Pablo Iglesias, una vez más | Por Carlos Cotón

En la defensa de España ante Rusia por cuestionar esta –sí, la Rusia de Putin- el nivel democrático de nuestro país, el Vicepresidente ha decidido posicionarse al lado del Kremlin de Moscú y apoyar la teoría –esto no es nuevo- de que los políticos presos que lo están por saltarse manifiestamente la ley en Cataluña son «presos políticos».

El vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos, Pablo Iglesias. Fuente: EFE
  • Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, pide a Rusia la puesta en libertad del principal opositor al régimen, Alexéi Navalni.

 

  • Analista político  colaborador de ALCALÁ HOY

 

La ministra Arancha González Laya saluda al alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell. Fuente: Horst Wagner (EFE)

Rusia responde, en alusión a la nacionalidad de Borrell, que en España hay «presos políticos». La Ministra de Asuntos Exteriores de España defiende la calidad democrática de nuestro país. Pablo Iglesias, Vicepresidente segundo del Gobierno de España, cuestiona a González Laya y se posiciona junto a Vladímir Putin.

Pedro Sánchez conversa con Pablo Iglesias. Fuente: Ricardo Rubio (Europa Press)

Ese podría ser el resumen de los hechos que nos han llevado ante un nuevo episodio del que Pablo Iglesias, una vez más, es protagonista destacado y merecido. En esta ocasión, el Vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos se ha hecho notar por decir, abiertamente y sin tapujos, que en España «no hay normalidad democrática».

En la defensa de España ante Rusia por cuestionar esta –sí, la Rusia de Putin- el nivel democrático de nuestro país, el Vicepresidente ha decidido posicionarse al lado del Kremlin de Moscú y apoyar la teoría –esto no es nuevo- de que los políticos presos que lo están por saltarse manifiestamente la ley en Cataluña son «presos políticos».

Es evidente que Iglesias está en plena campaña electoral de las catalanas y tiene que ir abonando el terreno para un hipotético escenario en el que PSOE, Podemos y ERC estén en condiciones de reeditar un nuevo tripartito en Cataluña.

No es novedad que Iglesias y Podemos practiquen y defiendan el mismo discurso de los separatistas, pero sí lo es que una parte del Gobierno de España cuestione, abiertamente, que el país en el que vivimos no es un país democrático y que aquí se encarcela a gente por sus ideas. Como en la Venezuela y en la Rusia que son ejemplo de calidad democrática para el Vicepresidente.

Si Pablo Iglesias considera que en España no hay normalidad democrática habría que preguntarle por qué forma parte y continúa en el Gobierno del país que él mismo considera poco menos que de antidemocrático. Porque Podemos lleva ya más de un año compartiendo el Gobierno de España con el PSOE.

Pablo Iglesias es responsable de sus palabras, pero Pedro Sánchez es responsable de que las palabras de su Vicepresidente, a veces insultos, queden impunes. Por lo que habría que preguntarle a él por qué mantiene intacto el pacto de gobierno con un partido que no considera que España sea una democracia plena.

Sirviéndome de la disociación que Carmen Calvo hizo del Pedro Sánchez líder de la oposición con el Pedro Sánchez Presidente, recordaré que no valen lo mismo las palabras del Pablo Iglesias líder de Podemos y en la oposición que las del Pablo Iglesias Vicepresidente segundo del Gobierno de España. La trascendencia de lo que se dice y lo que se hace importa ahora mucho más que antes.

Sin capacidad para gestionar nada e influir decisivamente en las decisiones del Gobierno, a Podemos tan solo le queda la política mediática, la del titular fácil y rápido y la de venderse como el piloto que dirige la agenda ideológica del ‘Gobierno progresista’. Pablo Iglesias lo sabe. Como también sabe que Sánchez no hará nada en contra de sus desplantes. Porque la estancia de Sánchez en Moncloa depende, en buena parte, de lo que se le deje hacer y decir a Podemos.

Esto es lo que hay y lo que tenemos ahora. Mientras tanto, la imagen, la credibilidad y el respeto de España de cara al panorama internacional están bajo mínimos. Quizá, incluso, agotados ya. Mucho habrá que sembrar, me temo, para que vuelvan a germinar bajo los escombros que supone la sola presencia de un partido como Podemos en el Gobierno de España.

 
 

 

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