- Carta remitida por José Antonio Pacheco Márquez sobre el festival “Alcalá Suena”
Recientemente se publicó en este mismo diario digital, en su sección de Cartas, un escrito de un vecino, que se identifica como residente en el casco histórico de nuestra ciudad. Se refiere en el mismo a los espectáculos programados el anterior fin de semana bajo el título genérico de “Alcalá suena”, manifestando su queja por los “ruidos” y molestias sufridos en general por los vecinos del centro de la ciudad, dada la reiteración de acontecimiento programados en las plazas y lugares céntricos. Para una mejor compresión de este escrito, remito a los amables lectores a la lectura o relectura del mismo.
De la simple lectura de la misma carta de este ciudadano, se desprende que su escrito es una muestra inmejorable de como una queja, propuesta o sugerencia en la que este vecino manifiesta su opinión sobre lo acontecido el pasado fin de semana en algunos lugares de la ciudad, que puede recoger una sensación quizás compartida por otros conciudadanos, también residentes en el casco histórico y, por tanto, en cierto punto comprensible, pierde toda posible razón al utilizar unos calificativos totalmente deplorables. Me refiero al apartado que dedica a los miembros, ciudadanos de Alcalá como él y tal vez vecinos del mismo centro, integrantes de los distintos grupos que intervinieron durante el fin de semana en el escenario situado en el Parque O´Donnell.
Me permito transcribir el citado párrafo: “Como bien pudieron comprobar los aterrados ciudadanos –y sufridos vecinos- en el Parque O´Donnell desde este viernes, fueron sorprendidos por un cuadro de ejecutantes de alaridos, percusiones y sonidos guturales, similares a los de especímenes simiescos de selvas africanas – o de zoo metropolitano-; destilando lo más florido de sonidos guturales y de estridencia inacabable, para una quincena o veintena de espectadores estupefactos, perros desfilando despavoridos o urracas espantadas en los árboles ante lo que se les venía encima…”. (Las negritas son mías).
Bien aquí podría terminar esta carta. Este “sufrido” ciudadano queda retratado con la retahíla “gutural” –parece que le gusta mucho esta palabra- de insultos, menosprecios y faltas de respeto a todos y cada uno de sus vecinos, que, después de meses de trabajo y de ensayo, tuvieron la oportunidad de, en un espacio abierto, alejado razonablemente de las viviendas y fuera del casco histórico, mostrar a quién quiso, repito, a quién quiso, fueran quince, veinte o cien convecinos su forma de entender la música y el baile. Tengo conocimiento que, entre los grupos participantes en esta muestra, estaban, uno procedente de la Comunidad Valenciana y otro de Cantabria, invitados por los grupos locales. ¿Se imaginan que estas personas, acogidas en nuestra ciudad, leyeran como les trata en la prensa local algún alcalaíno?
Creo que este vecino, insisto, cuyo escrito podría ser compartido –extremo este que sería cuestión de otra carta, poniendo, en contradicción los inconvenientes de vivir en el centro histórico y las ventajas disfrutarlo de primera mano-, pierde toda su virtualidad, si, en lugar de quejarse sobre la oportunidad de estos eventos, los espacios en que se desarrollan o su calidad artística, arremete burdamente contra las personas que participan en los mismos con estos inaceptables y despreciativos calificativos.
Solo dejar constancia y esperar que no se extienda esta opinión, por la que algún vecino de Madrid capital, solicite que las campanadas de Año nuevo se celebren en la Casa de Campo; algún vecino de Pamplona, pida que el chupinazo se dé en las afueras de la ciudad y no en la Plaza del Castillo y el encierro discurra por las orillas de las autopistas que circundan la capital navarra; que las Fallas de Valencia y las mascletás se instalen todas en la playa de la Malvarosa o que las procesiones de la Semana Santa sevillana circulen por la Cartuja o algún polígono industrial cercano.
En fin, creo que los residentes en los barrios de Reyes Católicos, El Val o Espartales estarían encantados de tener los rosales de sus parterres públicos, tan primorosamente cuidados como los tiene este vecino, de tan sensible cultura musical y escasa educación, debajo de su balcón. Claro que otra cultura es posible, como por ejemplo, la que se está desarrollando este mes dentro del certamen Clásicos en Alcalá. Es cuestión de elegir, para gustos los colores. Que poder vivir en el casco histórico o simplemente céntrico de las ciudades es un privilegio, es un hecho, que lleva algunas incomodidades puntuales para sus residentes, también. Pero sin faltar, oiga.
Cuando uno recibe visitas en su casa, las atiende en el salón y no en un dormitorio o en la plaza de garaje. En este caso, el casco histórico es el “salón” de todos los ciudadanos alcalaínos y allí nos reunimos y recibimos a nuestras visitas.
El problema surge cuando en el salón en el que recibimos invitados tiene un sofá cama donde intento dormir cada noche. Si cada día okupas invaden mi salón, destrozan mis plantas, se beben mi vino o manchan el suelo dejan de ser bienvenidos porque convierten el salón de mi casa en su escenario. Permitir que el casco histórico sea secuestrado de esta manera motiva la lógica queja ante los vándalos maleducados que aporrean y se apoderan de mi casa. Semejantes personajes pueden hacer uso del trastero