- María José Carrasco, que necesitaba a su marido para todo, llevaba meses esperando a que se aprobara la ley de la eutanasia
La sociedad avanza mucho más rápida que los políticos y este jueves se ha puesto, de nuevo, de manifiesto. Ángel Hernández, un jubilado madrileño que estaba harto de ver a María José Carrasco, su compañera durante 25 años, sufrir, perder su autonomía y ser reducida, en contra de su voluntad, a casi la vida de un mueble, que es movido de la cama al sofá, decidió el miércoles ayudar a su esposa a cumplir su mayor deseo: morir. Ángel no se ocultó, como han hecho otras personas que han ayudado a enfermos postrados y graves a abandonar la vida, por miedo a ser procesados. En un vídeo se ve como suministra la sustancia letal a María José y además explica que su esposa se lo ha pedido “muchas veces” pero él “confiaba en que se aprobara la eutanasia pero, visto lo visto…”
El consentimiento
No se sabe si María José sufrió al morir. No sé ve en el vídeo, adelantado por Cuatro y Telecinco. Lo que sí se aprecia es que ella da su consentimiento y pese a ello, Ángel fue detenido este jueves ha pasado a disposición judicial. El Código Penal castiga con entre dos y diez años de prisión a quien “coopere con los actos necesarios al suicidio de una persona”, pero rebaja uno o dos grados la pena inferior si hay petición expresa de la víctima y esta padece una enfermedad grave. En el caso de suicidio asistido más conocido, el de Ramón Sampedro, ni su compañera, Ramona Maneiro, ni las otras 11 personas que le ayudaron a morir, fueron encausados. Urdieron una trama para intentar dificultar su procesamiento. Pero no es el caso de Ángel, que ha confesado los hechos, ni el de Ignacio Sánchez Olsaso, condeando a dos años por ayudar a su madre a suicidarse.
La carta
Ángel escribió una carta, fechada el 10 de marzo, que la asociación Derecho a Morir Dignamente remitió este jueves a los medios. En ella cuenta que a María José le diagnosticaron la enfermedad en 1989, cuando tenía 32 años. En estos momentos, padecía una discapacidad del 82%, con incontinencia vesical y, en ocasiones rectal, que hacía que precisara de terceras personas para asearse o alimentarse.
En su carta, Ángel explica que María José recibía cuidados paliativos y “de buena calidad” pero insiste que tiene que existir “el derecho al suicidio asistido”. Asimismo, se dirige a los “negacionistas” con la eutanasia y les pide que sean conscientes del “dolor que ocasionan a todos aquellos que como María José y su familia sufren por su actitud”.