El “tamayazo” en el Comité Federal del PsoE y mi tía Milagros

"El PsoE de mi tía Milagros murió hace muchos años. Nunca tuve la sensación de conocerle. Siempre me pareció otra cosa. Como un local que cambia de dueño y negocio, pero por inconfesables razones conserva el letrero de la fachada"."Sí, detesto a ese PsoE, de la misma forma que respeto y admiro a los clandestinos del partido del yunque, el libro, el tintero y la pluma. A los que les indigna ver la rosa sin su puño. A los que, tras ser golpeados por el frío desengaño, aun conservan la sana intención de construir socialismo".

La tía Milagros se enfadaba viendo películas de vaqueros, decía que siempre ponían a los indios de malos y que en la realidad normalmente fueron ellos los agredidos y agraviados. Decía que las películas americanas querían confundirnos y “vendernos la moto”. Yo era pequeño. Escuchaba. Trataba de comprender. Y seguía viendo la película que me ofrecía una simplista pero emocionante historia sin obligarme a pensar demasiado.

Mi tía Milagros era realmente hermana de mi bisabuela, sería mi tía bisabuela. Era una mujer fuerte, recia, que nos daba largos paseos a mí y mis hermanas en los alrededores de un pequeño pueblo de La Alcarria. Caminando entre encinas y arbustos de romero, espliego y tomillo nos contaba que estuvo en la cárcel de Ventas y en la de Alcalá de Henares. Nos hablaba de la sarna, del hambre, de su condena a muerte y de que las guerras son muy malas. Cuando Fraga salía en la televisión se la encendía la mirada y cambiaba de canal. No hablaba mucho de política, pero si salía el tema decía que ella era del PsoE y, en alguna ocasión, que quería una rosa roja en su tumba.

Ella era una más en una larga lista familiar de encarcelados y desterrados por su militancia en el PsoE y UGT, de la cual personalmente sólo a ella conocí. Falleció hace veinte años y en su tumba estaba la rosa roja que ella requirió.

En cambio, para mí, el PsoE nunca fue mi partido. El encarcelamiento de insumisos, la legalización de las empresas de trabajo temporal, los contratos basura, el sí a la OTAN… y una larga lista de contradicciones que llega hasta hoy, me alejaron del partido de mis mayores. Me fui por distinto derrotero guiado por los versos de Miguel Hernández, Benedetti, Neruda… las canciones de Reincidentes, una temprana lectura del Manifiesto Comunista, y los discursos de un político llamado Julio Anguita, el cual rompía con los buhoneros de promesas y proponía construcción colectiva de algo nuevo.

Tal vez me he acordado de ella, de la tía Milagros, porque es 1 de noviembre, o quizá porque, tal y como ella decía, quieren confundirnos y vendernos la moto.

El avezado tertuliano se esfuerza en mostrarse afectado y expresivo: “Repetir las elecciones por tercera vez habría sido un disparate. Una burla a los españoles y la Constitución”. Entonces, esboza tímidamente el moderador: “¿No había la posibilidad de un pacto que hubiera impedido otros cuatro años de PP en el Gobierno?”. Es en ese momento cuando los ojos del mercenario televisivo salen de sus órbitas para exclamar: “¡Nooo, eso no era posible! Digo que el PsoE debía abstenerse y dejar gobernar al PP”.

¿No era posible? ¿No salían las cuentas para un pacto alternativo?

La mayoría del Congreso son 176 diputados. 85 del PsoE más 71 de Unidos Podemos son 156. Para llegar a la mayoría habría sido preciso el apoyo o abstención de los 9 de ERC, los 8 de CDC (antigua CIU) y los 5 del PNV que darían un total de 178. ¿Habría sido complicado llegar a ese acuerdo? Veamos lo difícil que era teniendo en cuenta los antecedentes recientes. El PsoE gobernó Cataluña junto con ERC e ICV-EU desde el 2003 al 2010. El PsoE, con Felipe González a la cabeza, llegó a un acuerdo en la investidura de 1993 para conseguir el apoyo CIU y PNV. Un PNV con el que ahora mismo el PsoE está negociando su apoyo en el Gobierno Vasco. No parece un acuerdo tan imposible como nos quieren hacer creer.

Recordé también a mi tía Milagros el 1 de octubre, mientras seguía en los medios el golpe perpetrado en Ferraz a los afiliados de su partido. Fuimos multitud los que, desde posiciones ideológicas muy diversas, estábamos atentos al desenlace de la emboscada.

Entre noticias que presagiaban traición me vino el recuerdo del “Tamayazo”. Aquello fue en el 2003, cuando las Elecciones Autonómicas dieron un resultado que evitaba la llegada de Esperanza Aguirre a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Los 47 diputados del PsoE, más los 9 de Izquierda Unida, superaban a los 56 del PP.

Los banqueros, constructoras, inmobiliarias y especuladores del ladrillo no tenían motivos para celebraciones. Frenar la Ley del Suelo en la Comunidad de Madrid era una de las principales propuestas de Izquierda Unida. Era esta ley la que había convertido a todo el suelo no urbanizado en suelo susceptible de ser urbanizado, con excepción del suelo protegido. Una ley que generó una rápida subida del precio del suelo y que fue responsable, junto a otros factores, de la burbuja inmobiliaria que tanto desempleo generó tras su explosión y del encarecimiento artificial de la vivienda, obligando a las familias trabajadoras a endeudarse de por vida. El dinero nunca duerme y la mafia velaba armas.

El día de la investidura dos diputados del PsoE, Tamayo y Sáez, no se presentaron a votar. Impidieron la investidura de Rafael Simancas (PSOE) y forzaron unas nuevas elecciones donde, esta vez sí, Esperanza Aguirre ganó por mayoría absoluta.

Quiénes y por cuanto compraron a Tamayo y Sáez sigue siendo una incógnita. Qué grandes empresas se han lucrado gracias al gobierno autonómico del PP, no. Esas grandes empresas que han hecho caja con las privatizaciones, con la construcción en suelo público y gestión de colegios y hospitales. En ocasiones, para saber cuál es el asesino basta con preguntar por el beneficiario de la herencia del difunto.

El “Tamayazo” precisó de apoyos en los sótanos del PsoE. Pero el “abstencionazo” surge desde la cúpula de un partido donde el único socialista presente en las reuniones de la Gestora es el recurrente busto de su fundador, Pablo Iglesias.

Felipe González es la correa de transmisión de las grandes empresas con un partido dirigido en la sombra por Susana Díaz, la cual ha aprendido a apuñalar sonriendo para estar en lo alto de la colina.

Una nueva legislatura del PP comienza, y la tragedia no eran unas terceras elecciones ya evitadas, sino la que prosigue mordiendo con altos índices de desempleo y precariedad laboral. La que se sustenta en el desamparo social como política de Estado. La que persiste con recortes preñados de corrupción. La que cicatriza en falso y supura colaboracionismo bipartidista para atar bien atados los intereses de bancos y grandes patronales.

El PsoE de mi tía Milagros murió hace muchos años. Nunca tuve la sensación de conocerle. Siempre me pareció otra cosa. Como un local que cambia de dueño y negocio, pero por inconfesables razones conserva el letrero de la fachada.

Detesto al PsoE que aspira al Gobierno como fin en sí mismo, al que en campaña sólo tiene palabras para los trabajadores y cuando gobierna únicamente tiene oídos para el capital. Y es que esta vez, ni siquiera han sido capaces de esperar a gobernar para traicionar a sus votantes.

Sí, detesto a ese PsoE, de la misma forma que respeto y admiro a los clandestinos del partido del yunque, el libro, el tintero y la pluma. A los que les indigna ver la rosa sin su puño. A los que, tras ser golpeados por el frío desengaño, aun conservan la sana intención de construir socialismo.

David Cobo . Coportavoz de Izquierda Unida Alcalá

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