Aritmética parlamentaria | Por Santiago López Legarda

Los resultados de la noche electoral han dejado claro, una vez más, que España es muchísimo más grande y muchísimo más variada y plural que ese ecosistema de poder político, económico y mediático que se cuece en las aproximadamente 8000 hectáreas delimitadas por la M-30.

  • Dijo Adolfo Suárez en cierta ocasión: “yo soy un chusquero de la política”. También podría haber dicho soy un maletilla lleno de audacia y coraje.

 

  • Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.

 

Somos muchos más los que queremos que España avance, dijo triunfalmente Pedro Sáchez en las altas horas de la noche electoral. ¿Es eso verdad a tenor de los resultados del 23 de julio? Según mis cuentas sí, aunque habría que suprimir el adverbio muchos. Los que a grandes rasgos podríamos incluirnos dentro del conjunto de los que prefieren un Gobierno encabezado por Pedro Sánchez hemos sumado 12,05 millones de votos frente a los 11,3 millones que suman los que preferirían un Gobierno encabezado por Núñez Feijóo.

Son  750000 votos en un país de 47 millones de habitantes, menos del 2% de la población; y por eso creo que el adverbio muchos, quizá achacable a un cierto estado de euforia, debería suprimirse para que la afirmación de Sánchez sea una verdad completa, redonda, inapelable. En mis cuentas no incluyo a los de Junts porque no me atrevo a adjudicarles una preferencia clara. O mejor dicho, sí me atrevo: son unos cuantos cientos de miles instalados en la idea de que cuanto peor, mejor.

Los resultados de la noche electoral han dejado claro, una vez más, que España es muchísimo más grande y muchísimo más variada y plural que ese ecosistema de poder político, económico y mediático que se cuece en las aproximadamente 8000 hectáreas delimitadas por la M-30. Y empleo la palabra hectárea muy a conciencia y muy a propósito, para que se vea que no solo la extrema derecha es capaz de adornar su discurso con términos agrarios. Y puede que también emplee algún término taurino, según convenga a lo que se va escribiendo. Por cierto, una de las primeras consecuencias del resultado electoral es que la extrema derecha queda excluida, al menos por ahora, del gobierno de la nación. Mucho mejor para España, para los españoles, para Europa y para los derechos individuales y colectivos que definen nuestra democracia. No es de extrañar que los aguerridos militantes socialistas gritasen “no pasarán” en la calle de Ferraz .

¿Y qué gritaban en la calle Génova los aguerridos militantes populares? Gritaban ¡Ayuso, Ayuso, Ayuso! Mal síntoma para Alberto Núñez Feijóo, que corre el serio peligro de quedar en nuestra pequeña historia como el llorón gallego, con esa hipócrita  cantinela suya de la lista más votada. El líder popular no tiene la más mínima autoridad moral para reclamar la abstención de los socialistas, por mucho que haya subido 47 escaños y aventaje al PSOE en catorce y tenga la mayoría absoluta en el Senado.

Si Núñez Feijóo hubiera tenido dos dedos de frente, o de sagacidad o de prudencia, habría permitido que los socialistas, ganadores de las autonómicas en Extremadura y Canarias, formasen gobierno. Pero no, le faltó tiempo para imponer la colaboración con VOX y con Coalición Canaria como un hito más en su presuntamente triunfal camino hacia la “derogación del sanchismo”. No ha sabido predicar con el ejemplo y por eso no tiene ninguna autoridad moral para pedir ahora a los demás lo que él no ha sido capaz de ofrecer. Llueve además sobre mojado: la perdedora Díaz Ayuso se unió en 2019  a Ciudadanos para arrebatar el Gobierno de la Comunidad de Madrid al ganador Ángel Gabilondo; y el perdedor Juanma Moreno  hizo lo propio para arrebatar la Junta de Andalucía  a la ganadora Susana Díaz.

En todo caso, quien tendría más autoridad moral para reclamar la abstención de los populares y evitar así el previsible bloqueo sería Pedro Sánchez. Por dos razones: la primera, que hay más ciudadanos que preferirían un Gobierno como el encabezado por Sánchez durante los últimos cuatro años que un Gobierno encabezado por Núñez Feijóo; y la segunda, que el PSOE ya se abstuvo una vez para facilitar el Gobierno de Mariano Rajoy. Así que los populares les deben una a los socialistas. Y descartadas las abstenciones, al líder popular,  como responsable de la fuerza mayoritaria, le corresponde la responsabilidad de buscar un acuerdo que evite la repetición electoral.

Dijo Adolfo Suárez en cierta ocasión: “yo soy un chusquero de la política”. También podría haber dicho soy un maletilla lleno de audacia y coraje. Al maletilla Feijóo habría que preguntarle si tiene, en este julio de 2023, la audacia y el coraje que mostró Suárez a partir de julio de 1976. Y si la respuesta es sí, entonces habría que exigirle: déjate de lloriquear pidiendo abstenciones imposibles y pon encima de la mesa una oferta que tus adversarios quizá no puedan rechazar, algo así como la Vicepresindencia del Gobierno y al menos media docena de ministerios para el Partido Socialista.

Un giro copernicano en la política española. Eso es lo que necesitamos para superar, al menos durante algún tiempo, esa dinámica de bloques en que nos hemos instalado.  Naturalmente, habría que olvidarse de derogar el sanchismo y pactar un programa de gobierno que debería incluir, entre otras muchísimas cosas, la reforma de la Constitución para eliminar la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión de la Corona. Fiscalidad, Poder Judicial, blindaje de las pensiones,  derechos sociales y laborales, vivienda, educación, sanidad, energías limpias, relaciones con Europa, política territorial, etc. He ahí un catálogo de asuntos en los que yo veo posible un acuerdo a la luz no de las palabras grandilocuentes, sino de las cosas que realmente han hecho populares y socialistas durante los años que les ha tocado gobernar la España democrática.

Frente a una propuesta como esta, los socialistas tendrían dos opciones: aceptar el guante y sentarse a negociar los términos de una gran coalición o bien intentar un acuerdo con sus aliados de la legislatura terminada   más una abstención de los de Junts. Esta segunda opción la veo sumamente difícil y nada recomendable, teniendo en cuenta además que las dos formaciones de la izquierda se han quedado en 153 escaños frente a los 169 que suman las dos formaciones de la derecha. En la legislatura anterior la relación de fuerzas era al revés: 158 contra 151, contando a Más País y Ciudadanos. En definitiva, los votantes han dicho no a un Gobierno con la extrema derecha, pero tampoco han dado un sí entusiasta a un Gobierno de la izquierda. Y me parece que si todo esto no se tiene en cuenta, en diciembre seremos llamados de nuevo a las urnas; y entonces nos quejaremos de que hace mucho frío.

 

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1 Comentario

  1. Como siempre totalmente de acuerdo, sobre todo en la repulsa al muro de Berlín que nos quieren levantar entre la izquierda y la derecha polarizando a una sociedad que no está polarizada se pongan como se pongan los políticos. El ejemplo es Alemania, donde los dos grandes partidos se pusieron de acuerdo para gobernar conjuntamente en un acuerdo de estado que priorizó las necesidades del país sobre los intereses políticos.
    En cuanto a la afirmación de que “la perdedora Díaz Ayuso se unió en 2019 a Ciudadanos para arrebatar el Gobierno de la Comunidad de Madrid al ganador Ángel Gabilondo” me gustaría añadir que lo hizo con total alevosía dando una puñalada por la espalda a sus ingenuos aliados de Ciudadanos, que sirvieron de tontos útiles ayudándole a alcanzar un puesto que las urnas le habían negado para luego desentenderse de ellos de una manera artera y, como poco, censurable.
    Aunque de sobra es sabido que la ética y la decencia no son precisamente las guías de la política española, como demuestra el caso de Murcia donde se repitió el miserable tamayazo con el que su mentora, la -prefiero evitar el adjetivo que se merece- Esperanza Aguirre robó literalmente la presidencia de la Comunidad de Madrid recurriendo a métodos que deberían haber sido investigados por la fiscalía. Pero por desgracia coló, como siguen colando comportamientos miserables de ciertos políticos a los que por pura higiene democrática debería apartarse de sus cargos. Pero así nos va, con un populismo rampante que, pese a toda lógica, sigue encandilando a demasiados votantes ingenuos que creen en ellos como los niños en los Reyes Magos.

  2. “la extrema derecha queda excluida, al menos por ahora, del gobierno de la nación. Mucho mejor para España, para los españoles, para Europa y para los derechos individuales y colectivos que definen nuestra democracia.”
    Curioso que no cite el gobierno comunista que hemos tenido y me temo que tendremos, del que todos conocemos sus bondades
    “individuales y colectivas”.

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