Seamos realistas, pidamos lo imposible | Por Santiago López Legarda

A cuatro semanas de la cita con las urnas, van quedando claras algunas cosas. En primer lugar, vamos a echar mucho de menos aquel denostado bipartidismo de las décadas pasadas. En segundo lugar, la estatura política de Pedro Sánchez, gracias a la incompetencia absoluta de sus rivales, va a crecer hasta convertirlo en un estadista de dimensiones históricas.

Foto: El presidente de España, Pedro Sánchez. (Reuters) El presidente de España, Pedro Sánchez. (Reuters)
  • El 28 de abril abriremos un nuevo ciclo, pero para entonces la gran mayoría estará más preocupada por el tiempo durante el puente del Primero de Mayo que por la aritmética parlamentaria que alumbren las urnas.

 

  • Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.

Pedro Sánchez, el día de la moción de censura, en junio (i) y hace unos días, en Bruselas. GTRES / REUTERS

Ahí tienen al hombre del no es no, con los efectos devastadores del poder notándose ya en su rostro, camino de conseguir en el Senado una mayoría como no recuerdan los socialistas desde los tiempos de Felipe González. Y en el Congreso va disponer de una mayoría relativa comparable a la que tuvo Rajoy en esta legislatura, un resultado mucho mejor que el conseguido por Rubalcaba o los conseguidos por él mismo en las elecciones de 2015 y 2016. Larga vida, pues, a este PSOE que hunde sus raíces en la historia de España como una majestuosa encina de las dehesas extremeñas y al que los hados, contra todo pronóstico,  han venido a visitar.

Pedro Sánchez | EFE

La fortuna es para quien la busca. Y Sánchez tuvo el coraje y la fe ciega en sí mismo necesarios para lanzarse a una búsqueda que a muchos nos parecía un loco empeño quijotesco. Yo solo me atrevería a recomendarle un par de cosas, pero quién soy yo (osado e indocumentado escribidor) para recomendar nada a nadie. Primera recomendación: las cuentas públicas. Las necesidades sociales (y también las exigencias, no siempre basadas en necesidades) desbordan por los cuatro costados la capacidad recaudatoria del Estado. De ahí viene esa deuda pública de más de un billón de euros, que de momento estamos financiando a un coste más que razonable. Pero las cosas pueden cambiar con la misma rapidez que el tiempo en las montañas. Sánchez está recurriendo al gasto público como palanca para movilizar a sus votantes y el programa que ha anunciado se resume en más gasto público, pero gastar es fácil y recaudar es muy difícil. Y si al final aparece un cierto descontrol de las finanzas públicas, el pato lo van a pagar los pobres y no los ricos y acomodados.

Segunda recomendación: Cataluña. Sánchez ni lo menciona en su programa, pero el desafío secesionista es la mayor desgracia sufrida por España en lo que llevamos de siglo. Hasta los más acérrimos simpatizantes socialistas se sienten incómodos con la blandenguería de Sánchez y  sus adláteres frente a los independentistas. No vendría nada mal un compromiso solemne de que no hay nada que dialogar ni negociar con ellos mientras no se avengan a respetar el marco constitucional y estatutario.

El pacto constitucional: he ahí una fuente inagotable de inspiración para políticos que han perdido el norte. Porque Rivera debería dedicar un par de tardes a reflexionar sobre si lo suyo, con la inaudita exclusión de los socialistas como socios posibles, es locura o desesperación. Y Casado, que lleva al hijo de Adolfo Suárez de número dos por Madrid, también debería dedicar un par de tardes a pensar qué habría pasado en España si todos los políticos que venían de jurar los principios fundamentales del Movimiento se hubieran mantenido en sus trece y los políticos de la izquierda hubieran hecho otro tanto. Qué habría pasado, mejor no imaginarlo.

En la gala de la 30ª edición de los Premios Goya, en el hotel Marriott Auditórium de Madrid. (EFE)

Quienes se sienten preocupados por el escenario de inestabilidad o desgobierno que se ve venir han pedido un acuerdo de fondo entre estas tres fuerzas políticas. Pero yo no excluiría  de ese pacto, sin duda imprescindible, a las chicas (perdonen si solo les hablo en femenino) de Podemos. Entre otras cosas porque ya no las veo con ánimo de ir por ahí rompiendo candados y todas hemos podido comprobar con qué garbo pisan la moqueta y el green, green grass at home, como cantaba el inigualable Tom Jones. Así que apelando al espíritu de concordia y consenso que presidió nuestros años más fructíferos, quizá no sea demasiado pedir que los vetos se reserven para aquellas fuerzas políticas cuya intención manifiesta es destruir el marco de convivencia democrática que los españoles aprobaron en 1978 por una mayoría cercana al 90 por ciento.

Aunque el consenso en torno a nuestra Constitución es hoy  inferior al de entonces, sigue habiendo una gran mayoría de ciudadanos que juzgarían muy negativo para España un Gobierno apoyado por PP, Ciudadanos y Vox; o bien otro apoyado en la mayoría de la moción de censura, es decir, PSOE, Podemos e independentistas. Ojalá no sea esa la aritmética que salga de las urnas el 28 de abril. Pero si saliera, creo que las cuatro fuerzas constitucionales deberían renunciar al nefasto “no es no” que nos llevó a repetir las elecciones en 2016. Si hay mayoría relativa de PSOE más Podemos, las fuerzas del centro derecha deberían echarse a un lado. Si la mayoría es de PP más Ciudadanos, las fuerzas de izquierda deberían renunciar a poner palos en la rueda. Y en todo caso, a los enemigos de la Constitución y la democracia ni agua. Lo dicho, seamos realistas, pidamos lo imposible.

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