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El Archivo Municipal acoge una exposición de felicitaciones navideñas desde los años 40 hasta nuestros días
- Manuel Vicente Sánchez Moltó es Cronista Oficial de Alcalá de Henares
Se está hablando mucho estas semanas de la curiosa exposición que el Archivo Municipal de Alcalá ha organizado con felicitaciones navideñas desde la década de los años cuarenta del siglo pasado. Como tantas otras, la costumbre de enviar christmas parece abocada a desaparecer. La irrupción del teléfono no pudo con ellas, pero el correo electrónico ya le dejó muy tocada y, más recientemente, WhatsApp y Telegram le están dado un golpe mortal.
Es probable que más de uno crea que esa costumbre de felicitar las navidades es más bien reciente. Aunque algunos autores afirman que el origen de las primeras tarjetas de felicitación coincide con el de la aparición de la imprenta en el siglo XV, lo cierto es que, al menos tal y como hoy las conocemos, se deberían a una iniciativa inglesa. El problema, como tantas otras veces, es que la historia no se pone de acuerdo y la leyenda se superpone con la realidad, haciéndose francamente difícil concluir dónde empieza una y dónde acaba la otra. Según unos, el honor le corresponde a sir Henry Cole, quien ante un gran atraso en la correspondencia con sus amigos, se le ocurrió la idea de encargar en 1843 la confección de una tarjeta impresa con la que felicitarles. El texto que contenía era el consabido “Merry Christmas and Happy New Year”. Según otros, fue el pintor W.E. Dobson quien, queriendo hacer patente su afecto a un amigo, dibujó sobre una cartulina a un grupo de amigos brindado por él y se la remitió por correo. La idea cosechó una excelente aceptación, hasta el punto de que en 1860 Thomas Nast (creador de la imagen de Santa Claus que hoy conocemos), organizó una masiva venta de tarjetas con un texto de felicitación impreso. Cinco años después Louis Prang comercializaba los primeros “christmas” en Estados Unidos. Pero lo cierto es que a finales del siglo XVIII ya se utilizaban en Alemania unas tarjetas ilustradas con una lengüeta de papel que, al tirar de ella, dejaban al descubierto un texto de felicitación de las Pascuas y el año nuevo. Y, ya en Oriente, desde tiempo antes, los chinos acostumbraban a felicitar el año nuevo con grandes tarjetones en los que se representaban las figuras de un mandarín, un niño y un anciano, simbolizando los deseos de prosperidad económica, descendencia y larga vida.
Sea como fuere, el hecho es que sir Henry y Dobson no hicieron otra cosa más que mecanizar e ilustrar lo que ya se venía haciendo desde hace siglos. Y es que el intercambio de regalos y felicitaciones por Navidad es una costumbre muy antigua, tanto como que en realidad se trata de la cristianización de la práctica romana del primer día del año, en la que se intercambiaban buenos deseos y presentes con los familiares y amigos. Durante las fiestas en honor al Dios Jano (enero=januarius debe a él su nombre), dedicadas al culto de la amistad, se acostumbraba a obsequiar ramas de olivo, dulces de miel y monedas de oro.
Pero no es a este tiempo, ni tampoco a las tarjetas de Navidad a las que quiero referirme en esta ocasión, sino a las felicitaciones navideñas de hace tres siglos. Y para ello nada más apropiado que recuperar y publicar algunas cartas que hace ya mucho tiempo localicé en el Archivo Municipal de Alcalá de Henares y que me ha parecido muy apropiado traerlas aquí coincidiendo con estas fechas. He seleccionado seis de ellas que abarcan un período comprendido entre 1693 y 1786, casi un siglo, que nos permite comprobar cómo fueron variando los modos y las formas, así como las diferencias entre las felicitaciones entre particulares y las dirigidas a una institución como el concejo (ayuntamiento) complutense. En las transcripciones he respetado en lo posible la grafía, aunque he desarrollado las abreviaturas y he añadido la acentuación e intercalado los signos de puntuación, con el fin de facilitar su comprensión.
Comienzo con una que supera los tres siglos de antigüedad. Se trata de una carta enviada por don Carlos Francisco del Castillo a don Diego del Campo, vecino de Alcalá. Está datada en Madrid el veinte de diciembre de 1693 y, aunque el motivo principal de la misiva son asuntos de negocios entre ambos, dada la fecha, se incluye la obligada felicitación: “desseando que tenga V.M. mui felices Pascuas, con mui cumplida salud en vida, de toda su familia”.
Más que una felicitación, la segunda es un acuse de recibo, aunque en la contestación quedan implícitos los mismos deseos. Se trata de una carta enviada a los “Señores corregidor y regidores de la muy noble y leal Ciudad de Alcalá” (título conseguido de Carlos II en 1687). Fechada en Madrid el día de año nuevo de 1710, está rubricada de puño y letra por “El arzobispo de Zaragoza, inquisidor general”. Se trata de don Antonio Ibáñez de la Riva Herrera (o de Ribaherrera), un personaje importante, del que conviene dar unos breves datos. Nacido en la localidad santanderina de Solares en 1633, cursó estudios en la universidad de Alcalá, donde llegaría a obtener la cátedra de Artes. A propuesta de Carlos II, en 1685 fue nombrado obispo de Ceuta y dos años más tarde de Zaragoza. Desempeñó igualmente los cargos de presidente del llamado Consejo de Castilla (1690) y de virrey y capitán general de Aragón (1693), así como inquisidor general (1709). Pero no son todos estos cargos los que llevaron al concejo complutense a felicitar las pascuas al arzobispo Ibáñez. Se da la circunstancia de que poco antes había sido nombrado arzobispo de Torpedo Felipe V y es sabido que hasta la extinción de los señoríos en el siglo XIX, los prelados toledanos ostentaban el cargo de señores de Alcalá. Sin embargo, no llegó a tomar posesión del cargo, ya que fallecería en ese mismo año de 1710 en que está fechada la referida carta de contestación. Dice así: “Con mucha estimación recivo la carta de V.S. de 3 de este mes y las expresiones que en ella me haze, anunciándome feliçes estas Pasquas del ssanto Nacimiento de nuestrro Redemptor; que desseo aya logrado V.S. muy alborozadas, y tener ocassiones de la satisfacción y agrado de V.S. en que manifestarle mi gratitud y afecto”.
Medio siglo después, el veintitrés de diciembre de 1760, nos encontramos con una curiosa felicitación de Pedro Cano Arranz (por la rúbrica, probablemente un escribano). Si bien va dirigida al “Ilustrísimo señor, noble y leal Ayuntamiento de la Ciudad de Alcalá” (título no del todo correcto ya que se concedió a la ciudad no al ayuntamiento), lo cierto es que los términos son los mismos que si fuera dirigido a un particular, lo que me lleva a pensar que en realidad estaba pensando en la máxima autoridad municipal, el corregidor, cargo de designación real. Lo corrobora el hecho de que aprovecha para ofrecer sus servicios. En todo caso, los términos empleados y lo rebuscado del lenguaje, propio de la época, bien merecen su inclusión en esta breve selección: “El presente tiempo de Pasquas del Nazimiento de nuestro Redemptor Jesuchristo, estimula a mi buen afecto el anunziárselas a V.I., zelebrando las disfrute con todas felizidades como se las deseo, que mereziendo yo el favor de esta gustosa notizia me las ofrezco mui plausibles y siempre para servir a V.I., a cuia disposizión me repito”.
Y es probable que también de un escribano (por los mismos motivos) sea la que Manuel Antonio Santero envía al “Muy ilustre y muy leal Ayuntamiento de la Ciudad de Alcalá de Henares”. La fecha, veintiséis de diciembre de 1767, pone en evidencia que en aquella época también se olvidaban de felicitar en su momento, pero como nunca es tarde si la dicha es buena, no dudó en enviarla pasado el día de Navidad: “La próxima festividad de Pasquas del santo Nacimiento de Christo Nuestro bien me facilita la obligación precisa de anunciársela a V.S.I. sumamente felices, deseando las logre con los maiores gustos y satisfacciones y yo me los prometo, si deviese a su favor el onor de que me mande interín, pido al todo Poderoso prospere y guarde a V.S.I. los muchos años que puede y necesito”.
Termino con dos felicitaciones fechadas ambas en Aranda de Duero el diecinueve de diciembre de 1786 y dirigidas al vecino de Alcalá don Juan José Calvo. La primera de ellas está firmada por don Juan José de Mansilla y aunque la despedida de la carta, en la que se trata de diversos negocios, revela una amistad entre ambos (“amigo de corazón”), no por ello se olvidan formas y tratamiento: “y estimaré allí a V.m., junto con su señora madre, con la salud que todos deseamos y que qunplidamente gozen las fiestas del Nacimiento de nuestro Señor como deseo”. La segunda está firmada por don Leopoldo Simón y Vives e incluye algunos términos que nos resultan mucho más familiares. Pero su mayor interés es que, por primera vez, encontramos una felicitación expresa del nuevo año: “Y me olgaré que prósperamente, en compañía de mi señora, logren en felicidad la fiesta del nacimiento de Nuestro señor, salidas de ellas y principio de año, que de entender la felicidad de V.m. nos prometemos ser muy buenas las nuestras y de todos los desta su casa de V.m.”. Pero las formas son las formas y en un margen incluye el siguiente post scriptum: “Mi señora Doña Catalina también cumple con su obligación desseando dé a V.M. Dios, junto con su señora madre alegres fiestas y principio de año”.
Pese al tiempo transcurrido y a que progresivamente el sentido religioso de la celebración de la pascua de Navidad se ha ido mutando en otro más mundano y festivo, sirva este breve repertorio de felicitaciones para comprobar que la esencia y la intención sigue siendo básicamente la misma: desear a los amigos felicidad en esos días en compañía de los suyos, salud y larga vida y buena salida y entrada de año. Que es lo que aprovecho para desear a todos los lectores y amigos de Alcalá Hoy con mis mejores deseos para este 2024 que se nos avecina.