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No son de recibo, ni en Madrid ni en ninguna otra parte de España, las actitudes violentas de quienes tratan de impedir que otros expresen libremente sus ideas.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Francisco Umbral, a quien tanto admiré por su dominio insuperable de la prosa en castellano o español, solía referirse a la gran barriada madrileña de Vallecas como “la ciudad sagrada del proletariado”. El mundo ha cambiado mucho desde aquellas columnas diarias que iluminaban los días de nuestra democracia balbuciente. Columnas errantes por los periódicos de la capital, repletas siempre de fogonazos estilísticos brotados como setas de aquella Olivetti que había acompañado a Umbral desde la adolescencia.
El mundo ha cambiado mucho, en efecto, pero yo recuerdo muy bien a un destacado habitante de la ciudad sagrada, que era también un rendido admirador de Umbral: el cura obrero José María de Llanos Pastor.
Leyendo las noticias sobre la violencia causada el otro día en Vallecas por quienes trataban de impedir o de protestar por un acto público de VOX, me he preguntado si el Padre Llanos, un antifascista de verdad, habría ido a protestar y menos aún a tirar piedras contra los asistentes al citado acto público. Y me parece que aquel cura, que había sido nada menos que confesor del general Franco, y luego fue una referencia moral para tantísima gente, se habría quedado en su chabola, ofreciendo café con leche y pastas a algunos de sus feligreses.
Creo, pues, que en esta precampaña un tanto bronca, hay una obligación moral ineludible de todos los aspirantes a representarnos en la Asamblea de Vallecas: condenar sin paliativos los actos violentos protagonizados por los presuntos antifascistas concentrados en la Plaza Roja. Y no vale esgrimir el espantajo de la provocación; porque VOX, que es un partido legal hasta donde yo sé, tiene derecho a organizar sus actos políticos donde quiera. Y quien se sienta incómodo por lo que pueda decirse o proponerse en dichos actos, ya sabe lo que tiene que hacer: irse con la música a otra parte o bien organizar otros actos en los que contestar a los mensajes y argumentos de la ultraderecha.
No son de recibo, ni en Madrid ni en ninguna otra parte de España, las actitudes violentas de quienes tratan de impedir que otros expresen libremente sus ideas. La libertad tiene que ser igual para todos; y si alguien, en el ejercicio de esa libertad, comete o puede haber cometido un hecho delictivo, llévesele a los tribunales, que para eso están.
Otra responsabilidad moral de nuestros líderes es la de rebajar un poco el dramatismo sobre lo que nos jugamos el 4 de mayo y al mismo tiempo huir de planteamientos tan maniqueos como el que contrapone comunismo y libertad. Creo que los ciudadanos debemos tener claro que nuestras libertades democráticas no van a ser mejores ni van a estar mejor protegidas en caso de que Ayuso y sus aliados obtengan la victoria. Y tampoco iremos al despeñadero socialista o comunista si el triunfo sonríe a Gabilondo y los suyos.
En la lucha política a veces se exagera hasta extremos inconcebibles. A Barack Obama los autoproclamados defensores de la libertad lo acusaron de querer llevar a los Estados Unidos hacia el comunismo cuando se atrevió a proponer la obligatoriedad de un seguro médico para todos los ciudadanos. Y aquí se acusa de promover el comunismo a quienes querrían mejorar las escuelas públicas, dedicar más recursos a la sanidad pública, disponer de unos alquileres algo más accesibles o establecer una fiscalidad un poco más exigente frente a los más acomodados.
La actual Presidenta de la Comunidad y sus asesores nos engañan cuando tratan de asustarnos con ese dilema entre libertad y totalitarismo. Lo que nos jugamos el 4 de mayo es algo mucho más modesto, aunque también importante. Nos jugamos, por ejemplo, si un gobierno regional tiene que encontrar su razón de existir en la permanente confrontación con el Ejecutivo central. Nos jugamos el poder dar, o no, pequeños pasos a favor de una sociedad un poco más justa, en la que se refuerce ese paraguas protector de la libertad de todos que es lo que hemos dado en llamar estado del bienestar. Eso es lo que nos jugamos y no los dilemas grandilocuentes que tratan de nublarnos el juicio.
Santiago, completamente de acuerdo con usted. Yo no lo podría haber dicho no ya mejor, sino siquiera igual.
Y desde luego, las lacras políticas que padecemos son por un lado el populismo demagógico que tanto daño está haciendo y cuyo sumo sacerdote fue durante cuatro años -esperemos que no lo siga siendo- Donald Trump, y por otro el sectarismo antidemocrático -que sea de izquierdas o de derechas es secundario, puesto que ambos existen y en la práctica se comportan de forma muy parecida- que intentan imponer a los demás aquello que les gusta oponiéndose a que otros hagan lo mismo con lo que no les gusta.
La disyuntiva no es comunismo o libertad, sino libertad y democracia de las de verdad o autoritarismos sectarios de cualquier pelaje.
Querido Alcalaíno, yo no recuerdo ver en la actual democracia a quinientas personas de derechas atacar un acto de un partido de izquierda, pero en fin, nunca se puede decir de este agua no beberé….
¿Y qué tiene que ver su comentario con lo que yo he dicho? Yo no hablaba de ideologías, sino de talantes secatarios y trumpianos, tanto me da que sean de izquierdas o de derechas.
Por supuesto que me parece una salvajada lo que pasó en Vallecas, y por supuesto que lo rechazo sin contemplaciones, pero ¿a santo de qué me lo saca a relucir? ¿Acaso he defendido o disculpado a quienes lo hicieron? ¿Acaso tenía algo que ver con mi crítica?
Yo remo únicamente para la democracia, la libertad y el respeto. Si algo aborrezco es a los sectarios, talibanes, populistas, demagogos y aspirantes a autócratas de cualquier pelaje, sin distinción de ningún tipo.
A quien se le nota demasiado, mucho me temo, es precisamente a usted, tanto me da el sentido, porque los extremos se tocan.
Ah, yo sólo tuteo a los amigos.
Se os nota demasiado , remais para la izquierda