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Une a los populares personajes creados por Cervantes con uno real, anterior al escritor.
- Manuel Vicente Sánchez Moltó es Cronista Oficial de Alcalá de Henares
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Conviene aclarar que nuestro más universal escritor no fue bautizado en la capilla del Oidor, pero se identifica con este hecho ya que con motivo de su restauración, en 1905, la pila recibió donde recibió el bautismo se trasladó desde la base de la torre, donde estaba el baptisterio, a este recinto. Pero no es de esto de lo que pretendo hablar en esta ocasión. Inmediatamente después del verso antes mencionado surge una voz de fondo que pregunta: “¡¿Qué coño es un oidor?!”. Como es una pregunta que me han hecho personalmente en muchas ocasiones, creo que es el momento de dejarlo por escrito para que, al menos a los interesados, no les quede duda de este personaje.
Empezaré explicando que el nombre de esta capilla que se erigió anexa a la parroquia de Santa María la Mayor, se debe a que fue costeada por el oidor del rey, Pero Díaz de Toledo, señor de Olmedilla (señorío ubicado en la actual provincia de Cuenca). Poco, muy poco, encontrará el lector en la historiografía complutense sobre este personaje. Tuvo que ser, como en tantas otras ocasiones, un hispanista, Nicholas G. Round, el que en su tesis doctoral, leída en 1966, nos desveló la importancia de este personaje. Posteriormente, en 1991, José Luis Herrero Prado volvió a ocuparse de él, considerándole un “personaje de capital importancia para estudiar y conocer el humanismo castellano del siglo XV”.
Díaz de Toledo nació hacia 1410, quizás en Alcalá, en el seno de una familia de judíos conversos. Su abuela, María de Toledo, era madre del relator, secretario y consejero de Juan II de Castilla, Fernando Díaz de Toledo. Esta es la razón por la que en algunos textos se habla de la capilla del oidor o del relator, cuando se trata de cargos muy distintos. Hijo de Fernando, seguramente ilegítimo, fue Pero de Toledo y Ovalle, que llegó a ocupar la silla episcopal de Málaga a propuesta de los Reyes Católicos, recién conquistada la ciudad, con el que también ha venido siendo confundido por algunos autores, atribuyendo a éste las obras del oidor. Ambos Pedros, por tanto, eran primos hermanos.
Su familia mantuvo muy buenas relaciones con el rey. Su casa palacio se situaba en la calle de Cerrajeros, en las casas que mucho después pasarían a ser de doña Luisa Bravo de Guzmán, marquesa de Lanzarote. Se da la circunstancia de que en septiembre de 1422 enfermó el arzobispo Sancho Rojas y el rey Juan II, aconsejado por sus médicos, se alojó en el palacio familiar.
De Pedro Díaz de Toledo sabemos que en 1430 cursaba estudios en la Universidad de Valladolid, pasando posteriormente a la de Lérida, donde se doctoró en derecho civil y canónico en 1438. Residiendo en Alcalá, en 1440 fue promovido por su tío, el relator Fernando Díaz de Toledo, para su nombramiento como alcalde mayor de las alzadas (una especie de juez de apelaciones) y al año siguiente oidor de audiencia, un cargo muy bien remunerado. Los oidores constituían un cuerpo de jueces de las reales cancillerías, creado a partir del Ordenamiento de las Cortes de Alcalá de 1348, cuyos miembros actuaban como delegados del rey en la administración de justicia. Por aquel tiempo también fue nombrado refrendario (“El que con autoridad pública refrenda o firma después del superior, algún despacho”).
Díaz de Toledo no se limitó a ejercer su oficio como juez, sino que fue un importante humanista, considerado por sus contemporáneos como “ducho en las Artes Liberales”. Fue elegido por Juan II para redactar algunos textos destinados a la educación del príncipe, el que luego sería Enrique IV. Entre 1442 y 1446 tradujo y glosó por encargo del monarca los “Proverbios” de Pseudo-Séneca. La popularidad de esta obra fue tal que tras la primera de Zamora de 1482, alcanzó cuarenta ediciones.
Sabemos que frecuentó la casa y biblioteca del poeta don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, formando parte del selecto círculo de escritores, traductores e intelectuales que le rodeaba. De la consideración que le tuvo el marqués da fe el trato que recibe en el codicilo de su testamento. Dedicó al marqués su traducción del “Axíoco” del pseudo-Platón. También traduce para él el “Ion” y el “Fedro” de Platón. Muerto el marqués de Santillana a fines de marzo de 1458 y seguramente ya bajo el patronazgo del conde de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, escribe el “Diálogo y razonamiento en la muerte del marqués de Santillana”.
Entre sus obras destacan la traducción del diálogo “Fedón” de Platón y unas “Glosas” a los “Proverbios” del marqués de Santillana. Pero su obra de más estima es jurídica, el “Enchiridion”, escrita en latín, que le llevó toda su vida y permanece inédita. Se trata de un amplísimo, minucioso y preciso diccionario de conceptos jurídicos de derecho civil y canónico.
En 1453 formó parte del consejo de doce doctores en el proceso seguido contra el valido Álvaro de Luna, ejecutado en Valladolid. Todavía en 1454 sirvió al nuevo rey Enrique IV en una delegación de paz con Navarra, pero por poco tiempo; se hizo ciudadano de Guadalajara y sufrió los ataques del mencionado rey cuando hacia 1460 este se dirigió contra la casa de Santillana, lo que evidencia que ya se había inclinado por la causa del futuro rey usurpador Alfonso el Inocente, proclamado tras la farsa de Ávila. Cuando las tropas del rey entran en Guadalajara fijará su residencia en el palacio de la familia en Alcalá de Henares. En un documento de 1459 ya figura con el título de “señor de Olmedilla” y es citado como “honrado doctor”.
En los últimos años de su vida estuvo al servicio del belicoso arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo de Acuña y escribió las “Glosas a la Exclamaçión e Querella de la Gouernaçión”. Falleció en 1466, siendo sepultado en la capilla que mandó erigir aneja a la parroquia de Santa María y que desde entonces se conoce popularmente como del Oidor. Sus restos reposan con los de su esposa María de Ávila y los de su hijo Francisco de Olmedilla, que fallecerá en 1529. Aunque algunos la consideran anterior, no hay duda de que fue fundada fue Pero Díaz de Toledo, tal y como reza en la inscripción en caracteres góticos que corona la yesería y que hoy ha desaparecido en parte: “EN EL NOMBRE DE DIOS ET DE LA GLORIOSA VIRGEN SANCTA MARÍA SU MADRE ET DE LOS APOSTÓLES SAN PEDRO ET SAN PABLO MANDO FACER ESTA CAPILLA EL DOCTOR PEDRO DÍAZ DE TOLEDO OIDOR E RREFRENDARIO DEL RREY NRO SEÑOR…”
Las tres esculturas yacentes sufrieron diferentes avatares ya desde el siglo XIX, quedando cerrada y abandonado el recinto hasta su restauración en 1905. El incendio de julio de 1939 destruyó en parte la capilla. Reconstruida en 1947, sólo ha llegado hasta nuestros días una de las esculturas, fragmentada y muy deteriorada. Convertida en sala de exposiciones en los tiempos de la Fundación Colegio del Rey, se decidió ocultarla con una estructura de madera. Nada queda de la lápida sepulcral con la inscripción funeraria. Aunque sabemos por Portilla que su epitafio rezaba: “Hic situs est Petrvs Diaz de Olmedilla, vir patritii generis, Iuris Civilis Doctor, & Ioannis Castellae Regis Consiliarius, simul cum Maria de Avila, conjuge probissima, atque horum Filius Franciscvs de Olmedilla, Iuris quoque Civilis Doctor, & piorum Sacrorum quae hic cotidie aguntur, institutor. Obiit Pater An. Dom. MCCCCLXVI. Obiit filius An. Dom. MDXXIX”.
En la capilla de Santiago de la parroquia de Santa María también fue sepultada su abuela, doña María de Toledo, fallecida en 1431, a cuyo entierro asistió el mismo rey Juan II, acompañado del arzobispo de Toledo Juan Martínez de Contreras. También en ese mismo espacio yacen su esposo, Pero González y su hijo, el ya mencionado relator Fernando Díaz de Toledo, que falleció en 1457 y del que sabemos que tuvo su casa palacio en la antigua calle de la Justa.
Magnifico retrato del Oidor don Pedro Diaz de Toledo. Breve , documentado y ameno.
Gracias, Vicente. Un cordial saludo.
Gracias a Vicente Sánchez Moltó ya no preguntaré ¿Que coño es un oidor? Muy interesante y bien explicado.