Las malas encuestas | Por Francisco Muñoz Romero

Para desesperación de los buenos profesionales de la sociología y de la demoscopia, la mayoría de las llamadas encuestas que se publican en los medios de comunicación a lo largo de la precampaña y campaña electoral, no son encuestas de verdad. Son productos demoscópicos no exentos de cierto sostén metodológico pero que están creados deliberadamente para crear un “estado de opinión”.

  • Por eso cada partido, cada uno de los grandes partidos, guarda celosamente su estrategia de investigación, porque al final, es estrategia de comunicación.
 

Francisco Muñoz Romero es Profesor de Comunicación Institucional e Imagen Pública del Departamento de Teorías y Análisis de la Comunicación en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid

 

Vamos a dar la receta de la paella para cuatro personas: un kilo de fideos finos, un plátano macho, dos patatas, media docena de huevos, un kilo de magro de cerdo, un pimiento rojo…

  • un momento, un momento… que esto no es ni de lejos la receta de la paella…
  • ¿cómo que no? yo al plato que hago con estos ingredientes le llamo “paella”…
  • Mira, le podrás llamar como quieras, pero de ahí no sale una paella…

Ahora podemos sustituir la palabra “paella” por la palabra “encuesta” y repetir el diálogo anterior, el resultado es el mismo: las encuestan fallan porque la mayoría de ellas no son encuestas. Son otra cosa que también se come, pero no es una paella.

Para desesperación de los buenos profesionales de la sociología y de la demoscopia, la mayoría de las llamadas encuestas que se publican en los medios de comunicación a lo largo de la precampaña y campaña electoral, no son encuestas de verdad. Son productos demoscópicos no exentos de cierto sostén metodológico pero que están creados deliberadamente para crear un “estado de opinión”.

Y, paradójicamente, las que son de verdad, no se publican. ¿Por qué no se publican y se ocultan deliberadamente las encuestas “buenas” y se deja salir a la luz productos demoscópicos de dudosa calidad? Esto es sencillo: porque la información es poder y el poder no se reparte gratis. Con las encuestan que no se publican son las que se toman las decisiones básicas del día a día de la campaña y esa información, encargada y pagada por los aparatos de los partidos, es investigación social de alto valor. Y la investigación no es generalista ni neutral. Uno tiene que saber qué buscar o dónde buscar para obtener las respuestas que necesita. Por eso cada partido, cada uno de los grandes partidos, guarda celosamente su estrategia de investigación, porque al final, es estrategia de comunicación. Y ahí es donde pueden acertar o no. Y de ahí sí puede depender un mejor o peor resultado.

El 5 de julio de 2023 el CIS publicó su encuesta de intención de voto. Lo hizo antes del inicio formal de la campaña. Atribución de escaños al margen, que es una cosa compleja, la encuesta de Tezanos daba al PP un 31,4% de intención de voto y al PSOE un 31,2%. Los resultados del 23J han dado un 33,1% al PP y un 31,7% al PSOE. Al final, aún con una desviación del 1,7%, ha sido la más certera de todas. Incluso en la obtención de escaños, la encuesta del CIS ha cumplido con nota y los resultados obtenidos por los dos principales partidos han estado dentro de la horquilla de Tezanos. Esta encuesta se hizo a partir de 29.500 entrevistas.

En el otro extremo, solo por poner un ejemplo de muchos, tenemos la encuesta publicada por OK Diario el pasado 15 de Julio, a una semana del final de la campaña en la que se atribuye al PP 148 escaños y al PSOE una caída de 12 escaños con tan solo un 26% de intención de voto. La ficha técnica de esta encuesta (que se adjunta) y todas las demás que el medio ha ido publicando como “tracking” en el periodo electoral, informa que se ha hecho a partir de 1.500 entrevistas en todo el territorio nacional. Una muestra de mil quinientas unidades sobre un universo de 37’5 millones.

Para dar una idea del abismo de rigor que hay sólo en el tamaño de la muestra podemos decir que una encuesta de 1.500 entrevistas permitiría clavar el resultado electoral de una ciudad como Alcalá de Henares, pero nada más grande. No es posible considerar válidos ni representativos los resultados que salgan de ahí. Sin embargo estos resultados si penetran en el flujo informativo de los medios como elementos básicos de la persuasión pretendiendo ser “hechos” a partir de los cuales la gente puede tomar decisiones.

En mi opinión, este tipo de productos sociológicos podrían llamarse tranquilamente “fake-data” y su publicación y uso deberían estar controlados. Y no me refiero a control por parte de la administración, aunque tampoco estaría mal, sino más bien a un factor de autorregulación entre las empresas del sector que sólo pudieran ganar el sello de calidad y, por tanto, el derecho a ser publicadas como tales, las encuestas que cumplieran un mínimo de requisitos técnicos y metodológicos que garantizaran la “veracidad” y representatividad de sus conclusiones.

Si no es así, las mayoría de las “encuestas” (estos subproductos de los que hablamos) que nos encontramos en una campaña electoral son en realidad pseudo-acontecimientos: son acciones construidas artificialmente para llenar con significados políticos los tiempos y los espacios de los medios y provocar así una mayor influencia: tienen un fin utilitario, son plataformas de oportunidad para proyectar un mensaje de acuerdo a una estrategia de comunicación y provocar efecto de arrastre: una encuesta es una portada en un digital, es un tema de debate en todas las tertulias, es una batería de posts, tuits, retuits en medios y redes sociales, es una infografía o un meme, es una historia que se comparte, es decir, son artefactos diseñados para construir una realidad y darle un sentido

La diferencia con una encuesta de verdad es que el investigador de la realidad social no se acerca pretendiendo decirle a la realidad lo que tiene que ser, sino que escucha e interpreta lo que tiene delante. Si no es así, no son encuestas, es la expresión de los deseos de alguien disfrazada con datos.

Resulta también casi cómico que después de conocerse los resultados reales de las elecciones y contabilizados todos los votos, se pidan cuentas del “fracaso” electoral (al Partido Popular en este caso) y se revisen de arriba abajo la estrategia electoral, las propuestas, la participación en los debates, etc, etc…  Bien, ese el camino para no aprender nunca.

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1 Comentario

  1. Tiene toda la razón, Francisco, pero conviene no olvidar que padecemos un populismo descarado y sin el menor escrúpulo cuyo único fin es engañar a los votantes en beneficio propio.
    Y no lo digo por sólo España, ahí está el ejemplo de Isabel Díaz Ayuso ganando por goleada gracias a los votos de aquéllos a los que está perjudicando con su política, sino también por los Estados Unidos de Trump, la Gran Bretaña del Brexit, el Brasil de Bolsonaro, la Italia del difunto Berlusconi, la Turquía de Erdogan, la Rusia de Putin…
    Y lo más preocupante del caso no es su desfachatez a la hora de mentir, sino que estas mentiras sean tragadas sin digerir por una significativa, cuando no mayoritaria parte de la población.
    Una de dos. O hay mucha gente incapaz de analizar y discriminar lo que le dicen, o ésta, por la razón que sea, acepta complacida sus mentiras.
    Y no es ninguna broma. ¿Cómo es posible que Alemania, pese a sus problemas, se volviera nazi -un partido minoritario hasta poco antes- poco menos que de la noche a la mañana? Y, recordémolos, los nazis llegaron al poder gracias a unas elecciones… que inmediatamente procuraron no repetir, por si acaso.
    Evidentemente los tiempos actuales son por fortuna muy diferentes, pero eso no quiere decir que debamos bajar la guardia. Y, recordémoslo, ni el populismo, ni la demagogia, ni muchop menos las dictaduras, están limitados a un único color.

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