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Mientras tanto, en la última década he visto como en las subastas han aparecido un buen número de obras de arte que podrían haber formado más que dignamente de la colección inicial de ese museo.
- Manuel Vicente Sánchez Moltó es Cronista Oficial de Alcalá de Henares
Ahora que se vuelve a hablar, una vez más, y van…, de la creación de un museo de historia de la Ciudad, me viene a la memoria que, sin duda, es ésta la promesa más antigua de todas las que recuerdo de los programas electorales de los partidos que han concurrido a las elecciones municipales de Alcalá de Henares. Ya en las primeras elecciones de la restauración de los ayuntamientos democráticos en 1979, se reflejaba esta promesa. Ojalá que de una vez por todas, se convierta en realidad.
Mientras tanto, en la última década he visto como en las subastas han aparecido un buen número de obras de arte que podrían haber formado más que dignamente de la colección inicial de ese museo.
Algunas han tenido suerte y el Obispado de Alcalá o la Sociedad de Condueños han escuchado mis propuestas y han sido adquiridas y ya forman parte de sus colecciones museísticas. Otras han acabado en manos de coleccionistas particulares de nuestra ciudad y otras, las más, no han corrido la misma suerte y hoy nada sabemos de su paradero. De algunas de ellas he dado cumplida cuenta en esta tribuna que tan generosamente me acoge. Me refiero a los casos del magnífico “Santo Tomás de Villanueva” de Zurbarán, subastado por la prestigiosa casa Christie’s de Londres en diciembre de 2016 o el buen retrato del alcaide de Alcalá la Vieja y regidor de la Ciudad de Alcalá, subastado por Abalarte en diciembre de 2016. Entiendo que el primero quedaba muy lejos de las posibilidades, pero el segundo tuvo un precio de salida de 6.000 €, que considero asequible.
Ahora acaba de ponerse en subasta por la galería La Suite de Barcelona un cuadro ciertamente interesante para Alcalá y de una calidad indudable. Se trata de “Pentecostés”, del pintor Diego Polo, conocido como “el Mayor”, para diferenciarlo de su sobrino “el Menor”, por tener idéntico nombre y apellido.
La primera pregunta que puede surgir al lector es la de cuál es el interés que tiene para Alcalá. La firma del cuadro, creo que los explica: “DIDACVS POLO / INBENTO / FACIEBAT / CONPLVTI”. Es decir, que la obra no es una copia, sino que se debe directamente a la “invención” del autor y que fue pintado en Alcalá. Si no es muy habitual que los artistas firmaran sus obras a principios del siglo XVII, lo es menos que se indicar el lugar en que fue realizado.
Se conoce otro cuadro de este mismo artista, la “Adoración de los Reyes Magos”, que se conserva en la iglesia de Jocano (Álava), firmado del mismo modo: “DIDACVS POLVS INVEN/TOR FACIEBAT COM/PLVTI. 1617”. En este caso se indica el año en que fue realizada la obra, lo que nos permite datar la subastada en un momento muy próximo a esa fecha.
Pero ¿quién fue este Diego Polo, para el que la mayoría será un perfecto desconocido? No es mucho lo que de él sabemos. Casi todas sus biografías se limitan a señalar que fue un pintor barroco español activo en Alcalá de Henares y Madrid y que debió de fallecer algo después de 1617. Antonio Palomino lo considera “buen pintor, y natural de Castilla la Vieja”. Ceán Bermúdez, ajusta más y dice que era burgalés. Este mismo autor considera que en Madrid fue discípulo de Patricio Cajés, atribuyéndole algunos retratos de los reyes godos en el viejo alcázar madrileño, así como de dos cuadros de San Lorenzo de El Escorial. El haber trabajado mucho en el monasterio, donde también lo hizo su sobrino, es la causa de que se haya confundido a ambos, de tal modo que dos de los cuadros allí conservados, que en su momento se creyeron del “Mayor”, hoy se atribuyen al sobrino. Lo mismo sucede con la serie de retratos del alcázar, que recientemente se han datado documentalmente en 1639, por lo que forzosamente tienen que ser del “Menor”.
De su biografía, Palomino afirma que habría fallecido en 1600, “en lo más florido de su edad, cuando apenas tenía cuarenta años”, información así mismo recogida por Ceán. Sabemos, sin embargo, que en 1607 en Madrid firma como testigo en una carta de obligación dada por un desconocido pintor, de nombre Gaspar García. Como hemos visto, Palomino y Ceán erraban, ya que firma y fecha el cuadro de la “Adoración de los Reyes Magos” en 1617. Se da la circunstancia de que en este cuadro se retrata a su donante, identificado como el canónigo de la Magistral de Alcalá de Henares, Gaspar de Ochoa. Natural de Jocano, fue doctor en Teología, capellán de San Ildefonso, cura de Santa María la Mayor y canónigo de la Magistral desde 1596. Falleció el 22 de abril de 1623, siendo albacea testamentario del doctor Sáenz de Ocáriz, fundador del Colegio de San Juan Bautista o de los Vizcaínos en Alcalá. No cabe duda, que el cuadro fue una donación de Ochoa a la parroquia de su villa natal.
De Polo, Diego Angulo y Pérez Sánchez consideran que se trata de un “artista nada despreciable, con elementos venecianos a la manera de los Carduchos, y con intensos acentos naturalistas”. Este “Pentecostés” que ahora se subasta ratifica estas características, como se aprecia en los intensos colores de influencia veneciana.
De la procedencia del cuadro que ahora se subasta nada sabemos al respecto. Se trata de un óleo de proporciones medianas (1,51 x 1,21 m.). Cuenta en el pie con la siguiente leyenda: “Carmelitae ipsa die Pentecostes ab apostolis fidem Xpi et baptisimum recepee. Deinde ipsorum coadjutores extitere, ex breviario approbato ex Joanne Hierosolymitano, ex Josepho Anthiocheno, ex Sigigsberto Geblacense, ex Jodoco Badio, ex historiis ordinis, et multis aliis”. Traducido vendría a ser: “Los carmelitas el mismo día de Pentecostés recibirían a Cristo y la fe bautismal de los apóstoles. Entonces sus coadjutores salieron del breviario aprobado, de Juan de Jerusalén, de José de Antioquía, de Sigiberto Geblacense, de Jodoco Badio, de las historias de la orden, y muchos otros”.
A modo de tríptico, el cuadro presenta tres escenas distintas en una arquitectura clasicista, de un edificio de tres naves, las dos laterales, abiertas al fondo, con bóvedas de crucería. La bóveda de la central es de media naranja, sostenida en su primer tramo por columnas con capiteles jónicos y, a diferencia de las otras dos, cerrada al fondo. En las tres se representa al Espíritu Santo en forma de paloma, desprendiendo llamas de fuego sobre los personajes. La imagen central narra la aparición del Espíritu Santo a la Virgen y los apóstoles cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo. Revela una importante influencia del “Pentecostés” de Tizano (1545), que se conserva en la iglesia de Santa Maria della Salute, en Venecia y que también se enmarca en un fondo de arquitectura. La Virgen, sentada orando, flanqueada por los apóstoles, recibe del Espíritu Santo lenguas de fuego. Todos los personajes dirigen su mirada a la paloma, destacando en primer término, san Pedro arrodillado. Delante, tres personajes, dos de ellos, uno con turbante y otro con la cabeza descubierta, se arrodillan ante la escena, mientras que otro con un tocado cónico, sin duda judío, y con un bastón permanece impasible, de pie. En las dos escenas laterales son continuidad de la central. En la de la izquierda vuelve a aparecer San Pedro predicando el Evangelio, encontrándose entre los presentes varios miembros de la orden carmelitana. En la de la derecha, bautiza, bajo palio a un carmelita. Sobre la escalinata, la firma del artista. Las tres escenas hacen clara referencia a la referida leyenda del pie del cuadro.
Esta circunstancia y el hecho de estar firmado en Alcalá, me lleva a plantear la posibilidad de que Diego Polo hiciera este cuadro por encargo de los carmelitas descalzos de Alcalá para su colegio-convento, del que fue primer rector san Juan de la Cruz, cuya iglesia se acabó de construir en 1598 en la calle de Santo Tomás (de Aquino). Tras la exclaustración de las órdenes religiosas, el edificio tuvo varios usos, entre ellos el de prisión de mujeres, siendo en la actualidad su iglesia, sede del Teatro Universitario “La Galera”. Salvo el retablo conservado parcialmente, los cuadros, tallas y demás obras de arte se dispersaron, sin que sepamos cuál fue su destino.
En resumidas cuentas, un cuadro realmente interesante, de gran calidad, datado en Alcalá y firmado por un pintor más que aceptable, aunque poco conocido hasta el momento e inédito en la bibliografía complutense. La circunstancia de que sólo se conozcan las dos obras mencionadas en este artículo le concede un valor añadido. Sería fantástico que este cuadro retornase a la ciudad en que fue concebido.