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A Franklin se atribuye esta frase atrozmente pesimista: “En este mundo solo hay dos cosas seguras, la muerte y la obligación de pagar impuestos”.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
El efecto de los impuestos sobre la actividad económica mantiene muy ocupados a ejércitos enteros de académicos en todo el mundo. Nunca nadie será capaz de decir la última palabra al respecto, pero las palabras provisionales que van diciéndose o escribiéndose permiten a muchos ganarse la vida e incluso algunos elegidos obtienen el premio gordo que otorga anualmente la Academia de las Ciencias sueca.
Como en muchos otros ámbitos de la vida, yo diría que, tanto los académicos como los ignorantes, nos dividimos en dos grandes grupos: los que ven la botella medio llena y los que la ven medio vacía. Un magnífico representante de los optimistas sería el juez norteamericano Oliver Wendell Holmes, quien aseguró que “los impuestos son el precio que pagamos a cambio de la Civilización”. De la afirmación de Holmes, juez del Supremo de los EE.UU. entre 1902 y 1932, cabría deducir que sin impuestos ya no viviríamos en las cavernas… porque nos habríamos extinguido hace muchos miles de años.
Los pesimistas también están magníficamente representados por otro norteamericano aún más importante que el juez Holmes: el bostoniano Benjamin Franklin, uno de los Padres Fundadores de los EE.UU. A Franklin se atribuye esta frase atrozmente pesimista: “En este mundo solo hay dos cosas seguras, la muerte y la obligación de pagar impuestos”.
Con motivo de la presentación del comité de expertos que asesorará al Gobierno en la reforma fiscal, los de la botella medio vacía se han lanzado como posesos a fabricar titulares que asustan: el hachazo fiscal que se prepara y cosas así. Los de la botella medio llena más bien nos tememos que la cosa no pasará de unos simples rasguños. Pero más allá de la discusión sobre hachazos o rasguños, hay una cosa cierta que nadie puede rebatir: En España se pagan menos impuestos que en los países más punteros de Europa. Concretamente, alrededor de un 8 por ciento del PIB menos cada año. Y la deducción lógica a partir de este dato incontestable es que no podemos tener ni los servicios ni la investigación ni la protección que tienen nuestros vecinos pagando un 8 por ciento menos que ellos.
En la época en que yo pasaba mis días asistiendo a ruedas de prensa sobre asuntos económicos, había un dato que me llamaba la atención año tras año: los empresarios declaraban en el IRPF unas rentas muy inferiores a las que declaraban los asalariados. Y la cosa parece haber ido a peor con el paso del tiempo. He aquí unos datos referidos al ejercicio de 2014: los trabajadores por cuenta ajena declararon unos ingresos medios de 24500 euros; los empresarios, 7800 euros; los parados, 7700 euros. Es para ponerse a pensar, ¿no creen? Aquí está pasando algo.
En la vida real que uno puede ver con solo salir a la calle, los empresarios son los que ordenan, los que tienen gente que trabaja para ellos, los que conducen coches más caros y los que habitan en viviendas más lujosas. En la vida virtual que se refleja en las declaraciones del IRPF los empresarios son personas pobres de solemnidad que despertarían el espíritu caritativo de las gentes.
Hay que señalar, para ser justos, que dentro de la categoría de empresarios, es decir, los que declaran rentas por actividades económicas, hay grandes diferencias. Porque empresarios son los poseedores del capital de las grandes empresas y lo son también el que conduce un taxi o el que abrió una frutería en el local de la esquina. Pero todos ellos tienen una cosa en común: nadie controla sus ingresos a través de una nómina, como les ocurre a los asalariados. Así que yo he vivido toda mi vida con una convicción que se ha ido reforzando a medida que me hacía viejo: los ciudadanos de las actividades económicas declaran lo que buenamente quieren, siempre a la espera de que las autoridades del ramo se lo den por bueno o les llamen a capítulo. Si ocurre esto último, abonan las cantidades reclamadas y aquí no ha pasado nada. Y si no les llaman, pues poco a poco – o mucho a mucho – van acumulando una riqueza para la que tampoco quieren que haya impuesto de patrimonio o de sucesiones.
Faltan muchos meses para que conozcamos las recomendaciones del comité de expertos sobre la fiscalidad medioambiental, el impuesto de sociedades, el de sucesiones, el de patrimonio, etc. Pero una mayor justicia en el reparto de las cargas impositivas solo se conseguirá si ellos o el Gobierno encuentran la manera de que cada ciudadano declare al fisco los ingresos reales que ha tenido en el ejercicio anterior. Mandato constitucional, por otra parte, ahora que hay tantos llenándose la boca de constitucionalismo.
Que va a pasar con los privilegios del país Vasco o Navarra?
No he visto nada en su artículo al respecto
Seguro que le habrá olvidado sin ningún afán partidista
Por cierto para que nos hace falta un comité de expertos(jejeje,que grandes recuerdos nos trae el termino de comité de expertos )si tenemos a un todo un doctor en economia al frente del gobierno