Cruzarte con un vecino y sonreírle, coincidir con un compañero de trabajo en la cola del cine e ir a saludarlo, ver a tu pareja a lo lejos y salir corriendo a sus brazos …
Estas acciones te parecen de lo más normal, ¿verdad? pues déjame decirte que para muchas personas no lo son. ¿Has oído hablar alguna vez de la prosopagnosia?, si no lo has hecho no te preocupes ya que se trata de una enfermedad rara de la que muy poco se ha hablado. En la actualidad se calcula que afecta al 2,5% de la población y desde hace unos años se ha hecho más conocida a raíz de la confesión del actor Brad Pitt en una entrevista publicada en el año 2013 en la que revela que padece esta enfermedad, que consiste en la imposibilidad de reconocer los rostros de las personas.
¿Te imaginas cómo sería despertarte cada día y no reconocer el rostro de tu pareja?, ¿cómo sería salir a la calle y cruzarte con tu mejor amigo y no reconocerlo?, ¿qué tus compañeros de trabajo sean perfectos desconocidos?
La prosopagnosia o ‘ceguera facial’ impide recordar las caras conocidas porque el cerebro no es capaz de interpretar la información que recibe a través de la vista. El término proviene del griego prosopon (cara) y agnosia (ausencia de conocimientos), fue acuñado en 1947 por el médico Joachim Bodamer y forma parte de un grupo de trastornos del conocimiento, llamados agnosias y vinculados a los sentidos.
Este trastorno es en realidad una especie de desconexión entre la vista y el cerebro, los ojos funcionan correctamente y son capaces de ver las distintas partes que componen un rostro –boca, nariz, ojos, pelo – y que son las características que nos permiten recordarlo, pero el cerebro se muestra incapaz de interpretar la información que recibe a través del sentido de la vista, e impide que el sujeto reconozca a otras personas. En los estados más graves de la enfermedad, el afectado es incapaz de reconocerse así mismo en el espejo o en una fotografía.
La prosopagnosia se localiza en el área temporo-occipital del cerebro y es más frecuente cuando la lesión está en el lado derecho del cerebro. El trastorno en sí puede ser congénito, (que es muy poco frecuente), o adquirido, a consecuencia de un accidente, un traumatismo craneal, un derrame cerebral o una enfermedad neurodegenerativa.
Los afectados aprenden técnicas para reconocer a otros individuos como por ejemplo a través del tono de su voz, el olor, o características como un bigote, una cicatriz o un lunar.
Aunque en la actualidad no existe un tratamiento, la Universidad de Harvard tiene un centro dedicado a su estudio.
Laura Pérez, Responsable de Comunicación de AB Minerva Psicólogos