- David Cobo. Coportavoz Asamblea Izquierda Unida Alcalá de Henares
A la justicia se la representa alegóricamente como una mujer que sostiene una balanza en una mano, una espada en la otra y, desde el siglo XV, con los ojos vendados. El hecho de privarla de la visión significa que “La justicia no mira a las personas sino a los hechos”. En los días que vivimos, en esta España nuestra gobernada por la troika, la supuesta ceguera de la justicia es tan poco creíble como la falta de entendederas de la infanta Cristina. Pero no es la sentencia a la hermana de Felipe de Borbón lo que me ocupa, sino el juicio moral que el colectivo hacemos sobre lo que nos rodea. ¿Todas las leyes son justas? ¿Sabemos diferenciar entre ley y justicia?
Según la teoría de Kohlberg existen tres niveles de desarrollo moral:
- Nivel preconvencional: No se sabe diferenciar entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, simplemente se hace una cosa u otra en función de si las consecuencias son de recompensa o castigo.
- Nivel convencional: Lo justo es lo que marca la ley, respetar a la autoridad y orden social establecido. La actitud no es sólo de conformidad, sino de lealtad, apoyo activo y justificación de las acciones de la autoridad y del orden social existente.
- Nivel posconvencional: Es en este nivel se diferencia claramente entre ley y justicia, abriéndose la posibilidad de tomar acción para cambiar la ley cuando se considera que esta no es justa. Lo justo se define por la posición ética tomada en conciencia. Principios universales de justicia, igualdad de los derechos humanos y respeto por la dignidad de los seres humanos como individuos.
Según el propio Kohlberg la mayoría de las personas actúan según el nivel convencional, evitan actuar contra las decisiones de la autoridad, ya sea por convicción o por temor a ser castigado. Es, por lo tanto, una minoría de personas las que aplican en todas las facetas de su vida el nivel posconvencional, los que tratan de cambiar las leyes injustas, es a ese comportamiento minoritario al que debemos las conquistas sociales. Gracias a unos pocos que, en un momento determinado de la historia, se expusieron para enseñar el camino a una mayoría silenciosa o silenciada.
Luchando por su libertad un ejército de esclavos, liderados por un tal Espartaco, llegó a poner en jaque al Imperio Romano. El final fue trágico y tras la derrota de su ejército todos los supervivientes, incluido posiblemente él, fueron crucificados. No sería de extrañar que algún campesino, al pasar junto al dantesco paisaje de hombres clavados en cruces murmurase: “Algo habrán hecho”.
Sí, “algo habrán hecho” para tratar de justificar el castigo, para no empatizar con los condenados, para disculpar la propia cobardía.
“Algo habrán hecho” es una expresión que se hizo asquerosamente popular en Argentina, durante la dictadura militar, en la época de las detenciones, torturas y desapariciones.
“Algo habrán hecho” ha resonado, mezquino y hueco, a lo largo de la historia: cuando las primeras mujeres sufragistas eran detenidas por manifestar su derecho al voto, cuando los campesinos, marinos y obreros eran reprimidos al exigir pan, trabajo y techo.
Hoy, aquí en España, también se dice esa sórdida expresión, “algo habrán hecho”, propia de un nivel convencional de desarrollo moral según Kohlberg, para hablar de aquellos que son sancionados, despedidos o sufren mobbing laboral por tratar de hacer valer los derechos recogidos en su convenio, por negarse a trabajar sin condiciones de seguridad, por ejercer su derecho a huelga, por acogerse a una reducción de jornada o exigir el pago de las horas extra que le obligaron a realizar.
Desde las tinieblas de la condición humana, desde las cloacas del gobierno corrupto que parió la Ley Mordaza, se multa, enjuicia, condena y encarcela a activistas y trabajadores por defender derechos sociales y laborales. “Algo habrán hecho” se dice o se piensa, para justificar su situación, arrinconar su recuerdo y cubrirlos de olvido.
De vez en cuando, como este 1 de marzo, nos llega la feliz noticia de la sentencia absolutoria a compañeros a los que se les pedía años de cárcel; este es el caso de ‘los 5 del Buero’, los cinco profesores y activistas alcarreños de la Marea Verde. Igual de inolvidable alegría con la absolución de ‘los 8 de Airbus’, trabajadores acusados por ejercer el derecho a huelga. Pero siguen siendo muchos los encarcelados y los que esperan juicios por defender la justicia social. Muchos los calumniados, porque al enfangar su imagen y honor no sólo están tirando por tierra su buen nombre, sino que están deslegitimando su lucha y enturbiando su justa reivindicación.
En este país nuestro donde un gol tiene más repercusión que cien despidos, donde el integrismo se publicita en autobuses, de cajas B, sentencias black, condes, infantas y justicia prostituida, pero país también de gente solidaria y luchadora, me veo obligado a clamar por la absolución para Jesús, Elena, Nani, Chema, para todos los activistas de la PAH procesados por defender el derecho a techo, a todos los sindicalistas por defender el derecho al trabajo, a ‘los 10 de Zaragoza’ por manifestarse contra el racismo, homofobia y xenofobia… Libertad para Andrés Bódalo, Nahuel, Alfon. “Algo habrán hecho”, alguno dirá. Sí, lo hicieron. Diferenciaron entre Ley y Justicia para ponerse del lado de esta última, dando un paso al frente con coherencia, con valentía, con ejemplaridad.
“Que los barrotes de las celdas
se vuelvan de azúcar o se curven de piedad,
y mis hermanos puedan hacer de nuevo
el amor y la revolución.”
Mario Benedetti
David Cobo. Coportavoz Asamblea Izquierda Unida Alcalá de Henares