutum de la inmigración descontrolada ilegal, visiblemente propiciada y consentida, a la par de la convivencia indeseada, el peligro y el miedo, se mezcla la lástima y la conmiseración por ellos, seres humanos la mayoría inocentes, carne de cañón de las colas del hambre y candidatos al delito, víctimas de las mafias y de los gobernantes incapaces, ambiciosos y manipuladores, que los traen y los usan con fines inconfesables, los trasladan como ganado en vuelos nocturnos irregulares de las costas al interior, los esparcen en alojamientos masivos inapropiados como el cuartel Primo de Rivera (prefiero no hablar del horror de las salas de espera de Barajas) y los mantienen temporalmente en semilibertad para en poco tiempo dejarlos vagar a su suerte por las calles de pueblos y ciudades bajo las miradas desconfiadas y temerosas de sus habitantes. Alcalá “goza” en los últimos meses de un buen porcentaje de esos huéspedes de piel oscura, incomprendidos y temidos, vagabundos atléticos de metro noventa y chandal, que sin saber el idioma y sin referencias culturales, religiosas ni sociales, caminan solos o en grupo con sus relumbrantes zapatillas de marca y gorras de visera, en pos de la nada o de algo peor, que ni ellos ni nosotros sabemos.
CETI significa, como sabemos, centro de estancia temporal de inmigrantes. Pues eso.
Buenísimo articulo.
¡Cuánto admiro a nuestra Pilar Blasco, licencia en Lengua Española! ¡Qué bien escribe! ¡qué bien redacta! ¡De qué forma tan sencilla y humana nos trasmite dudas, incertidumbre, inseguridades… miedo!
Pilar lo desgrana en su artículo paso a paso, comenta: “El miedo es un arma poderosa cuando se trata de mantener a la población aturdida y callada en sus casas mejor que en las calles…”; y tiene razón ¡cuánto recelo, incertidumbre y miedo ha sufrido este país! y no lo padecíamos por unos inmigrantes venidos del Senegal o Dios sabe de dónde, no, era recelo/miedo de algún vecino, de nuestros coetáneos, de nuestro sistema policial que veía “enemigos” en lo que no estaba escrito dentro de su “orden”. La pena es que, aunque ahora vivimos en un sistema democrático, aún siguen existiendo “gentes de bien y del orden” que no sienten –tal vez ni crean- que vivimos en un país muy diferente a aquel de hace décadas.
No. No lo saben. Pilar Blasco sigue diciendo en su artículo que “…se trata de extranjeros ilegales venidos en barco nodriza y patera desde Senegal o Marruecos, ante todo silencio, ambigüedad, tolerancia y comprensión; esas personas están aquí delinquiendo…”.
¡En fin! Yo, humilde ciudadana de esta localidad, rogaría a todas las Pilares o Pilaros de Alcalá, de la Comunidad de Madrid y de toda España… les pediría que acudan a las altas instancias (Aytos., Comunidades etc) para que, en vez de alarmar a la población, busquen soluciones para tener activos a esta gente que han conseguido llegar a nuestras costas; estoy convencida que hay gente instruida en nuestras Administraciones, me cuesta creer que no encuentran otra solución que tenerlos hacinados y que deambulen por la ciudad y, por supuesto, que vayan metiendo miedo a la población; no, nuestra Administración (Ayuntamiento, Comunidad) tienen inteligencia y medios para hacer algo más que inspirar temor y recelo a los alcalaínos contra estos jóvenes. Hace unos días un ciudadano escribía una carta en este medio y aseveraba que la Armada Española debía intervenir, me pregunto si lo quería este honorable ciudadano es que la Armada lance disparos a las pateras porque, estoy segura que con un par de actos así, ya no habría más pateras. Y he mencionado a nuestras Administraciones, pero me resulta chocante que nuestra Iglesia esté en silencio y no sea activa en un tema tan cristiano como dar cobijo al desamparado.
Pilar, perdóneme, yo no estoy a su altura, soy casi una iletrada, pero esto es mi pensamiento, tan válido como el suyo.
Por alusión directa: tú opinión vale tanto como la mía
Y peor que el hecho de que te adjudiquen un bando (siempre nos dividen en bandos, que divididos somos más manejables) es que te amenacen con cárcel… Que el Estado que financias y debe protegerte te agreda por exigirle que cumpla su parte del contrato. “Delito de odio” han venido en llamarlo cuando, perfectamente, podrían haberlo llamado coerción ideológica del totalitarismo globalista.
Si para ello necesitan valerse de seres humanos a los que engañan y con los que trafican (como antaño lo hacían los negreros norteamericanos) no sienten el menor pudor en hacerlo: lo que haga falta por reventar Occidente sus derechos y sus libertades.
Pilar Blasco lo ha clavado. Conozco la situación personalmente y porque estoy en permanente contacto con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que en las diferentes comunidades autónomas que sufren el movimiento migrante me facilitan. Más de 30 años en medios de comunicación me permiten contactos que quizás otras personas no tienen. Es lamentable que policías nacionales por medio de su jerarquización no puedan públicamente dar a conocer lo que sucede y como se gestiona la llegada y permanencia de estas personas. Lo hacen a nivel privado y no voy a ser yo el que desvele sus identidades, aunque puedo decir que son altos cargos. Motivo por el que me lleva a lamentar el desconocimiento y las opiniones que el regresismo politico y sobre todo del sanchivismo lleva a cabo manipulando la opinión de las personas. Y es que el informe PISA incluso para muchos docentes lo dice todo.