El suicida meticuloso | Por Santiago López Legarda

En España casi cuatro mil personas se quitan la vida cada año; y la estadística parece haber ido a peor después de la pandemia. Pero abordar este asunto desde una perspectiva literaria y ser capaz de escribir algo que valga la pena, se nos antoja una tarea muy ardua.

Fernando Aramburu: «El suicidio es un acto supremo de libertad». Foto de agencias
  • En esencia, se trata del diario que va escribiendo un profesor de filosofía escéptico, desencantado de sí mismo, de su familia, de su trabajo y de la vida en general.

 

  • Santiago López Legarda es un periodista alcalaíno que ha ejercido en diferentes medios nacionales.

La idea del suicidio como drástica escapatoria frente al sinsentido de la existencia  ha acompañado al ser humano desde la noche de los tiempos. En España casi cuatro mil personas se quitan la vida cada año; y la estadística parece haber ido a peor después de la pandemia. Pero abordar este asunto desde una perspectiva literaria y ser capaz de escribir algo que valga la pena, se nos antoja una tarea muy ardua. Sobre todo después de lo que dejó dicho Shakespeare por boca de uno de sus personajes más universales. Sin embargo, y a pesar de las dificultades, muchos autores han convertido el suicidio en tema central o importante de sus obras, impelidos quizá por la convicción de que la literatura no existiría si todo el mundo tuviera que estar a la altura de un Homero o un Cervantes.

El suicidio constituye el punto de partida de la última novela de Fernando Aramburu, quien tenía ante sí un camino muy difícil después del éxito clamoroso cosechado con Patria. Decimos bien al hablar de punto de partida, ya que esa idea de quitarse la vida a uno mismo no es más que un artificio literario sobre el que construir un magnífico texto de casi 700 páginas que el autor donostiarra ha querido dedicar a la ciudad de Madrid.

Ardua debe de ser también la labor de los críticos literarios, obligados a redactar un par de folios cuando apenas queda tiempo para leer las solapas  del libro y poco más. Cabe imaginar los sudores fríos de alguien a quien su Jefe de Cultura le viene con el encargo de tener preparado algo para el fin de semana. También podemos imaginar que los críticos, en especial los que tienen un cierto estatus o trabajan en medios importantes, gozan del privilegio de recibir el texto unas semanas antes de su presentación al público.

Quizá sea esta obligada premura la que explica las opiniones tan dispares que he podido encontrar a propósito de Los vencejos. Hay quien ha calificado la obra de Aramburu como “una sordidez fuera de control” y también hay quien piensa (José María Pozuelo Yvancos en ABC) que “Los vencejos habla sobre el tedio y el vacío existencial, y cómo es posible encontrar la redención en la amistad y el amor”. Existe una cierta unanimidad en considerar que no estamos ante un texto apto para todos los públicos.

Debo reconocer que no había leído nada de Aramburu antes de Patria, y el buen sabor de boca que me dejó esta novela me impulsó a leer Los vencejos. La publicidad de la editorial se ha atrevido a calificarla nada menos que “como la nueva obra maestra de Fernando Aramburu”. Sinceramente creo que está muy lejos de ser tal cosa y desde luego no me parece que vaya a ser una “novela perdurable”, como ha escrito alguien. A razón de treinta páginas diarias, se necesita casi un mes para concluirla. ¿Vale la pena dedicar ese tiempo? Yo diría que sí…si el lector no tiene otras preferencias y prioridades.

En esencia, se trata del diario que va escribiendo un profesor de filosofía escéptico, desencantado de sí mismo, de su familia, de su trabajo y de la vida en general. Un personaje que desde la primera página nos anuncia su decisión de suicidarse a fecha fija. Un personaje políticamente incorrecto que no parece concebir la idea de que haya vida más allá de ese Madrid al que Aramburu ha querido rendir homenaje. Como lector hube de superar alguna que otra escena repulsiva que, a mi juicio, no aporta nada a la historia y que el autor de Ávidas pretensiones podría o debería habernos ahorrado. Una vez superados esos escollos, el texto puede resultar incluso adictivo porque la prosa de Aramburu es de una calidad sobresaliente. En muchos pasajes, viendo la acumulación de reflexiones nocturnas de este profesor que avanza aparentemente sin titubeos hacia su programado final, recordé esa canción de Sabina que nos habla de tantas palabras, tantas mentiras y tantos motivos para “no cortarnos de un tajo las venas”.

  1. D. Dedico estas líneas a la memoria de mi amigo Sergio Coello, gran orfebre del idioma, que falleció el pasado día 9 de noviembre. Él me descubrió algunas joyas del cine clásico y con él compartí sueños ingenuos sobre una sociedad mejor.

 

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1 Comentario

  1. En mi opinión, el abordaje del tema del suicidio, tanto del asistido como del propio, que hace Michael Haneke, en su película más sentimental, AMOUR, es tal magistral, como merecidos, lo son los premios que recibió la cinta, que se alzó con la Palma de Oro, el Oscar a mejor película extranjera, los César y hasta un Goya.

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