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El «no» de los de Monasterio impedirá su votación en pleno, y aboca a volver a presentarlos o prorrogar los actuales
Desconcertados. Así decía sentirse Isabel Díaz Ayuso y su Gobierno ante los «cambios de opinión» de Vox respecto a la ley de presupuestos regionales para 2023. Que finalmente, si no hay giro de última hora la próxima semana, no llegarán a pleno y habrán muerto antes de nacer. Todo, por el «no» de Vox al dictamen de los mismos, que emitió en la tarde de ayer, junto con Más Madrid, PSOE y Unidas Podemos, y que supuso de hecho tumbar los presupuestos del año electoral.
La votación la ganó el «no» por 9 votos, frente a los 8 del PP, y ese acto, que no duró ni un minuto, convirtió los presupuestos en que los técnicos de la Consejería de Economía llevaban meses trabajando en papel mojado. Con ellos, se van por el sumidero también las mejoras que introducían: algo más de 11 puntos de incremento respecto a los de este año, y hasta 1.000 millones de euros más para la Consejería de Sanidad.
La votación la ganó el «no» por 9 votos, frente a los 8 del PP, y ese acto, que no duró ni un minuto, convirtió los presupuestos en que los técnicos de la Consejería de Economía llevaban meses trabajando en papel mojado. Con ellos, se van por el sumidero también las mejoras que introducían: algo más de 11 puntos de incremento respecto a los de este año, y hasta 1.000 millones de euros más para la Consejería de Sanidad.
El vodevil en que se ha convertido este año la negociación de los presupuestos de la Comunidad de Madrid dio ayer el que puede ser su último paso, algo que deberá decidir la Mesa de la Asamblea en las próximas horas. Aunque, dados los precedentes, cabe la posibilidad de que sea el penúltimo, y alguien saque todavía algún conejo de la chistera. La presión ha ido en aumento en las últimas horas, para conseguir que Vox cambiara de postura por un lado, y por parte de los de Rocío Monasterio para que el PP cediera y admitiera alguna de sus propuestas.
Ambos partidos no lograron alcanzar un acuerdo sobre los presupuestos de 2023, y Vox aguardó hasta el último minuto para presentar sus enmiendas. Tanto esperó, que éstas se registraron tarde, y fueron rechazadas por ello. A partir de ahí, se inició un diálogo de besugos entre ambas formaciones: Vox aseguraba que el retraso se había debido a un fallo informático que los servicios de la Cámara madrileña negaron. Luego advirtió que era la dirección nacional del PP, desde Génova, la que marcaba el paso al partido en Madrid y le impedía negociar con ellos.
El PP, por su parte, tachaba de «huida hacia adelante» la actitud de Monasterio y los suyos para no reconocer su error con las enmiendas tardías. El último giro de tuerca lo daba ayer Santiago Abascal, líder nacional de Vox, al proponer públicamente un pacto político a Ayuso para desencallar los presupuestos. La misma pretensión que repetía en la Asamblea Rocío Monasterio, coincidiendo ambos en su contenido: «Derogar la ‘ley trans’ de la Comunidad».
La votación la ganó el «no» por 9 votos, frente a los 8 del PP, y ese acto, que no duró ni un minuto, convirtió los presupuestos en que los técnicos de la Consejería de Economía llevaban meses trabajando en papel mojado. Con ellos, se van por el sumidero también las mejoras que introducían: algo más de 11 puntos de incremento respecto a los de este año, y hasta 1.000 millones de euros más para la Consejería de Sanidad.
El vodevil en que se ha convertido este año la negociación de los presupuestos de la Comunidad de Madrid dio ayer el que puede ser su último paso, algo que deberá decidir la Mesa de la Asamblea en las próximas horas. Aunque, dados los precedentes, cabe la posibilidad de que sea el penúltimo, y alguien saque todavía algún conejo de la chistera. La presión ha ido en aumento en las últimas horas, para conseguir que Vox cambiara de postura por un lado, y por parte de los de Rocío Monasterio para que el PP cediera y admitiera alguna de sus propuestas.
Ambos partidos no lograron alcanzar un acuerdo sobre los presupuestos de 2023, y Vox aguardó hasta el último minuto para presentar sus enmiendas. Tanto esperó, que éstas se registraron tarde, y fueron rechazadas por ello. A partir de ahí, se inició un diálogo de besugos entre ambas formaciones: Vox aseguraba que el retraso se había debido a un fallo informático que los servicios de la Cámara madrileña negaron. Luego advirtió que era la dirección nacional del PP, desde Génova, la que marcaba el paso al partido en Madrid y le impedía negociar con ellos.
El PP, por su parte, tachaba de «huida hacia adelante» la actitud de Monasterio y los suyos para no reconocer su error con las enmiendas tardías. El último giro de tuerca lo daba ayer Santiago Abascal, líder nacional de Vox, al proponer públicamente un pacto político a Ayuso para desencallar los presupuestos. La misma pretensión que repetía en la Asamblea Rocío Monasterio, coincidiendo ambos en su contenido: «Derogar la ‘ley trans’ de la Comunidad».
Isabel Díaz Ayuso «El avión despegó, y no vuelve para recoger a un pasajero que no se ocupó de llegar a tiempo»
Pero la presidenta les respondió a la madrileña: «El avión despegó, y no vuelve a tierra para recoger a un pasajero que no se ha ocupado de llegar a tiempo», decía, al ser preguntada por los periodistas por este posible pacto. De forma más ortodoxa, señalaba que no va a «intercambiar derechos y obligaciones de las leyes por presupuestos». Y dejaba la puerta abierta a una negociación futura, ya en 2023.
Fuentes populares ponían el acento en todo lo que se perderá al no poder tramitar los presupuestos: los 1.000 millones más con que se potenciaba la Sanidad, para mejora de Atención Primaria, rebaja de listas de espera o reformas de hospitales como La Paz, 12 de Octubre o Niño Jesús; las 10.000 nuevas plazas de FP o los 150 millones para mejorar las residencias de mayores; o los 40,7 millones para duplicar las ayudas por maternidad a mujeres menores de 30 años; junto con las prolongaciones de las líneas 11, 3 y 5 de Metro.
Rocío Monasterio: «No se puede tolerar que el PP quiera un ‘contrato de adhesión’ a cambio de nada»
En el PP, el diputado en la comisión de Hacienda, Álvaro Ballarín, testigo del voto de Vox que tumbó los presupuestos regionales, insistía en su sorpresa: no entendía que esta formación esté de acuerdo con el 99 por ciento de los presupuestos –sus enmiendas apenas suponían modificar 65 millones de unas cuentas de 25.000–, y aún así los haya tumbado. Rocío Monasterio lo explicaba horas antes: «No se puede tolerar que el PP quiera un ‘contrato de adhesión’ a cambio de nada».
Mientras, la oposición daba palmas con la situación sobrevenida. Para Mónica García, portavoz de Más Madrid en la Asamblea, «supone el fracaso de Díaz Ayuso como presidenta al final de su mandato» al no poder convencer a su socio preferente, Vox. No obstante, dados los giros de guion a que nos tiene acostumbrados lo que García llamó «la última telenovela entre Ayuso y sus novios ultras», la líder de la oposición se mantenía alerta: «Ya veremos si al final se aprueban; no sería la primera vez que Vox se pone gallito pero acaba siendo el felpudo del PP».
Juan Lobato achacaba el fiasco a la «obsesión de Díaz Ayuso con Feijóo y el Gobierno de España»
Juan Lobato, el portavoz del PSOE, achacaba el fiasco a la «obsesión de Díaz Ayuso con Feijóo y el Gobierno de España», que la hizo ser «inflexible» y no escuchar sus propuestas para pactar unas cuentas regionales. En todo caso, Lobato prometió que «Madrid tendrá presupuestos cuando los socialistas la gobiernen».
Desde el PP, el portavoz Pedro Muñoz Abrines apuntaba directamente contra Monasterio: «Ha perjudicado gravemente a los madrileños, que se quedan sin presupuestos, y ha regalado una bonita foto y una victoria a la izquierda madrileña».
La aludida apuntaba su solución: «El PP tiene la opción de retirar los presupuestos y volver a negociarlos para incluir nuestras enmiendas; nada en el Reglamento de la Cámara obliga a que tenga que ser en diciembre cuando se aprueban las cuentas»