Cuando el hacha cayó sobre nosotros | Por Santiago López Legarda

¿Cuál es el porcentaje adecuado de impuestos? He ahí la madre del cordero. Yo no lo sé, desde luego, pero sí sé que aquellos países en los que la civilización ha alcanzado un mayor grado de desarrollo, países a los que tanto desearíamos parecernos, son aquellos que tienen un mayor grado de presión fiscal.

A la izquierda, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de Podemos, Pablo Iglesias FERNANDO CALVO AP

 

  • Santiago López Legarda es un periodista alcalaino que ha ejercido en diferentes medios nacionales.

Soy nada más que un poeta: os amo a todos/ando errante por el mundo que amo/yo no vengo a resolver nada: quiero que venga conmigo el minero,/el abogado, el marinero,/el fabricante de muñecas,/ que entremos al cine y salgamos/ a beber el vino más rojo.

Recordé el poema Que despierte el leñador, del gran Neruda, cuando oí hablar a los representantes de la derecha española sobre el “hachazo” fiscal presuntamente perpetrado por el Gobierno Sánchez y Podemos. Rivera habló en el Congreso de “sablazo insoportable” a los autónomos y después Casado, que parece no haber superado su etapa de estudiante copión, se fue a Bruselas en plan acusica y chivato. También recordé lo dicho por Oliver Wendell Holmes, uno de los jueces más brillantes que ha tenido el Tribunal Supremo de los Estados Unidos: los impuestos son el precio que pagamos por disfrutar de la civilización.

¿Cuál es el porcentaje adecuado de impuestos? He ahí la madre del cordero. Yo no lo sé, desde luego, pero sí sé que aquellos países en los que la civilización ha alcanzado un mayor grado de desarrollo, países a los que tanto desearíamos parecernos, son aquellos que tienen un mayor grado de presión fiscal. Empezando por nuestra vecina Francia, que recauda cada año un 47% de su PIB, doce puntos más de lo que recaudamos al sur de los Pirineos. Bien es cierto que con el gasto público, tanto allí como aquí, nos comportamos como los muy cafeteros: nunca tenemos bastante. Y de esa atracción fatal por el gasto, tanto allí como aquí, nace una deuda pública que deberíamos reducir y que supera el 100% del PIB.

Pero vayamos a algunos de los números anunciados por el Ejecutivo socialista y sus aliados de Podemos. Uno de los que tienen más posibilidades de ir al BOE es el Salario Mínimo Interprofesional de 900 euros mensuales o 12600 anuales. En realidad, es un pequeño avance sobre lo que ya tenían pactado los sindicatos con el Gobierno de Rajoy: subir el SMI a 850 euros en 2020. Con dicha subida, la base mínima de cotización a la Seguridad Social pasaría de los 858 Euros actuales a los 1050 en 2019. Pero la base mínima de los autónomos se eleva este año a 932 euros. La subida representaría para quienes trabajan por su cuenta unos 35 euros mensuales, que lógicamente se convertirían en mejores prestaciones futuras. ¿Es eso un sablazo, como dijo el indignado Rivera en el Congreso?

También podría aprobarse, aunque de esto el Gobierno y Podemos prefieren hablar lo menos posible, la equiparación de los impuestos que gravan el gasóleo y la gasolina. En realidad lo chocante es que no se hayan equiparado desde hace mucho tiempo, aunque respetando siempre el trato preferencial para transportistas y agricultores. Bien, son 10 céntimos de diferencia por litro, de modo que para un conductor de coche diésel que haga 20.000 kilómetros al año el coste adicional vendría a ser de unos 140 euros anuales. ¿Es eso un hachazo insoportable? A lo mejor sí en un país que a veces hace colas para comprar barras de pan a 25 céntimos aun a sabiendas de que le van a vender una bazofia.

La subida del IRPF para los contribuyentes de rentas altas. Al igual que la anterior, es posible que vea la luz, pero también que quede en agua de borrajas, porque Sánchez y sus aliados siguen sin tener mayoría suficiente para aprobar los Presupuestos en el Parlamento. Pero en todo caso afectaría a una minoría muy minoritaria de contribuyentes acomodados y serían unos 1200 euros más al año para alguien que gane 120000. No parece que sea una cosa inasumible si queremos seguir acortando distancias con los países más civilizados del mundo.

El mayor problema que presentan estas subidas de impuestos es que van acompañadas de un incremento del gasto que posiblemente será aún mayor. Y gastar es más fácil que recaudar, de modo que seguiremos sin grandes avances en el objetivo de reducir la deuda pública, que debería ser prioritario. Véase lo que le va a pasar a Italia, y de refilón a nosotros, si el Gobierno de los antisistema sigue pisoteando los papeles que le envía Bruselas. Así que sí, deberíamos estar dispuestos a pagar un poco más y recibir lo mismo o quizá un poco menos. Es el precio de la civilización, queridos lectores, y los fanáticos de la bajada de impuestos deberían explicarnos si lo que les pasa en realidad es que  sienten nostalgia por el mundo de las cavernas.

 

 

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1 Comentario

  1. Hay dos cosas que me revientan cuando se habla de “subir o bajar” impuestos.

    1) Que no se diga “a quién” se le suben o bajan. No tiene nada que ver subir impuestos a los asalariados, a los autónomos, a empresas pequeñas, grandes o a especuladores. Por ejemplo, se podría bajar impuestos a obreros y autónomos y aún así aumentar la recaudación, no ya subiendo, sólo haciendo que los beneficios empresariales y los grandes capitales paguen impuestos igual que el resto de gente. Y no digamos si metemos impuestos a la especulación, tipo Tasa Tobin.

    2) Que no se diga que el gasto público en España es bastante bajo, menor que la media europea. Que si tenemos una deuda monstruosa es básicamente por el pastizal que el gobierno dio a los bancos para “rescatarlos” de la crisis del 2008. No porque gastemos mucho en sanidad, educación o ayudas a inmigrantes.

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