- La pandemia de COVID-19 interrumpió esta fiesta durante dos años.
- Fotos remitidas por el autor de la crónica
También las familias alcalaínas de tradición alfarera lamentan la pérdida de algunos hermanos durante todo este tiempo. Por eso, el pasado domingo 17 de julio, durante la celebración de la Misa en la parroquia de San José, se entremezclaron, como el barro con el agua, la alegría con la nostalgia. El sacerdote P. Atanasio Serrano López fue mencionando los nombres de Carmina Gárgoles Irazoque (1946-2019), Luis de Blas Fernández (1935-2020), Juana Leonardo Blas (1935-2021), Isidoro Sáez Vivas (1948-2021) y Manuela López Guillén (1948-2022).
Los apellidos Blas, Guillén, Vivas o Sáez siguen emocionalmente vinculados a los tres alfares –ya desaparecidos– de las calles don Juan I y Vaqueras. Estas familias se unen cada verano para recordar este oficio, de profundas raíces familiares, y a sus patronas, dos hermanas mártires sevillanas que prefirieron morir antes que renunciar a la fe cristiana.
Antes de la Eucaristía se repartieron unos recordatorios con el soneto de Luis de Blas titulado “Evocación de los alfares de Alcalá”:
Frente al alfar de pena clausurado,
oscuro el obrador, la rueda ruina,
se hace barro la tierra alcalaína
en este manantial de mi costado.
Y el corazón ya tiene por soñado
el vuelo que en redondo determina
un cuenco milenario en cada esquina,
la pasión que acarrea lo pasado.
Y tengo por mi frente la cochura
pensada ahora de formas y colores
del barro que yo amaso en la memoria.
Y está del barro aquel la paz madura
creciéndome en la sangre sus ardores,
presente de la voz, de amor historia.
No podemos olvidar que Luis de Blas, hijo y nieto de alfareros, estuvo toda su vida volcado en la actividad social y cultural de Alcalá. Además de director de la sala de exposiciones Manolo Revilla de la Mutual Complutense fue un reconocido poeta. Durante varios años aparecieron publicadas en PUERTA DE MADRID reseñas como esta, haciendo mención a la fiesta de los alfareros.
Al terminar el rezo del Credo, como de costumbre, tuvo lugar el traspaso del cetro de la hermana mayor saliente, Elena Sáez Vivas, a la hermana mayor entrante, Laura Martínez Martínez. Además del cetro, en el que aparecen las santas con la torre de la Giralda, los hermanos mayores se intercambian el estandarte, fechado en 1897. En el momento de las ofrendas las niñas Isabel y Catalina López Martínez y Leyre Sánchez López acercaron al altar unas bonitas macetas con flores, como recuerdo del trabajo que sus antepasados realizaban con la arcilla.
Después de la Misa los miembros de la hermandad se desplazaron hasta un restaurante cercano para pasar al cobro las cuotas anuales. En el libro de cuentas quedaron escritos, como recuerdo, unos versos que en su momento escribió Luis de Blas a Braulio Vivas “Lali” tras su muerte, acaecida en 2001. A día de hoy, la cofradía de las santas Justa y Rufina cuenta con cincuenta y cinco hermanos. Las últimas incorporaciones han sido Alejandro Martínez-Conde López y Alejandro Martínez-Conde López (padre e hijo), Alejandro Lozano López y María del Carmen García Sáez.
Hoy sólo queda la memoria y el cariño por aquellos cacharros producidos en nuestros alfares: macetas, cántaros, ollas, pucheros, botijos, orzas, barreños, cangilones, campanillas de San Isidro, tubos sifónicos, etc., Estos objetos de uso cotidiano, después de una cuidada elaboración en la rueda o torno, eran secados al sol durante días y, después, cocidos en unos hornos que generaban espesas y características humaredas. Antes de que la industria del plástico acabara con este gremio, Alcalá tuvo una notable importancia como núcleo alfarero, debido a la gran calidad de la arcilla de nuestros cerros.
- Crónica remitida por Miguel Ángel López Roldán