Inflación y clase media | Por Santiago López Legarda

Si los aficionados a la Bolsa debieran sentirse agradecidos por el impuesto a la banca y las energéticas, todos los que se vean a sí mismos como clase media tendrían que sentirse agradecidos por la subvención a los combustibles, la gratuidad de los abonos de cercanías y la mejora de las becas. Otra cosa distinta es que esas medidas consigan o no amortiguar el impacto de la inflación, como dijo Pedro Sánchez.

La inflación, el impuesto más temido
  • Una cosa que no se explicó en el Debate sobre el Estado de la Nación es que la lucha contra la inflación no será en modo alguno una tarea indolora.

 

  • Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.

Según los atinados consejos que el llamado “Oráculo de Omaha” suele prodigar a la comunidad inversora, los aficionados a comprar títulos de los bancos españoles en la Bolsa  deberían haberse tomado  como un regalo caído del cielo el anuncio de un nuevo impuesto para los beneficios de la banca. Pero al parecer los encargados de escribir titulares en la prensa, y especialmente en la prensa conservadora y de derechas, no leen las cartas de Warren Buffett y se fueron todos unánimemente por el lado catastrofista del asunto. Sánchez ocasiona pérdidas millonarias en la banca -dijeron- con su anuncio de un nuevo impuesto.

En efecto, fue escuchar el discurso del Presidente del Gobierno en el Congreso y las cotizaciones de las entidades se desplomaron más o menos un diez por ciento: una oportunidad así de comprar barato – quizá con la intención de mantener o vender caro en el futuro – no se presenta todos los días. Por otra parte, cabe señalar que de esas supuestas “pérdidas” ocasionadas por el anuncio de Sánchez ni un sólo euro iría contra la cuenta de resultados de estas entidades, sino en todo caso contra el bolsillo de los propietarios de los títulos.

Los nuevos impuestos a la banca y a las empresas energéticas fueron sin duda una de las medidas más llamativas expuestas por Pedro Sánchez para congraciarse con la “clase media trabajadora”. El Presidente repitió una y otra vez esta frase que a mí no me parece del todo correcta, porque si la tomamos literalmente podría estar dando a entender que hay una clase media no trabajadora, es decir, más bien dada a la vagancia. Pero si algo ha caracterizado tradicionalmente a las clases medias es su laboriosidad, su entrega incansable al trabajo. Antiguamente estaba más clara la diferencia entre clases medias y clases trabajadoras, pero hoy en día, con la difusión de la prosperidad  y el bienestar material, esa diferencia se ha difuminado. Consideramos clase media al juez, a la profesora universitaria, al médico y también a los conductores de autobuses y las cajeras de supermercados. Casi podríamos decir que, según los conceptos actuales, clase media es todo lo que queda entre la clase alta y los que antes eran llamados “pobres de solemnidad”. La consecuencia de esta definición tan laxa es que dentro de la clase media encontramos gente que pasa dificultades para llegar a fin de mes y gente que no solo llega y consume alegremente sino que además ahorra y acumula patrimonios muy notables.

Si los aficionados a la Bolsa debieran sentirse agradecidos por el impuesto a la banca y las energéticas, todos los que se vean a sí mismos como clase media tendrían que sentirse agradecidos por la subvención a los combustibles, la gratuidad de los abonos de cercanías y la mejora de las becas. Otra cosa distinta es que esas medidas consigan o no amortiguar el impacto de la inflación, como dijo Pedro Sánchez.

Una cosa que no se explicó en el Debate sobre el Estado de la Nación es que la lucha contra la inflación no será en modo alguno una tarea indolora. Los ciudadanos tenemos que asumir que nos hemos vuelto más pobres frente a determinados productos y consumir menos. En este sentido, la subvención de 20 céntimos por litro de combustible no ayuda a que los consumidores  tomemos conciencia de que si la gasolina y el gasoil están por las nubes, el único camino posible es visitar menos las estaciones de servicio. Las reservas petrolíferas son finitas y puede que llegue un día en que nuestra actitud frente a los derivados del petróleo haya de ser la misma que frente a los hoteles de cinco estrellas: sabemos que existen, que están ahí, pero nos abstenemos de usarlos.

Si los ciudadanos tenemos que estar dispuestos a consumir menos y a renunciar a una carrera de precios y salarios, la Administración Pública, el Gobierno, tiene que volver a una cierta austeridad en el gasto público. No olvidemos que una de las causas principales de la inflación que padecemos es que los bancos centrales, singularmente el BCE y la Reserva Federal, se lanzaron a comprar intensamente la deuda que emitían los Gobiernos  con el fin de alimentar un gasto público destinado a sostener o reactivar la economía.

Tampoco se explicó en el Debate que la inflación favorece a los deudores y perjudica a los acreedores. Sí se habló, por ejemplo, del encarecimiento de las hipotecas, pero nadie señaló que, en términos reales, el dinero que tiene que devolver un hipotecado se reduce al mismo ritmo al que aumenta la inflación anual. Y otro tanto sucede con la deuda pública: un bono a 10 años que el Gobierno coloca hoy entre los inversores o ahorradores perderá el 40 por ciento de su valor si la inflación media del periodo se mantiene en un 5 por ciento anual. Así que sí, tenemos un problema y tenemos que afrontarlo entre todos; y resultaría de gran ayuda que los telediarios seleccionasen un poco mejor esas frases tan apocalípticas con las que ilustran las crónicas sobre la evolución de los precios.

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1 Comentario

  1. Tampoco se dijo que la Renta Per Capita que mide El Progreso de una nación tuvo un crecimiento con Zapatero del-6% y con Sánchez del -4%.
    Tampoco se dijo que el nivel de empleo fue con Aznar el +9,93 %, Rajoy +8,48 %, Sánchez +0,81% y Zapatero -17,76%.
    Tampoco se dijo que la deuda pública fue con González +52,72%,Zapatero +43,29 %,Sanchez +18,90 %,Rajoy +12,30 % y Aznar -23,15%.

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