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Empieza el camino a Paris, duro y si cabe más exigente que este, ya que allí habrá que llegar a intentar pelear las finales… pero ya habrá tiempo de Paris.
“Tokyo nos deparó un mes difícil. Un 5 de agosto partimos a Sant Cugat de concentración. Ha sido mucho tiempo fuera de tu hogar, de tu tranquilidad, y aunque fuimos capaces de llevarlo bien, con el paso de los días iba pesando mucho”, nos relata su guía Jonathan Orozco.
“Aquí, en la Villa Paralímpica cada día ha sido mágico, solo en estas ocasiones tienes el privilegio de compartir experiencias con los mejores deportistas de todas las disciplinas Paralímpicas, auténticos ejemplos de lucha, esfuerzo, sacrificio y superación. Ejemplos de vida”.
“Llegó el día de la ceremonia, algo que a pesar de que el COVID nos privó de la magia del público no lo olvidaremos jamás”.
“Ya en competición nos encontramos con las dos caras, cruz en el 100, donde íbamos en mejores condiciones y con opciones de pelear un puesto en la final. Pero las cosas no salieron y se nos escapó”, nos confiesa el guía de Alba.
“En la prueba de 200 metros lisos, el 3 de septiembre, éramos conscientes de nuestro lugar, pero aún así había que ganárselo. A pesar del frío y la lluvia, Alba compitió muy bien, rozó su mejor tiempo y se alzó con un diploma olímpico”.
¡Que más se puede pedir a una atleta con apenas 19 años recién cumplidos en sus primeros Juegos!