- Carta remitida por Manuel Alcántara Medina
Precisamos que alguien nos libere de estos repetidos “eventos” del volumen, el decibelio y el atropello musical. Desde estas fechas hasta bien entrado noviembre, insistentes en cada fin de semana -desde la tarde de cada viernes, sábado y domingo, hasta la madrugada de cada uno de estos días- parecen mostrar que esta ciudad está poseída por una ola de barbarismo musical. Y sin consideración ninguna, ni a horarios de descanso, de trabajo o de ocio, dicha “posesión” ambiental-musical contribuye a formar -para un observador imparcial o un visitante no alterado- una imagen de nuestra ciudad, como de una frontera indómita e incontrolada, entregada a no se sabe qué frenesí o enajenación colectiva por tales estruendos.
Caso de existir o darse alguna explicación de semejante fenómeno de alteración pública, con alguna excusa -entretenimiento de algún sector con ganas de “movimiento” diurno o nocturno, “encuentros” de quienes no se encuentran ni a ellos mismos, celebración de bullanga, esparcimiento festivalero, etc.- nunca casaría la pretendida excusa con el disfrute de la ciudad por sus vecinos, su pluralidad de ocupaciones, sus variadas preferencias musicales o la imperiosa necesidad de respetarnos -y respetarse- unos a otros, sin violentar las ocupaciones y los gustos de cada habitante de esta ciudad. Pero menos admisible es aún, una programación de “eventos” “musicales” o “feriales” que los vecinos no pedimos -ni nos han consultado por encuestas- ni creemos que vaya incluido en ninguna papeleta de voto de nuestros representantes o gestores municipales.
Si además, ejecutan semejante intrusión decibeliomusical en nuestras vidas y ocupaciones cotidianas, mediante dispendios de nuestros impuestos y presupuestos de festejos no justificados -ni por la continuidad o persistencias de las fechas, ni por la significación para la ciudad de tales “eventos”- como vecinos o simples habitantes, vemos inadmisible que tal programación salga de nuestros impuestos y contribuciones al funcionamiento racional y el ornato de nuestra ciudad. Además, ¿con qué derecho una administración municipal finalizada o unos munícipes en trance de ser sustituidos por otros, dejan como “obsequio” semejante apéndice, de intrusión en la vida y los espacios privados de los habitantes, en barrios ya castigados -año tras año, de cada fin de semana al siguiente- por el “sonar” de una Alcalá del decibelio? (ojalá, en lugar de la mostrenca etiqueta que adoptaron del “Alcalá suena”, fuese la del “Alcalá sueña“).
El sufrido vecindario del casco histórico se pregunta –aparte de qué culpa o desvío debe expiar, para ser sometido cada siete días a tan reiteradas, intensas e insufribles matracas musicales- la razón de tan obsesiva programación, con eventos “musicales” del alarido, del decibelio al aire libre, acumulados -una y otra vez- en plazas como la del Palacio, Irlandeses, etc. y sus calles y plazas afectadas (San Juan; Santiago, Santos Niños, Mayor, etc.), para “encuentros” o citas sacadas de la manga y concertadas por los finalizados munícipes. Porque ¿para qué sirven si no es para “encontrarse”, la profusión de bares-cervecerías-restaurantes-gastrobares, etc. ofrecidas ya en el distrito Centro de nuestra ciudad, y el casco histórico en particular?
El vecindario de este barrio, que se enfrenta diariamente a un inusitado despliegue “restaurador”, a escasos metros o en el “parque temático” en que han convertido la Calle Mayor y otras calles que la rodean, con tantos establecimientos debidamente preparados para “encontrarse” -y ahora aguantar otros decibelios– el ciudadano se pregunta: ¿para qué necesitan un espacio público especial, para juntarse reiteradamente cada fin de semana, en espacios que nunca estuvieron preparados, precisamente para tal carga de consumos y “quedadas“, si disponen de espacios establecidos al efecto? Porque si es para “encontrarse” alcalaínos y de los alrededores, en lo que algunos ya llaman el macro-botellón de Alcalá, de hecho existen recintos cerrados, preparados para este tipo de eventos “musicales” o feriales: el Pabellón Polideportivo o la Plaza de Toros de la avenida de Meco; el Auditorio Paco de Lucía; el Ferial, las distintas canchas de la Ciudad Deportiva del Val y otros recintos deportivos de aquel paseo, etc.., (donde hay costumbre de “encontrarse” además).
Porque si es para satisfacer el deseo de “quedadas del decibelio musical” que forma parte del divertimiento o aburrimiento de algunos, perfectamente pueden hacerlo en los recintos cerrados, pero habilitados y accesibles para la programación musical o ferial de nuestro Ayuntamiento alcalaíno, pero al margen de nuestros impuestos voluntariosos de ciudadanos. Y de paso, nos ahorrarían la escandalera insufrible e irrespetuosa al vecindario del Casco Histórico, de una continuada actividad “musical“–es un decir- del vocerío durante tres días cada fin de semana a todo decibelio, estridencia y ruido a todo pasto, el que no tenemos arte –ni parte-, sin consultar a nuestras asociaciones y vecindarios para tales eventos. A los nuevos representantes municipales decimos: ¡S.O.S. Salvemos de decibelios a Alcalá!
No estoy de acuerdo, yo vivo en el centro y me parece genial y perfecto que haya estos actos culturales todos los fines de semana. Viva la musica!
¡S.O.S.! ¡Salvemos de el remitente de esta carta y continuemos con los eventos musicales en Alcalá!