- Entre las leyendas que atesora el camposanto, destaca la conocida como “la farola del cementerio”.
- Pilar Lledó Collada, Historiadora y Presidenta de la Institución de Estudios Complutenses
El ciclo ha culminado con una visita al cementerio municipal el sábado 21 de mayo, en el que el organizador de las jornadas Vicente Pérez Palomar, acompañado de uno de los conferenciantes Josué LLull fueron explicando de forma práctica algunos aspectos del camposanto ya señalados durante las conferencias. Se completó con las explicaciones del presidente de la ARMHADH, quien mostró las últimas actuaciones de esa asociación de memoria histórica para dignificar los lugares de enterramiento de las víctimas de la represión franquista en la posguerra alcalaína.
El ciclo de conferencias ha tratado diferentes aspectos del cementerio con el objetivo de poner en valor una pieza de nuestro patrimonio esencial para comprender buena parte del pasado reciente de Alcalá. Destacan entre ellos los valores artísticos de algunos de sus elementos, como la capilla, los panteones o las estatuas que adornan algunas de sus tumbas más antiguas, o los complutenses ilustres y los militares que han sido allí enterrados. Se ha dedicado una de las conferencias a hablar del cementerio durante la década más trágica que se ha vivido en la ciudad, entre el inicio de la guerra civil en 1936 y la explosión del polvorín el 6 de septiembre de 1947, cuando el cementerio se convierte en escenario de muerte y no solo en lugar de enterramiento.
El ser humano, desde que tomó conciencia de su existencia finita, mostró su respeto por los ancestros y por su lugar de reposo. Desde la Prehistoria conocemos enterramientos rituales. En el mundo occidental será en el siglo XIX, considerado el siglo de los cementerios, cuando las nuevas ideas higienistas se manifiesten en leyes que regulen el lugar de enterramiento fuera de las ciudades. En España en 1787 Carlos III dicta una ordenanza sobre “establecimiento y uso de los cementerios”. Se hace por la inconveniencia de seguir usando las iglesias como lugar de enterramiento, lo que era muy insalubre y daba lugar a epidemias. Pero la ordenanza del rey ilustrado no se cumple. En 1817, ante el requerimiento del Gobernador de Madrid, el ayuntamiento reconoce que no se ha construido el cementerio por falta de fondos, pero que se ha cumplido en parte usando la ermita de San Isidro, extramuros de la ciudad, para sepultar en ella los cadáveres y también en otra llamada de los Doctrinos. Las autoridades siguen presionando al ayuntamiento para la construcción de un cementerio a partir de esas fechas y surge otro desencuentro por el lugar elegido; el ayuntamiento señalaba el convento del Santo Ángel, conocido popularmente como Gilitos, aunque hacia 1820 el Gobernador de Madrid propone la ermita de San Roque. Los del ayuntamiento señalan que en el Santo Ángel sería más barato, y de hecho se producen algunos enterramientos en esa época; el Gobernador insiste en San Roque y sugiere que les ayuden en la obra el Regimiento de Zapadores. En 1820 el Gobernador señala los inconvenientes técnicos de Gilitos “porque por su proximidad pasan los encañados de agua potable”, por lo que se decide que se construya en las proximidades de San Roque. Pero las obras tardarán mucho en empezarse. Hasta 1834 continúa el largo proceso. Poco a poco se van trasladando tumbas al nuevo camposanto.
En 1864 hay una ampliación. El alcalde Manuel Ibarra compra a Juan Martín Esperanza un terreno colindante al cementerio, reservándose el vendedor 100 pies cuadrados para hacerse un panteón. El proyecto de Ensanche lo firmaba el arquitecto Tomás Aranguren, autor en Alcalá de la cárcel de mujeres o Galera. Y se compra precisamente para eso, para construcción de mausoleos que no cabían en el cementerio viejo. Y hay traslados de tumbas. En 1872 se dicta un nuevo reglamento y por primera y única vez se le denomina “Camposanto o cementerio de San Roque”. En la década de los 90 del siglo XIX Martín Pastells va haciendo diferentes obras en el cementerio, entre ellas los muros exteriores y la puerta de entrada. Hay un reglamento del cementerio de 1900, aprobado por el ayuntamiento que presidía Félix Huerta y Huerta, auténtico artífice del cementerio tal como hoy lo conocemos. Ya en él se señala la existencia de un cementerio civil. También señala que se abrió en 1834, y que es propiedad del ayuntamiento, al que corresponde la administración, cuidado y dirección. Eso subsana el error de Esteban Azaña, quien decía en su Historia de Alcalá que fue construido en 1839. También se señalaba en ese reglamento que había terrenos destinados a sepulturas de párvulos y otros “destinados a fosas comunes o sepulturas de caridad”. Hay un proyecto de ampliación del camposanto hacia el norte firmado por el arquitecto municipal José de Azpiroz en 1936, pero el inicio del conflicto bélico impidió que se comenzara la obra en esos momentos. Sin embargo es el que llevó a cabo ese mismo arquitecto en los años 50. En los años 60 y 70 del siglo XX se hicieron nuevas ampliaciones y en los 80 se instalaron los nichos.
Entre las leyendas que atesora el camposanto, destaca la conocida como “la farola del cementerio”. En 1881 se crea la Asociación piadosa del cementerio de Alcalá, cuyo objeto era “que se mantenga encendida durante todas las noches la que existe en medio del cementerio de la ciudad”. Al pie de la misma se enterró su fundador, Agustín Sánchez, en 1889. La farola se yergue frente a la capilla.
Es uno de los elementos singulares del cementerio. Otro sería la capilla, levantada por Fernández Casanova, el arquitecto que realizó el salón de plenos del ayuntamiento, en 1872. De planta octogonal, se realizó tras el derribo de una primera capilla que debía estar en muy mal estado. Es de estilo ecléctico y tiene dos salientes laterales que se usan como sacristía. En el exterior hay un altar de piedra colocado sobre una antigua lápida, que tiene unos rodillos de hierro para poder colocar los féretros en las ceremonias de cuerpo presente. Otros elementos destacados son los panteones, que son la expresión del poder de la burguesía de la época, que tenía un importante afán de notoriedad. En el cementerio alcalaíno destacan los de las familias Campo, Martínez Septién y Aragón Merino, aunque el más especial, de estilo modernista, corresponde a Agustín Corral, desconocido personaje alcalaíno cuyo panteón se encuentra en situación de abandono, lo que nos lleva a plantearnos la futilidad de la vanidad humana ante el paso del tiempo. Encontramos también en diferentes tumbas profusión de cruces y estatuas de ángeles de diferentes tipos: orantes, triunfantes, dolientes… Casi todas están realizadas en piedra, pero hay una figura femenina muy singular de hierro. Es una plañidera con corona de flores y antorcha en la mano. Se encuentra muy deteriorada, y sería uno de los elementos a restaurar para su puesta en valor.
Sin embargo, si hay un elemento que singulariza los camposantos son las personas que hay allí enterrados, son sus vidas y sus historias, que son un reflejo de la vida y la historia de la propia ciudad. En Alcalá hay tumbas de muchos personajes ilustres, tanto civiles como militares, pues no podemos olvidar la importancia del elemento castrense en nuestra ciudad desde mediados del siglo XIX. Podemos destacar sagas familiares importantes para el devenir complutense, como los Huerta, los Azaña (aunque como todos sabemos, el más importante para la historia de España, Manuel Azaña, está enterrado en Montauban y no en su ciudad natal), o los Martínez de Septien. Pero también personajes singulares como el historiador Javier Tussell, el pintor José Caballero o el ajedrecista Julio Ganzo. En cuanto a los militares, cuentan con su propia parcela, perfectamente señalizada en el camposanto. Hay varios generales allí enterrados, algunos más recientes fueron víctimas de atentados terroristas de la ETA. Otro cuerpo militar que cuenta con su propio espacio son los paracaidistas. En la actualidad hay una tumba con una cruz, diseñada y realizada por el arquitecto Azpiroz en 1949, que era conocida como la Cruz de los Caídos. En ella estaban enterrados siete asesinados en el mes de noviembre de 1936 durante la guerra civil, y encontrados en mayo de 1939 en los barrancos de Zulema. En la transición se superpuso otra lápida dedicada al soldado desconocido, que le ha dado una nueva significación al monumento. Desde entonces es utilizada por el ejército para hacer allí sus ceremonias de recuerdo a sus difuntos.
Con la guerra y la posguerra, el cementerio se convierte en lugar de ejecución de enemigos políticos. Más de doscientos fusilados a partir de abril de 1939 y hasta 1947 están enterrados allí, sobre todo en dos espacios: la parcela de caridad, conocida popularmente por el zanjón, y el cementerio civil. En la actualidad unos letreros con sus nombres recuerdan su lugar de enterramiento y su fecha de ejecución, gracias a la labor de la ARMHADH. Un epílogo trágico tuvo esa década de los cuarenta: la explosión del polvorín el 6 de septiembre de 1947 provocó 24 víctimas, que recibieron tumbas gratuitas del ayuntamiento. Algunas están en muy mal estado de conservación, y también debía ser otro elemento a recuperar en un futuro.
Por tanto, desde 1834 existe nuestro cementerio viejo o de San Roque, tan poco estudiado hasta este momento. Apenas contamos con un par de artículos, uno del cronista José García Saldaña y otro de Arsenio Lope Huerta, con el título De nuestro viejo cementerio publicado en su libro “Otras historias de Alcalá”, donde comentaba “Nuestro viejo cementerio no deja de ser un testigo paradójicamente vivo de nuestra historia. En él duermen y reposan los restos de muchos de nuestros conciudadanos que jugaron un importante papel en sus casi dos siglos de existencia. Alguien debiera detenerse en él con más quietud y menos prisa de lo que lo hacemos nosotros, para permitirnos desentrañar sus claves y misterios, sus nombres y sus acciones”. Parece que en cierta manera nos estaba interpelando para que se organizase este ciclo de conferencias y conocer mejor el cementerio.
Los camposantos y otros lugares de enterramiento no dejan de tener valor como patrimonio cultural e histórico, con valores tangibles e intangibles. También puede ser definido como un lugar de memoria, pero con una en concreto, la memoria social, y por tanto testimonio permanente de las creencias, costumbres e historia de la ciudad o comunidad donde se ubica. Son, por tanto, lugares dignos de ser conocidos y visitados más allá de su funcionalidad. Pero para poner en valor algo, primero hay que conocerlo, y por eso vamos a intentar desentrañar sus claves y sus misterios, sus acciones y sus nombres, como nos recomendaba nuestro añorado Arsenio Lope.
Hay cementerios famosos en todo el mundo, algunos por su antigüedad, otros por los personajes célebres que descansan en ellos o porque atesoran viejas leyendas. Hay cementerios que bien pueden merecer una visita por su interés cultural e histórico. Son célebres los cementerios judíos de Jerusalem o Praga, el Highgate Cementery de Londres, que alberga las tumbas de Marx, George Elliot o George Michael, el de Recoleta en Buenos Aires con la tumba de Evita Perón o el de Pere Lachaise en París, una excepcional muestra de arte funerario europeo de los siglos XIX y XX. Todos reciben la visita de turistas que se interesan por su historia. ¿Por qué el cementerio alcalaíno no puede ser uno de esos elementos turísticos visitables?
En muchos cementerios esa riqueza cultural e histórica suele pasar desapercibida, y eso es lo que se ha evitado tras la celebración de este ciclo de conferencias, de la visita guiada del sábado día 21 de mayo y de una publicación que va a recoger lo expuesto en estas jornadas y que será presentado próximamente. El cementerio municipal de San Roque, más allá de su función de enterramiento, es, por tanto, un lugar de memoria que resguarda y simboliza el pasado. Porque es otra de nuestras peticiones después de este ciclo, siguiendo a nuestro añorado Curro: el cementerio municipal o cementerio viejo debe adoptar el nombre de cementerio de San Roque, y es una reivindicación que ha sido muy bien acogida por parte del ayuntamiento alcalaíno que ya ha iniciado los trámites pertinentes para el cambio de nombre.
Los camposantos y otros lugares de enterramiento no dejan de tener valor como patrimonio cultural e histórico, con valores tangibles e intangibles. También puede ser definido como un lugar de memoria, pero con una en concreto, la memoria social, y por tanto testimonio permanente de las creencias, costumbres e historia de la ciudad o comunidad donde se ubica. Son, por tanto, lugares dignos de ser conocidos y visitados más allá de su funcionalidad. Pero para poner en valor algo, primero hay que conocerlo, y por eso vamos a intentar desentrañar sus claves y sus misterios, sus acciones y sus nombres, como nos recomendaba nuestro añorado Arsenio Lope.
Hay cementerios famosos en todo el mundo, algunos por su antigüedad, otros por los personajes célebres que descansan en ellos o porque atesoran viejas leyendas. Hay cementerios que bien pueden merecer una visita por su interés cultural e histórico. Son célebres los cementerios judíos de Jerusalem o Praga, el Highgate Cementery de Londres, que alberga las tumbas de Marx, George Elliot o George Michael, el de Recoleta en Buenos Aires con la tumba de Evita Perón o el de Pere Lachaise en París, una excepcional muestra de arte funerario europeo de los siglos XIX y XX. Todos reciben la visita de turistas que se interesan por su historia. ¿Por qué el cementerio alcalaíno no puede ser uno de esos elementos turísticos visitables?
En muchos cementerios esa riqueza cultural e histórica suele pasar desapercibida, y eso es lo que se ha evitado tras la celebración de este ciclo de conferencias, de la visita guiada del sábado día 21 de mayo y de una publicación que va a recoger lo expuesto en estas jornadas y que será presentado próximamente. El cementerio municipal de San Roque, más allá de su función de enterramiento, es, por tanto, un lugar de memoria que resguarda y simboliza el pasado. Porque es otra de nuestras peticiones después de este ciclo, siguiendo a nuestro añorado Curro: el cementerio municipal o cementerio viejo debe adoptar el nombre de cementerio de San Roque, y es una reivindicación que ha sido muy bien acogida por parte del ayuntamiento alcalaíno que ya ha iniciado los trámites pertinentes para el cambio de nombre.
Si alguien está interesado, puede consultar los artículos que tengo dedicados a las esculturas y los monumentos del cementerio.
https://www.jccanalda.es/jccanalda_doc/jccanalda_alcala/artic-alcala/artic-estatuas/cementerio-1.htm
https://www.jccanalda.es/jccanalda_doc/jccanalda_alcala/artic-alcala/artic-estatuas/cementerio-2.htm
https://www.jccanalda.es/jccanalda_doc/jccanalda_alcala/artic-alcala/artic-estatuas/cementerio-3.htm