Última llamada para salvar la histórica cárcel de mujeres de Alcalá

La Galera funcionó como centro penitenciario hasta que en 1978 el Ministerio de Justicia ordenó su cierre definitivo. Desde entonces, el abandono se ha apoderado de un espacio que resiste a duras penas, con parte de sus tejados hundidos, ventanales desprotegidos y el perímetro exterior inundando de maleza.

Foto de Ricardo Espinosa Ibeas
  • La Universidad de Alcalá, titular del inmueble, ultima un plan para asegurar la envolvente y la estructura.
Foto de Pedro Enrique Andarelli

Según recordaba el diario ABC este domingo en su edición ‘premium’, en Alcalá de Henares hay un antiguo penal de mujeres desgastado por el paso del tiempo. Sus paredes de ladrillo visto casan con las vastas construcciones que rodean a este pedazo de historia, dibujado sobre las cenizas de un antiguo convento de finales del siglo XVI. No sería, sin embargo, hasta la segunda mitad del XIX cuando la desamortización promovida por los liberales motivó que el Estado convirtiese primero el edificio en cuartel (decisión rápidamente revocada debido a su escasa capacidad) y después ampliase el recinto para dar vida a La Galera, un complejo de arquitectura panóptica erigido alrededor de un patio central para vigilar a las reclusas. Un tesoro carcelario, en definitiva, que vislumbra ahora el inicio de su resurrección dentro del rico patrimonio de la ciudad complutense.

 

una de las galerías de la histórica cárcel de mujeres de Alcalá de Henares – EFE

La agonía, no obstante, viene de lejos. La Galera funcionó como centro penitenciario hasta que en 1978 el Ministerio de Justicia ordenó su cierre definitivo. A partir de esa fecha, algunas estancias fueron derribadas para levantar la facultad de Documentación de la Universidad de Alcalá (UAH), a quien pertenecen los terrenos del vetusto penal. También en aquella época se inauguró sobre la antigua capilla del primitivo convento (iglesia después en la cárcel de mujeres) el teatro universitario La Galera. Pero la progresiva demolición fue frenada en seco bajo el pretexto de crear una residencia de estudiantes que nunca se llegó a materializar.

Modelo sin parangón de arquitectura penitenciaria, La Galera, construida a finales de siglo XIX, llegó a ser la prisión central femenina de España.Foto de Ricardo Espinosa Ibeas

Desde entonces, el abandono se ha apoderado de un espacio que resiste a duras penas, con parte de sus tejados hundidos, ventanales desprotegidos y el perímetro exterior inundando de maleza. Con esta tesitura, el Grupo en Defensa del Patrimonio Complutense, un colectivo surgido a iniciativa de Ecologistas en Acción y la Asociación Hijos y Amigos de Alcalá, ha denunciado en reiteradas ocasiones el deteriorado estado del inmueble. Hasta el punto de que hace un año desvelaba la intención de la institución cisneriana de rehabilitar el complejo, con una primera fase destinada a asegurar la envolvente y la estructura de cada una de las naves, a fin de ejecutar una futura actuación toda vez se decida su uso definitivo.

Foto de David Garrido Cobo remitida por el Grupo de Defensa del Patrimonio Complutense

Trabajos, hasta la fecha, que no han comenzado a tenor de la desoladora estampa que tiñe la superficie. «El edificio se sigue cayendo», advertía una representante del grupo a ALCALÁ HOY, consciente de que el paso de Filomena provocó que se viniera abajo otra sección, lo que dejó una grieta abierta que a día de hoy continúa sin ser reparada. Desde la Universidad de Alcalá confirman que se están «llevando a cabo todos los trámites administrativos necesarios» para rehabilitar las cubiertas y los forjados interiores y proteger los huecos existentes en las fachadas. «El proyecto ya está completamente revisado y su contratación será publicada en breve», añaden.


Problema de fondos

El plan, aprobado por la Junta de Gobierno del Ayuntamiento el 26 de febrero del pasado año, sigue su curso inmerso en la burocracia. A la espera de su renovación, el grupo de protección del patrimonio complutense ya ha propuesto la creación de un Centro de Investigación y Documentación Complutense, que podría albergar diversos museos y archivos históricos, una biblioteca y una sala donde poder exponerse la comparsa de gigantes y cabezudos, uno de los espectáculos más tradicionales de la localidad. En ese sentido, la Universidad está «manteniendo contactos con diferentes instituciones que estén interesadas en apoyar y financiar un proyecto que permita darle un uso adecuado al edificio».

El problema, advierte la propiedad, estriba en la dificultad de cubrir con sus propios fondos la preservación de las instalaciones históricas, dada la falta de aportaciones extraordinarias, «más allá de recurrir puntualmente a la financiación del 1,5 por ciento Cultural al que puede optar cualquier institución de nuestro país». Con todo, inciden en que «la conservación y puesta en valor del patrimonio cultural de la Universidad de Alcalá es siempre uno de los intereses principales».

Las presas trabajan en los talleres de costura, en 1970 – EFE

Precisamente, el valor de La Galera reside en las mil y una historias que durante un siglo se vivieron barrotes adentro. Fue el 27 de enero de 1932 cuando este diario publicó un artículo a doble página titulado ‘Una hora en la Prisión Central de Mujeres’. La visita, realizada por el redactor Leandro Blanco y el fotógrafo V. Muro, reflejaba un penal muy diferente al establecido en el imaginario común. «En este patio blanco no hay nada de lo que la imaginación forja al pensar en una cárcel, ni presas que caminan vacilantes bajo el peso de un recuerdo, ni guardianes feroces, ni cortejos de dolor, ni penas, ni caras macilentas a través de gruesos barrotes», detallaba el texto.

El cronista describía a las reclusas, «por su aspecto mujeres del pueblo», ataviadas con el mismo uniforme: «Un vestido azul agrisado con delgadas rayas oscuras». ¿Y las carceleras? Las monjas, «quince hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl», encargadas del servicio de vigilancia interior y al frente de los distintos departamentos, «quince espíritus abnegados, que, por amor a los que sufren, renunciaron al mundo, viven con las desgraciadas y llevan la paz a sus almas». El director del penal acompañaba a los reporteros por los «amplios comedores, claros lavaderos, limpias cocinas, blanca enfermería…», previo paso por los talleres, donde «funcionan afanosas las máquinas de coser».


Penadas por convicción

Más de cuatro décadas después, el 9 de julio de 1974, ABC regresaba para relatar la vida de las presas, enfocada a encontrar ocupaciones y aprender trabajos «que permitan su rehabilitación en la vida social». A triple página, la redactora Socorro Moncayo desgranaba la evolución de estos espacios de privación de libertad desde la puesta de largo de las primeras mazmorras:«Hoy día se han humanizado y antiguamente –remontémonos a siglos– constituían una especie de antesala de la muerte, donde se hacinaban los culpables e inocentes en las más cruel indigencia». Acompañada por el entonces director Ángel Herbella Quinoya y de una funcionaria, los visitantes recorrían la clase de peluquería y el salón, la fábrica de alfombras y los talleres de camisería y tejido. Y pese a que al final del franquismo, las celdas unicelulares estaban reservadas para las «penadas por convicción» (la mayoría, jóvenes universitarias), lo cierto es que los delitos más comunes eran otros: «Aborto y ayuda a la prostitución».

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