- Alcalá de Henares se mueve por una dinámica y unos intereses que nada tienen ya que ver con los alcalaínos.
El problema no son los turistas, sino el modo en que se integra esta actividad con el resto de la vida urbana. Por tanto, el problema es de gestión, priorización de actividades, de compaginación de las mismas con las residenciales; de la gestión y prioridades de políticos que desde hace más de un década abandonaron la ciudad a actividades terciaristas y aceleraron la gentrificación de su centro urbano, para que unos listos se aprovecharan o tomaran posiciones en una ciudad que no era suya ni en sus mejores sueños…Y como resultado, nos echan o ya no somos bienvenidos en nuestra propia casa…
Echa uno de menos a Paco Martínez Soria y sus andanzas rurales. Y mira que soy de mejores tiempos en nuestra ciudad alcalaína, oye; pero no tanto como para poder invocar esta cita cinematográfica sin reconocer que vi la película en un sofá, con mis padres o mis abuelos, hace más años que la pana. Vamos a datarlo juntos: al día siguiente pusieron una película en la que unos bailarines interpretan de seguido el bolero de Ravel durante un tiempo tan interminable como hipnótico. ¿Los unos y los otros? Así se llamaba, creo, pero no voy a buscar en Google.
Lo cierto es que en Alcalá, los sufridos vecinos ya nos expulsan de nuestras casas, de la tranquilidad del espacio habitable, mejor o peor disfrutado, antes de que -desde hace más de una década- estos y otros munícipes se dedicasen a hacer el mandarín: programándonos unos conciertos de leña musical, ruidos y otras magnificencias posmodernas en nuestras calles y plazas y en la asaltada Huerta arzobispal (tomada por grupos a lo Putin: sin consideración alguna para los vecinos y usuarios de nuestra ciudad complutense, cada fin de semana, desde abril a diciembre; y en sesiones continuas: desde la mañana a las once, con ensayos, pruebas y matracas varias, hasta la madrugada, a la una o las dos, con sesiones interminables e insufribles de decibelios, que antes -alguna que otra vez, solo en Ferias- tenían lugar en el Ferial, en el recinto del Val o en la plaza de Toros o en la Cancha de Cajamadrid, en la avenida de Meco…).
Esto es ya una historia interminable, que ni en la pesadilla más peliculera tenía lugar; ni por supuesto tenía lugar en la ciudad residencial de antaño, atestada de emigrantes de distintas geografías, que se asentaban como podían en barrios de cuéntame…
Nuestra ciudad está dando un vuelco imprevisible, pero nada esperanzador; y precisamente hacia lo peor, lo más insufrible, de expropiaciones varias de la vida ciudadana, como parque temático y entregada a otros recién llegados o asentados en clanes: que han tomado posiciones y van expulsando de ella a quienes les estorban para hacer caja (da igual que sea de “farándula”, tronío o de posaderos o taberneros). El caso es que no se trata de gente que viene con una caja de manzanas y una gallina debajo del brazo. De lo que hablo es de que la ciudad que habitamos, que era tuya, ya no lo es. No le interesas a nadie. No te quieren los taberneros, que prefieren al grupo de turistas que se deja 40 euros en una ronda, pidiendo mierdas y raciones, antes que al parroquiano habitual. No le interesas al comercio local (lo que de él queda: con un mercado municipal de entelequias, cierres y ecos lejanos: con vistas a un posmoderno gastrobar), fuera de los grandes supermercados. No le interesas al restaurante, que te come las plazas con terrazas infinitas (hola, gorrinos del impronunciables entidades, oink, oink) o con exigencias extrañas para reservar.
Y luego está lo que ya es de traca: del sufrido e invisible -para los mandamases, terraceros y taberneros– peatón. Tenéis que ver lo que pasa cuando va por la Calle Mayor: terrazas a su derecha, terrazas a su izquierda, y por el medio, en fila india, el peatón o simple usuario de la ciudad, que apenas puede dar el paso a determinadas horas por un simple trayecto de esta calle o la de Libreros; ni siquiera cruzar con facilidad la plaza de los Santos Niños. A veces los parroquianos de las terrazas se tienen que apartar -si es que lo hacen- para que pase el anónimo y sufrido peatón; mientras los transeúntes, las bandas o grupos vocingleros y los patineteros van contra la pared, contra la terraza, contra el guiri, el peregrino o el coche de la policía municipal. No quiero ni pensar en lo que ocurriría con una emergencia seria -como ya se han dado- de bomberos contra incendios, ambulancias urgentes con algún enfermo pendiente su vida de un hilo o desastres mayores. Ni los aliviaderos de los soportales, ya entrampados o atestados de mesas y otros artilugios (armarios de servicio a mesas; borriquetas de anuncios y reclamos varios, etc), servirían para dejar paso a tales urgencias..
A lo mejor pueden pensar que exagero presentando este panorama desolador de ciudad que habitamos. O a lo mejor simplemente hablo de un viernes a las siete de la tarde o un sábado por la mañana. Pero está claro que hay gente en la ciudad que empieza a sobrar, y somos justamente los que vivimos aquí. A lo mejor analizados, cabeza por cabeza, somos los que menos dejamos –ahora– para los que importan o se creen indispensables o importantes, pero siguen rehuyendo sus responsabilidades ciudadanas. Analizados barba por barba, somos menos rentables, menos atractivos y menos interesantes que un visitante de dos noches, que se deja casi mil euros en nuestra ciudad, que sentimos como propia y a la que hemos entregado muchas décadas de anhelos y esfuerzos, también -pese a quien pese- seguimos sosteniéndola con nuestros impuestos, nuestros trabajos y la energía que aún nos queda.
Y luego nos hablan de empleo. Y de prosperidad. Pero si miras a la cara al empleo y miras a la cara a la prosperidad, te encuentras rasgos que no tienen mucho de nosotros ni de un futuro alcalaíno sostenible. Lo único que se parece a ti, un poco, son las facturas, los ruidos, y los malos rollos. Es como lo de los patinetes… ¿Soy yo el único que se ha fijado en que el usuario medio parece de otra latitud? (el que deja el artilugio donde le place o se le acaba: en medio de una acera, plantado en un paso de peatones, como si fuera un árbol de toda la vida..). A lo mejor si me pregunto por qué, me llaman racista u otra cosa. A lo mejor si lo explico, porque conozco el motivo, me meto en una movida con una banda de colgados. Lo haría si creyera que se vive en una sociedad que vale la pena defender, pero el caso es que no lo creo; pero tampoco me dejan vivir en esta ciudad a la que contribuyo, pese a todo, de muchas maneras: con mis esfuerzos, con mis impuestos y tasas y que siento como mía desde hace décadas…en las que pertenecer a ella era satisfactorio y de una gran identidad para mí.
Nos expulsan. Nos deportan. Nos expropian. Nos da igual y nos reímos….Pero la risa y la indolencia tienen un límite, que están traspasando las administraciones municipales (como se pasó cuatro pueblos, la administración municipal anterior).
Más razón que un santo.
Verdades como puños. Y todavía peor, éste no es un problema exclusivo de Alcalá -ojalá lo fuese aunque nos hubiera tocado la china- sino de infinidad de poblaciones, desde grandes ciudades a pueblecitos “con encanto”, una maldición envuelta en papel de regalo, todos sumidos en el marasmo no del turismo responsable y cultural o de naturaleza, sino de domingueros asilvestrados que parecen querer emular a las antiguas huestes de Atila.
Y por si fuera poco, no tardará en aparecer el listo de turno tildándonos de rancios y aguafiestas al tiempo que reclama su “derecho” a divertirse, mientras se le olvidan sus obligaciones.
Qué se le va a hacer… la decadencia de esta sociedad mucho me temo que es imparable, si no irreversible.
Absolutamente de acuerdo con el artículo.
Muchas gracias por expresarlo así de bien.
La pena es que a los munícipes les da igual, se lo echan todo a la espalda porque con tener mayor suma de votos ya les vale. ¡Ojalá se implementara la opción electoral “escaño vacío”!
Mientras tanto, vamos listos salga el color que salga.
Repito mi agradecimiento al autor del artículo.
Totalmente de acuerdo, sin olvidarse de la cantidad de pisos turísticos, legales e ilegales, que están invadiendo el Casco Histórico.
De Santos Niños a Libreros es un bar permanente 24h 7 días a la semana, con dos discotecas que cierran a las 6 de la mañana, bares con música muy alta a cualquier hora del día sin que nadie les diga nada, como Vida mia, Babieca, lo que era el Lola en Cerrajeros, etc. etc. y que invaden aceras estrechas para poner sus terrazas impidiendo el paso a los peatones.
Y, local que cierra, local que abre como bar, porque parece que es lo único que existe en el centro, lo que conlleva más mesas en la calle y menos paso para peatones
Y más ruido, más suciedad, más botellón…
Y todo ello nos lleva a plantearnos el irnos fuera de aquí a vivir, porque ya se está haciendo insostenible.
Yo lo que no entiendo es que el Ayuntamiento siga concediendo licencias a nuevos bares cuando la zona está más que saturada.
No quiero pensar que pudiera ocurrir como en las discotecas de Murcia, donde la licencia no existía pero funcionaban sin el menor problema.
En cualquier caso, esta situación empieza a ser intolerable.
Saquen del parque temático Correos, el Ayuntamiento, los ambulatorios, el mercado municipal y demás sitios de uso normal de los habitantes de Alcalá de los Bares para que nos podamos manejar como personas y no como involuntarios participantes en esta continua y lucrativa producción teatral y de hostelería que han hecho a costa de la obra del ingenioso don Miguel, que estaría avergonzado si viera en lo que han convertido la calle en la que han construido, a principios del siglo pasado, “su supuesta casa”.
No se puede ni andar entre las mesas que invaden lo que hasta hace poco era vía pública, ahora privatizada como a la vista está. No nos hagan cruzar “eso” para ir a poner un certificado, al médico o al hay untamiento.
Los “privilegiados” habitantes del centro estorban muy mucho a los intereses económicos de muchos políticos y empresarios.
El mobbing a que están sometidos a base de bares, macroconciertos, desmadres y desidia ya lleva tiempo haciendo su efecto.
Y no tiene pinta de cambiar con la nueva alcaldesa.
De acuerdo en todo menos una cosa. Los vecinos del recinto ferial tanbien estamos hasta las narices de las ferias y de todos los eventos, carreras y mercadillos que ponen aqui. No nos querais mandar todos los eventos s nosotros. Lo suyo esque todos los barrios tengan eventos para que soporten lo suyo o que creen un espacio fuera de la ciudad para que no moleste a nadie como se hace en otras ciudades. Y quien quiera disfrutarlo no moleste a los demas.
Hombre, yo diría que lo que hay que hacer es poner los eventos, según su tipo, allá donde menos molesten. No es cuestión de adarse echando la pelota de unos barrios a otros.
Caso aparte es el de la hostelería del centro, donde hace ya mucho que se rebasaron con creces los límites aceptables. Y no es cuestión de mandar los bares que sobran a otros barrios, es cuestión de que haya sólo los justos y que, por supuesto, no molesten, máxime cuando los más molestos son una minoría y están perfectamente identificados.