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Si quieren expresar su malestar, lo tienen muy fácil: convoquen una manifestación donde y cuando les parezca y griten su disgusto a los cuatro vientos.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Todos los países tienen su día de fiesta nacional y España no iba a ser menos. A mí me parece particularmente bien elegida la fecha del 12 de octubre, puesto que se conmemora una de las mayores hazañas llevadas a cabo por la humanidad: el descubrimiento de América. Y los españoles tenemos la suerte de que fueran nuestros antepasados quienes la llevaron a cabo, del mismo modo que otros tienen la suerte de poder atribuirse la llegada a la Luna o la invención de la imprenta.
Y en casi todos los países, según creo, se incluye entre las celebraciones un vistoso desfile de las Fuerzas Armadas, en el que los asistentes pueden emocionarse con la música en honor de los que murieron en acto de servicio; o viendo cómo los soldados más aguerridos pasan por delante de la tribuna de invitados a un ritmo de 160 pasos por minuto, los aviones trazan en el aire los colores de la enseña nacional y los paracaidistas hacen saltos de precisión milimétrica.
Lo que al parecer distingue a España del resto de países es la falta de educación con la que algunos ciudadanos asisten a estos actos institucionales que, a fin de cuentas, tratan de representar a la nación entera y no a una de sus partes. Es comprensible que haya españoles, sobre todo si viven en el barrio madrileño del Marqués de Salamanca, muy cabreados con el actual Gobierno. Pero ellos mismos deberían comprender que a lo mejor hay otros españoles no tan cabreados e incluso contentos con el Ejecutivo de Pedro Sánchez y que podrían sentirse ofendidos por una actitud tan grosera.
Imaginemos que el Jefe del Estado hubiera dirigido unas palabras a los que protestaban, abucheaban e insultaban. ¿Alguien puede concebir que Felipe VI les habría dicho “sigan, sigan ustedes con sus abucheos hasta que caiga este usurpador impresentable”? ¿O más bien cabe suponer que les habría dicho “guarden un poco de compostura y tengan respeto, por favor, que nos disponemos a celebrar un acto institucional que representa a toda la ciudadanía española”?
Vaya por delante la reafirmación del derecho que tienen los cabreados no a insultar, pero sí a protestar y a exigir la dimisión del Presidente del Gobierno. Pero ese no era el sitio ni la ocasión apropiada. Si quieren expresar su malestar, lo tienen muy fácil: convoquen una manifestación donde y cuando les parezca y griten su disgusto a los cuatro vientos.
Pero viendo lo que se vio, y que además viene repitiéndose todos los años siempre que hay un Gobierno de izquierda, podríamos preguntarnos qué es lo que molesta tanto a los alborotadores. Yo llego a la conclusión de que, en última instancia, lo que no pueden soportar es que haya un Parlamento capaz de elegir a un Presidente del Gobierno tan contrario, desde su punto de vista, a los intereses de España. Y la única manera de evitar que el Parlamento pueda tomar decisiones tan erróneas sería suprimirlo, supongo. Cabe conjeturar, además, que así se sentirían felices y dormirían tranquilos pensando que el Gobierno de España está por fin en las mejores manos posibles.
La derecha y la extrema derecha española gozan de la influencia de poderosos medios de comunicación con los que legítimamente tratan de crear un estado de opinión contrario al actual Gobierno. Pero todo tiene un límite y a los líderes de esas fuerzas políticas tenemos que exigirles una condena de esas actitudes maleducadas en las que caen repetidamente sus seguidores más fanáticos. Yo no he escuchado ni leído esas palabras de condena y me parece mal, porque si queremos que los actos institucionales con motivo de la fiesta nacional nos representen a todos, lo mínimo que se puede exigir es respeto y compostura. Esos medios de comunicación a los que me refería también deberían hacer un mayor esfuerzo pedagógico en favor de la tolerancia. Sobre todo porque los cabreados solo necesitan un poco de paciencia: tiempo habrá de recontar el número de enfadados y de satisfechos; y de ese recuento saldrá un Parlamento que será el que haya querido la soberanía nacional, que como dice la Constitución reside en todo el pueblo español, no en unos cuantos.
Es curioso que lo diga desde un medio de comunicación vinculado al sanchismo. Ya sé que no se va a publicar porque es un medio donde la libertad de expresión no existe, pero al menos alguien lo leerá.
Cierto es que a la Luna no se había llegado antes (que sepamos) y que la imprenta no existía, pero en América ya había humanidad ¿o qué eran, si no, sus habitantes?
Por ese sistema también se puede afirmar que Putin (o Rusia) está descubriendo Ucrania.
Ya lo dicen Les Luthiers: Fundó Caracas en pleno centro de Caracas, que ya estaba fundada.
¡Nos ha jodido con los eufemismos para nombrar las invasiones!
Léase unos cuantos libros de historia y razone un poco, si es que es capaz de hacerlo, antes de soltar sus ¿opiniones?
Acabo de leer su argumento ad hominen contra mi escasa instrucción y mis “¿opiniones?”.
Me podría aportar también algún argumento para invalidar que aquello fuera una invasión “a cristazos y espadazos” como dijo Antonio Gala, con usurpación de tesoros, imposición de religión, violaciones, etc.
Y otro argumento para corroborar que se tratase (según dice el artículo) de “una de las mayores hazañas llevadas a cabo por la humanidad: el descubrimiento de América”, como si no hubiese allí humanidad antes de llegar nuestros antepasados.
Bueno, ya queda menos para ¿celebrar? el primer aniversario del descubrimiento de Ucrania. Ya pueden ir escribiendo libros que lo justifiquen para la posteridad.
Como de costumbre, Santiago ha dado en el clavo. El problema, a mi entender, es que tanto la derecha como la izquierda española siguen por desgracia ancladas en el frentismo ideológico que provocó la catástrofe de la Guerra Civil, los primeros apropiándose con descaro de unos símbolos que son patrimonio común de todos los españoles y los segundos rechazando todo lo que les huela a “facha” venga a cuento o no. Y así nos va.