Los huertos urbanos en la Isla del Colegio, abandonados por el coronavirus

• No se entiende por qué los ciudadanos podían ir de uno en uno al supermercado, pero no podían ir en soledad a su huerto particular.

Fotos de Ricardo Espinosa Ibeas para ALCALÁ HOY

En la gestión de la crisis del coronavirus los huertos han tenido un papel protagonista. Ayuntamientos de algunos pueblos de la comarca de Alcalá ya emiten desde hace días las autorizaciones a sus vecinos empadronados para poder realizar desplazamientos a los huertos que habitualmente siembran.

Hay que recordar que el Real Decreto 463/2020 autoriza en su artículo 7.1 la circulación por las vias de uso público tanto para la adquisición de alimentos y productos de primera necesidad como para aquellas actividades producidas por causa mayor o situación de necesidad.

De tal modo que el desplazamiento a huertos u otras explotaciones agrícolas que no tengan la consideración de actividad de naturaleza laboral, profesional o empresarial, que con carácter general no se encuentra autorizado, podrá realizarse cuando el cuidado o recolección de huertos de autoconsumo en atención a la situación socioeconómica del interesado resulte imprescindible para atender a su susbsistencia con la recogida de frutos y productos alimentarios destinados a consumo o apoyo de la economía familiar.

En la ciudad complutense los huertos más populares son los que puso en marcha hace casi tres años la Plataforma para la Agricultura Urbana y Social de Alcalá de Henares (PAUSAH) en la Isla del Colegio, un parque que actualmente está cerrado y no permite el acceso a estos huertos urbanos, cuyo panorama es muy distinto al que tenía un año después de ponerse en marcha el proyecto, tal y como mostró ALCALÁ HOY.

Desde PAUSAH siempre se ha defendido los beneficios que la agricultura urbana aporta a nuestra ciudad y sus gentes, pues favorece el desarrollo de redes de producción y consumo de alimentos.

Hortelanos españoles criticaron que la declaración del estado de alarma impidiese al principio poder cultivar unos surcos para obtener lechugas, patatas, tomates, puerros o cebolletas para el consumo propio, sin reparar en esas miles de familias que se abastecen habitualmente de los huertos y huertas que cultivan para su consumo, y lo hacen sin ser agricultores profesionales.

No se entendía por qué los ciudadanos podían ir de uno en uno al supermercado, pero no podían ir en soledad a su huerto particular. También se preguntaron si existía discriminación o no entre los agricultores profesionales, que sí podían trabajar sus tierras, y los que, por no ser agricultores, o dejan de serlo tras la jubilación, no podían realizar idénticas labores en sus huertos, respetando todos las mismas medidas de seguridad sanitaria.

Y han reivindicado todas las funciones que siguen prestando los huertos urbanos y rurales, pues son mucho más que una actividad económica de subsistencia, más necesaria que nunca en los meses que se avecinan.

Las personas que cuidan los huertos, por pequeños que sean, tienen un aliciente, un estímulo que anima todos los días a hacer un ejercicio físico en la naturaleza de un valor incalculable, mayor cuanta más edad tenga la persona a cargo del huerto.

Muchos de ellos afirmaron que es una irresponsabilidad no permitir que se puedan trabajar los huertos incluso en aquellos pueblos o ciudades en los que hay supermercado.

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