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Probablemente vamos hacia otra legislatura inestable y hasta es posible una repetición de las elecciones, tal como ocurrió en la anterior ocasión.
- Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.
Una de las cosas más llamativas, y en cierto modo deprimentes, de la precampaña recién comenzada es esa promesa tan solemne de no pactar en ningún caso con el Partido Socialista aprobada unánimemente por la dirección de Ciudadanos. Unanimidad que nos hace preguntarnos si en el partido naranja funcionan el debate y la democracia interna o se dice amén a las propuestas del líder máximo. Unanimidad que viene a confirmar las sospechas de muchos sobre los dos movimientos que se dan en este partido: uno de rotación en torno al ombligo del señor Rivera y otro de traslación hacia no se sabe dónde.
Ahora resulta que el hombre que vino a pregonarnos, con machacona insistencia, que en España se había acabado el tiempo de los “rojos” y los “azules”, o sea, el bipartidismo, se dispone a asaltar los cielos ( o más modestamente pasear por los jardines de La Moncloa) con el apoyo de toda la gama de “azules”: desde el celeste de la gaviota ( o charrán) hasta el azul oscuro casi negro de la derecha más extrema. Es como de risa ¿no?
La apuesta política de Rivera parece diáfana: obtener la mayoría relativa dentro del campo de la derecha y el centro derecha para después negociar con el Partido Popular un Ejecutivo que estaría apoyado desde fuera por las dos o tres decenas de diputados de Vox que anuncian las encuestas. Lo puede conseguir, favorecido por la irrupción de una extrema derecha que es, en términos de voto popular, una escisión del PP. Pero también puede quedarse a las puertas y verse relegado a un papel secundario frente a los de Casado, porque ya pasaron o se olvidaron los tiempos aquellos en que Ciudadanos parecía la opción más lógica para millones de antiguos votantes del PP abrumados por los casos incesantes de corrupción. Y por otra parte, hay votantes moderados, genuinos centristas que no van a comprender fácilmente ese veto anticipado a un partido que ha sido la columna vertebral de la política española durante las últimas décadas.
El líder de Ciudadanos va al ataque con todo, como dicen los comentaristas deportivos. Con Inés Arrimadas de cabeza de lista por Barcelona y con la agenda nacional desplazando de la escena a la agenda social. Casi con toda seguridad asistiremos a un compromiso solemne de no indultar a los presuntos culpables del Procés, y se le exigirá a Sánchez en los mítines y en los debates, si es que los hay, un compromiso similar. Una posición doblemente arriesgada, en primer lugar porque da por supuesto que el Supremo empapelará a fondo a los acusados, cosa que todavía está por verse; y en segundo lugar porque descarta una prerrogativa del Gobierno, el indulto, que puede venir como agua de mayo para pacificar los ánimos encrespados. Mejor sería dejar que la justicia haga su trabajo y ya hablaremos cuando haya sentencia.
¿Puede el Partido Socialista contrarrestar suficientemente esta agenda nacional basada en los sentimientos agraviados y en el amor a las banderas con su agenda social, en la que brilla con luz propia la espectacular subida del Salario Mínimo? Puede, pero será a costa de la caída de Podemos. De modo que Sánchez tiene muchas posibilidades de encontrarse al frente de la primera fuerza parlamentaria, lo cual en sí mismo ya es un éxito notable, pero con muchas posibilidades también de no tener margen de maniobra para formar Gobierno, como le pasó a Susana Díaz en Andalucía. Y ojo, porque antes de la cita con las urnas vamos a conocer datos sobre la evolución del empleo y la derecha mediática, política y sociológica se va a lanzar en picado sobre esos datos para recordarnos que la subida del SMI decretada por Sánchez está causando la destrucción de miles de puestos de trabajo.