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Puede que muchos sectores productivos, empezando por los propios funcionarios, comiencen a plantear o a exigir subidas salariales de acuerdo con la inflación pasada.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Una de las peores noticias que nos trajo el final de 2021 fue el retorno de una inflación que no habíamos visto en los últimos treinta años. El dato del IPC en diciembre lo conocimos casi al mismo tiempo que la aprobación de los presupuestos para 2022 y el decreto ley con la reforma laboral pactada por el Gobierno con la patronal y los sindicatos.
Y es precisamente en la ley de presupuestos donde el Ejecutivo y sus aliados han introducido una novedad que ha pasado casi desapercibida y que, a mi juicio, puede provocar un agravamiento de los problemas con la inflación. Los lectores más veteranos de ALCALÁ HOY recordarán que uno de los puntos esenciales de los Pactos de la Moncloa fue un cambio fundamental en la negociación colectiva: los salarios, que hasta aquel año de 1977 se negociaban en función de la inflación pasada, pasaron a negociarse en función de la inflación prevista. Aquel cambio supuso un fuerte sacrificio salarial para los trabajadores, pero resultó esencial para estabilizar la economía española, que iba directa hacia un despeñadero inflacionario como los que hemos conocido en tantos y tantos países de América Latina.
Ahora el Gobierno y la mayoría parlamentaria han roto con la tradición instaurada en 1977 y han acordado que la revisión salarial de los pensionistas se hará de acuerdo con la inflación media registrada en 2021. Para calibrar la influencia que puede tener este cambio, hay que tener en cuenta que las pensiones representan más de un tercio de toda la masa salarial del país. Se ha dicho que el objetivo es garantizar el poder adquisitivo de los mayores, pero la experiencia de las décadas pasadas lo que nos demuestra es que la mejor manera de proteger el poder adquisitivo es mantener bien embridados los precios.
Puede que muchos sectores productivos, empezando por los propios funcionarios, comiencen a plantear o a exigir subidas salariales de acuerdo con la inflación pasada; y si esas subidas se fijan más en el IPC general ( 6,7% entre diciembre de 2020 y diciembre de 2021) que en el IPC subyacente ( en torno al 2%) la espiral de precios y salarios estaría servida.
Una inflación alta les viene bien a los que tienen deudas ( y los Gobiernos son los grandes deudores de este mundo) y le viene muy mal a la gente austera y trabajadora que trata de ahorrar algo para el futuro. Un incremento salarial puede no ser más que un espejismo si resulta que el crecimiento de los precios se lo come en cuestión de semanas o meses. Y los pensionistas deberían ser los más interesados en comprender esto, porque una subida que supuestamente está garantizando el poder adquisitivo de su renta mensual puede estar contribuyendo al mismo tiempo a un rápido deterioro de los ahorros conseguidos a lo largo de toda la vida.
Vamos a ver cómo evoluciona el recién estrenado 2022. Vamos a ver en qué medida los precios de la energía se trasladan al resto de los sectores económicos y vamos a ver en qué medida las nuevas expectativas o temores inflacionistas se instalan en el comportamiento de los agentes económicos. Si los precios se aceleran o siguen creciendo al mismo ritmo en los próximos meses, estoy casi seguro de que veremos formarse negros nubarrones antes de las próximas campanadas de fin de año.