Ojalá salga bien | Por Santiago López Legarda

Sánchez acudió a la cita con el Rey con muchos menos apoyos amarrados que los que tenía Feijóo, pero ya se ha apuntado un tanto muy importante: recibirá el respaldo de Coalición Canaria “para que Junts se convierta en un actor secundario”, según dijo el Presidente de Canarias y líder de la formación regionalista, Fernando Clavijo.

  • Creo que la mayoría de la opinión pública podría aceptar algún tipo de medida de gracia general, llámese como se llame.

 

  • Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.

No hace falta ser un fiel seguidor de las viñetas humorísticas de Peridis para darse cuenta de que la imagen que mejor cuadra al Pedro Sánchez actual es la de aquellos viejos titiriteros ambulantes que se ganaban la vida haciendo ejercicios y contorsiones que se nos antojaban imposibles. A veces, viendo aquellos espectáculos callejeros de cabras muy obedientes que subían a lo alto de desvencijadas escaleras apoyadas sobre sillas cojas, uno tenía la irreprimible sensación de que alguien acabaría rompiéndose la crisma. ¿Se romperá la crisma Pedro Sánchez en el difícil encargo que ha recibido de Felipe VI luego de la última ronda de consultas? Yo espero que no, aunque no comparto la vocación equilibrista del autor de Manual de resistencia.

Sánchez acudió a la cita con el Rey con muchos menos apoyos amarrados que los que tenía Feijóo, pero ya se ha apuntado un tanto muy importante: recibirá el respaldo de Coalición Canaria “para que Junts se convierta en un actor secundario”, según dijo el Presidente de Canarias y líder de la formación regionalista, Fernando Clavijo. El paso dado por los canarios significa, si nadie se equivoca en las votaciones, que el Presidente en funciones podría obtener la investidura con la abstención de los de Junts, ya no necesita imperiosamente el sí de los soberanistas catalanes. Un escenario con más emoción que una película de Alfred Hitchcock: 173 votos a favor por 171 en contra y 6 abstenciones. Claro que los de Junts también juegan en esta timba y se apresuraron a anunciar que su voto será sí o no, en ningún caso abstención.

El propio Clavijo dijo, en el discurso en que anunció su disposición a apoyar a Sánchez, que la amnistía no le parecía “moral”, puesto que el Presidente en funciones estaba negociándola con Puigdemón y compañía a cambios de sus votos para seguir en La Moncloa. Esta anunciadísima medida de gracia en favor de los responsables de los sucesos de 2017 en Cataluña fue el gran caballo de batalla en el debate de investidura de Alberto Núñez Feijóo y lo será en el de Pedro Sánchez. Durante las últimas semanas, los portavoces del Gobierno en funciones y de los partidos que lo apoyan, singularmente Sumar, han ido dorando la píldora a fin de que la mayoría de la opinión pública pueda tragarla sin morir en el intento.

¿Es o no es constitucional una amnistía? He ahí la cuestión sobre la que algunos estudiantes de derecho estarán ya elaborando sus tesis doctorales y sobre la que acabará pronunciándose el Alto Tribunal, según reconoció Pedro Sánchez después de confirmar que actuará en este pantanoso asunto con “coherencia y generosidad”. Pero la inmensa mayoría de los ciudadanos no somos expertos en los intríngulis de las normas jurídicas y la pregunta que razonablemente podemos hacernos es ¿debemos o no debemos poner la otra mejilla?  Ya sabemos que la respuesta de Jesús de Nazaret a esa peliaguda pregunta fue sí, pero también sabemos que el Hijo del Carpintero dejó dicho que su reino no era de este mundo. De modo que no nos sirve de guía para este asunto.

La primera bofetada fue el intento de romper por las bravas ( unilateralmente suele decirse en las crónicas) nuestro orden constitucional, que tuvo la respuesta penal que cabía esperar. Puede que esa respuesta no sea la mejor  de todas las posibles, pero no conozco ningún país democrático que no califique como graves los delitos contra la Constitución o la integridad territorial.  Y la segunda bofetada podría ser esa nueva intentona que los soberanistas o independentistas insisten en que llevarán a cabo cuando las condiciones les sean favorables. No se renuncia a la unilateralidad, no se reconoce a la Constitución española como el marco legal en que debe desarrollarse la acción política y no se reconoce la legitimidad de los tribunales españoles; tampoco se reconoce a España como un país con una democracia equiparable a cualquiera de las democracias que en el mundo existen. En esas condiciones, qué sentido tiene hablar de amnistía o lanzarse alegremente a preparar proposiciones de ley al efecto, como han anunciado los de Sumar.

Creo que la mayoría de la opinión pública podría aceptar algún tipo de medida de gracia general, llámese como se llame. Pero siempre que  esa generosidad sea a cambio de algo y ese algo no puede ser únicamente que Pedro Sánchez y Yolanda Díaz sigan sentándose a la mesa del Consejo de Ministros. Ese algo tiene que ser una rectificación, un compromiso político de los amnistiados en el sentido de que sucesos como los de 2017 no volverán a repetirse. Sin ese compromiso, la mayoría de la opinión pública entenderá que estamos ante un imperdonable entreguismo al separatismo más radicalizado. Y las medidas progresistas que pueda adoptar el gobierno de coalición caerán en el limbo del olvido, como cayeron otras muchas de la legislatura anterior, dando paso a un nuevo escenario en el que tal vez la izquierda tenga que preguntarse si todo este equilibrismo no ha sido un pan para hoy y hambre para mañana. Ojalá les salga bien, pero yo les veo en grave peligro de romperse la crisma

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1 Comentario

  1. Como mujer solo le recuerdo que su voto ha establecido que se rebajen la pena a más de 1200 delincuentes sexuales y a que 121 hayan salido a la calle. La democracia está en peligro y por muchas banalidades que exprese en sus comentarios usted y muchos y muchas como usted están contribuyendo a que lo conseguido a partir de 1978 haya dado paso a una autocracia capaz de venderse a lo más rastrero de la política española. Enhorabuena lo ha conseguido. A las mujeres que luchamos por alcanzar derechos ahora se nos ningunea, desde un falso feminismo. Es una pena.

  2. Excelente reflexión sobre un peliagudo tema. Si Pedro Sánchez consigue que el independentismo pierda la radicalidad que le ha caracterizada en el pasado, habremos dado un paso de gigante hacia la convivencia, justo lo contrario de lo que ocasionó un gobierno que solo supo llevar policías y palos a las calles de Cataluña y que solo generó un aumento considerable de la tensión política y del número de independentistas. Recuerdo hace unos años la repudia del PP a los productos catalanes -algunos tan “españoles” prefería brindar con champán francés que con cava- y el recurso al Estatuto, y la animadversión contra una parte de España, así en general, sin distinguir, como es Cataluña. Esa es la causa de todos estos lodos. En las últimas elecciones han disminuido notablemente los apoyos al independentismo. Como bien dice el artículo, si Pedro Sánchez acierta, habremos dado una gran paso hacia la convivencia. ¿No es eso lo que todos queremos?

  3. De nuevo de acuerdo con usted, señor López Legarda, y no tanto con Francisco Peña puesto que si algo queda claro a estas alturas, es que los partidos secesionistas -que no independentistas, Cataluña no es una colonia- jamás han jugado limpio y, no contentos con ello, encima se jactan de hacerlo.
    Difícilmente se puede negociar o pactar con alguien intrínsecamente desleal, éste es uno de los problemas y el otro, como indica, el torpedeo -por torpedo y torpe- de quienes desde el otro lado actúan de la misma manera.
    Eso sí, me gustaría hacer una reflexión. Si los gobernantes regionales de las Azores, Córcega o Cerdeña, o los estatales de Baviera o Texas hubieran hecho lo que hicieron éstos. ¿Habrían reaccionado de una manera distinta los gobiernos de Portugal, Francia, Italia, Alemania o los Estados Unidos? Estoy hablando de países democráticos. Incluso, en el caso de Escocia, aparte de las peculiaridades legales británicas, el gobierno central permitió en un principio el referéndum porque daban por supuesto que los unionistas ganarían por goleada. Pero cuando andando el tiempo vieron que el resultado iba a estar muy ajustado, echaron toda la carne en el asador para impedir la victoria de los secesionistas, lo que consiguieron por los pelos. Y, curándose en salud, ya han manifestado su negativa rotunda a un segundo referéndum pese a que las circunstancias han cambiado drásticamente tras el brexit y que en Escocia se votó mayoritariamente por la permanencia en la UE.
    A ello hay que sumar que en el fondo, y esto se ha sabido por las conversaciones privadas entre los políticos secesionistas catalanes, éstos jamás han pretendido la independencia, sino extorsionar tal como lo han venido haciendo desde los tiempos de Pujol. Además, fuera de España y de la UE hace mucho frío, como están descubriendo ahora los británicos pese a que su potencial económico y su poder político es muy superior al de una hipotética Cataluña independiente.
    Simplemente en 2017 se les fue la mano a la hora de tensar la cuerda, y ocurrió lo que tenía que ocurrir en un estado de derecho, en España o fuera de ella. Yo me imagino las negociaciones como esas escenas de las películas del oeste en las que los jugadores de póker hacen trampa con cartas marcadas, hasta que el otro se da cuenta, vuelca la mesa y saca -hablo en sentido figurado- los revólveres. Esperemos en no llegar tan lejos.
    Sí estoy de acuerdo en rechazar de plano los sentimientos anticatalanes, puesto que la mayoría de ellos no tienen la culpa de lo que está pasando; pero aun tomando con escepticismo las noticias alarmistas de los medios de derecha y de extrema derecha, tengo la sospecha de que allí ha arraigado un antiespañolismo del que las primeras víctimas son -ahí está la reciente manifestación de Barcelona- los propios catalanes. Tengo un amigo catalán al que siempre le digo que si los políticos dejaran de enredar, la gente se entendería con mucha más facilidad, y no sólo por el idioma.
    Por lo demás, y vuelvo a dar la razón a Santiago López Legarda, ojalá todo acabe bien para todos, aunque personalmente no soy amigo de las apuestas arriesgadas porque, aun con la mejor voluntad, se pueden perder si tienes la mala suerte de tropezar con un tahúr.

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