La no-campaña que quieren PP y PSOE | Por Francisco Muñoz Romero

Simplificar y reducir polarizando las opciones es la línea emprendida por PP y PSOE. Lamentablemente en este caso, la polarización y la crispación no son un efecto colateral del debate político sino el objetivo a conseguir en la confrontación política. Los partidos mayoritarios que antes eran el pilar del bipartidismo están tratando con sus argumentarios y sus relatos de reducir las opciones políticas “votables” a su mínima expresión.

 

  • Francisco Muñoz Romero, Profesor de Comunicación Institucional e Imagen Pública en la UCM

El sentido histórico de una campaña electoral es (era) el de abrir un espacio y un tiempo para que las diferentes opciones políticas presentaran sus proyectos, sus programas y candidatos al conjunto de la ciudadanía con el fin de que ésta pudiera ejercer un derecho a voto responsable e informado. Al menos esa era la teoría. La práctica moderna siempre ha sido más bien sustituir la información por la persuasión. Además, la función de una campaña electoral cambió radicalmente en 1976 cuando Pat Caddell, trabajando como asesor del Presidente Jimmy Carter elaboró una serie de recomendaciones que se podían  resumir más o menos en que  “en esencia, gobernar con la aprobación del público requiere una campaña política permanente”. Y este concepto, la campaña permanente, que luego acuñó Sidney Blumenthal en 1979 en su libro que lleva ese mismo título, es el principio operativo del sistema de comunicación política. Ya no hay campañas electorales, sino que cada día es una campaña electoral: la agenda, el tuit, la visita, la nota de prensa…

Si esto fuera una campaña electoral a la vieja usanza, en el manual de gestión de la misma se listarían hasta 110 elementos a tener en cuenta en su planificación y desarrollo. Se empezaría por el análisis inicial del censo hasta la preparación de la intervención del candidato ante las primeras estimaciones de las encuestas a pie de urna o ante la proclamación de resultados electorales. En todas las campañas en las que he tenido la oportunidad de trabajar profesionalmente, el tratamiento de los pactos electorales siempre sería la cuestión número 111, es decir, la última. Casi podemos decir que se trataría de una cuestión post electoral.

¿Por qué entonces en las elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid del próximo 4 de mayo los pactos electorales ocupan la primera posición del debate político?  ¿Por qué las alianzas post electorales se han convertido en las protagonistas de la precampaña? ¿Por qué se habla ahora de los pactos que vendrán después? La primera respuesta que se nos ocurre es que esta alteración de factores, en concordancia con la propiedad conmutativa, sí altera el producto. Eso que se repite tantas veces de que “el orden de los factores no altera el producto”, es sólo una parte de la propiedad conmutativa que aplica sólo a las operaciones de suma y multiplicación. Pero… ¿y si alguien hubiera decidido que la mejor estrategia electoral es la de restar y dividir? En este caso, el orden de los factores sí altera el producto, ya que la conmutatividad no opera en la resta ni en la división. Así que en nuestro análisis, desde un plano matemático-simbólico, podemos decir que si se está hablando ahora de los pactos posibles después de las elecciones es porque ese cambio de orden, si va a influir en el resultado de las propias elecciones. Más claro: nos encontramos frente estrategias electorales diseñadas para dividir y para restar.

Simplificar y reducir polarizando las opciones es la línea emprendida por PP y PSOE. Lamentablemente en este caso, la polarización y la crispación no son un efecto colateral del debate político sino el objetivo a conseguir en la confrontación política. Los partidos mayoritarios que antes eran el pilar del bipartidismo están tratando con sus argumentarios y sus relatos de reducir las opciones políticas “votables” a su mínima expresión.

Cuando Gabilondo rechaza a Iglesias y tiende la mano a Ciudadanos lo que está haciendo es devaluar el voto a Ciudadanos y apelar al voto útil de la izquierda de clase media-alta que puede abandonar Podemos. Es decir, trata de ocupar el espacio inmediatamente contiguo a su derecha e izquierda, restando apoyos a estos partidos y tratando de polarizar el voto frente a la “ultraderecha” que configuran en su discurso PP y Vox. Restar y dividir.

Cuando Ayuso incorpora a exdirigentes de Ciudadanos a sus listas electorales lo hace con la intención de restar a esta fuerza política todos los votos posibles mientras que a la vez embiste cual heroína del 2 de Mayo contra las políticas de Sánchez en el gobierno de coalición Podemos-PSOE para robar a Vox el voto radical del cabreo y convertirse en el contrapeso natural del sanchismo. Restar y dividir.

Todo lo que esté en medio de esas dos posiciones va a sufrir electoralmente. Especialmente Ciudadanos, porque su  suelo electoral es el más bajo de todos, pero también IU-Podemos, Más Madrid y, por supuesto, las opciones más minoritarias como ecologistas o animalistas, por ejemplo. La trituradora de diversidad política está en marcha y sólo va a haber un claro beneficiado, el PP de Ayuso, incluso por encima del PSOE, a quien le perjudica la gestión del gobierno nacional.

Gabilondo y Ayuso con sus respectivos sistemas de agitprop están tratando de concentrar el voto en sus dos posiciones. Y para ello tienen que saltarse la campaña electoral. No tiene que haber campaña. No interesa la campaña electoral. No debe haber demasiado debate político, no debe haber debate y reflexión sobre políticas sino confrontación sobre el color de gobiernos futuros. Basta agitar los sentimientos, basta con apelar a los comunistas o a los fascistas. Basta con que nadie piense.  Esta es la razón de que la campaña electoral haya empezado por el final. Nos la podemos saltar.

Así que si empezamos la película por el final no sólo eliminamos el suspense sino que abortamos las expectativas de que el final sea otro. Mostrando el resultado desde el principio no cabe o cabe menos la posibilidad de escenarios alternativos.

Este es el efecto viral implícito que va auto-replicándose a derecha e izquierda. Ahí está la clave de esta campaña: hay que quitar de en medio lo que pueda hacer que el mensaje central no se auto-replique. Están tratando de condensar los tiempos y momentos de la campaña para llevarla desde la presentación al desenlace, sin pasar por el nudo.

A todos los (sus) efectos, esta campaña, sobra.

 

 

 

 

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1 Comentario

  1. Acertado análisis, que demuestra lo miserable que se ha vuelto la política.
    A todo ello añadiría yo algo más, que viene arrastrándose hace tiempo: dado que los políticos mienten como bellacos en las campañas electorales -recuerdo la afirmación mitad sincera, mitad cínica, creo que de Tierno Galván, de que las promesas electorales estaban para no cumplirlas-, éstas se han convertido en la práctica en meros rituales de reafirmación para incondicionales y para aquéllos -por desgracia no pocos- incapaces de reflexionar por sí mismos y susceptibles por tanto de ser arrastrados por sus cantos de sirena.
    Y en esas estamos.

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