En ocasiones valoramos la realidad en función de nuestras expectativas. Si estas no se cumplen la sensación es amarga y triste. Precisamos de cierta distancia en el tiempo para valorar en frío lo sucedido, para poder visualizar las equivocaciones, para apreciar los aciertos. Los resultados electorales de Unidos Podemos no han sido los que queríamos, eso es evidente, y debemos valorarlos con toda la objetividad posible.
El ambiente de la campaña fue genial, el mejor que yo he vivido. La ilusión y el entusiasmo estaban presentes en las miradas de todos aquellos que participaron en los repartos de información, pegada de carteles, actos públicos… veníamos de organizaciones diferentes, tal vez no tuvimos el tiempo suficiente para generar una identidad colectiva más fuerte, pero la predisposición de todos fue preciosa. El entender que todos, llamémonos como nos llamemos y vengamos de donde vengamos, hemos llegado hasta aquí para ofrecer lo mejor de nosotros mismos y remar en la misma dirección. Eso nos hace compañeros, sin anillos de compromiso, ni falta que hacen. Las mejores relaciones no se suelen firmar con sangre y, en cualquier caso, van más allá de lo que pueda decir cualquier contrato.
En el colegio Infanta Catalina de Alcalá de Henares un hombre jubilado me miró la credencial de Unidos Podemos colgada al cuello. Se me acercó y me dijo con emoción: “Esta vez ganaremos los trabajadores”. Sólo acerté a decirle, con idéntico sentimiento al por él expresado, un sincero: “Sí, esta vez ganaremos”. Y le dije aquello porque así firmemente lo creía. Pero abrimos las urnas y poco a poco fuimos constatando que las encuestas no se cumplían.
Las noticias anunciaban la victoria de un PP con los hombros cubiertos por la caspa de la corrupción. Nos íbamos enterando de que el PsoE, a pesar de nuevamente sacar el peor resultado de su historia, mantenía el tipo aunque hubiera firmado, hacía escasos meses, un acuerdo con C´s que recogía el 80% del programa del conservador partido naranja, con nuevo abaratamiento del despido incluido.
Aquella noche masticamos derrota y los compañeros nos dábamos el pésame en el Centro Social 13Rosas. Nos acercamos a la Plaza de España a ver los compañeros de Somos, Equo y Podemos, abrazos de ánimo y luto en el ambiente, pero cada vez que alguien marchaba dejaba caer en su despedida un generoso: “Hay que seguir”.
Algunas imágenes de aquella noche me recordaban a la de los futbolistas sobre la hierba tras caer en una final. En el 2001 un equipo con bajo presupuesto llegó a la final de la Copa de la UEFA contra todo pronóstico, me refiero al Deportivo Alavés. El equipo de Vitoria llegó a la final contra el poderoso Liverpool, tras los 90 minutos empataron 4-4. Finalmente ganó el equipo inglés en la prórroga, con el resultado final de 4-5. Los jugadores del Deportivo Alavés estaban consternados, profundamente abatidos.
Tiempo después de la derrota del Deportivo Alavés la visión es muy diferente. Aquel modesto equipo llegó a la final eliminando a clubes de la talla del Inter de Milán. Otros como FC Barcelona, Bayer Leverkusen, Roma, Oporto, Ajax… no pudieron llegar a aquella final. Hoy aquel encuentro, por su calidad, está considerado como uno de los mejores de la historia de la competición y nadie duda del meritorio resultado alcanzado.
Creo que estábamos tan convencidos de la victoria que a Unidos Podemos nos cuesta recomponernos del resultado del 26-J. Por supuesto que hay que hacer autocrítica, seguro que cometimos errores. Sería infantil echar la culpa a los votantes, o decir que nos faltaron un millón de nuestros votos. Los votos no tienen más dueño que la persona que lo ejerce, ya sea votando o absteniéndose. Tal vez no debimos sonreír tanto, puede que pareciéramos algo distinto a lo que somos, al igual que el Deportivo Alavés en aquella final de 2001 utilizó una vestimenta totalmente diferente a la suya.
Tratamos de defender la alegría contra el miedo, la sonrisa contra sus mordiscos, la esperanza contra la resignación. Y puede que fueran tan repetitivos en dibujarnos como temibles que nos creímos que dábamos miedo, y tendimos mil veces la mano a un PsoE que respondía con dentelladas. Quizá hablamos tanto de esperanza que dejamos de mencionar el drama del trabajador sin trabajo, de la familia sin casa, del enfermo sin medicina, del niño que vive bajo el umbral de la pobreza… y explicamos menos de lo debido nuestro programa, las respuestas y soluciones a este calvario social donde el recorte de derechos es política de Estado.
Encendías la radio o el televisor y todo valía como arma arrojadiza. Venezuela, el Brexit, una manifestación en el Congo… he visto un vídeo de un tipo que aseguraba que queríamos robarles sus casas a los agricultores y ganaderos. Una campaña distinta sin lugar a dudas, con el PP llamando a la abstención: ¿Odias a los perros? Nada que objetar, pero por eso tampoco tienes por qué tener gatos. Dicho de otro modo: sigue odiándonos pero no votes a otros, preferimos que tu odio sea silencioso.
Y Pedro Sánchez repitiendo hasta el escozor: “El Sr. Iglesias votó en contra de un gobierno progresista”. Bueno, votamos en contra de una investidura sustentada en un acuerdo que contemplaba el 80% del programa de un partido de derechas llamado C´s. No creo que a eso se le pueda llamar gobierno progresista, ya aceptar que el PsoE lo es representa una indudable muestra de buena voluntad por nuestra parte.
Y a pesar de nuestros errores y de los méritos de otros, más de cinco millones de valientes votaron Unidos Podemos. Más de cinco millones de personas dieron su confianza a la única candidatura que en su programa electoral derogaba las dos últimas reformas laborales y anunciaba elaborar un nuevo Estatuto de los Trabajadores para recuperar derechos laborales robados. Más de cinco millones desoyeron a los telepredicadores del miedo y votaron a los que nos comprometíamos a eliminar desahucios, reducir deudas hipotecarias de las familias, crear un gran parque de vivienda pública en alquiler con las viviendas del banco malo (SAREB). La candidatura que volvería a dotar de presupuesto a la Ley de Dependencia, crearía la Renta Garantizada, que reducía gastos militares y los aumentaba en sanidad y educación. Los que apostamos por las renovables y estamos contra el maltrato animal.
Muchos votasteis a los que queremos derogar la Ley Mordaza, que criminaliza a los movimientos sociales, y las Reformas de las Pensiones, que han aumentado la edad de jubilación y reducido la cuantía de las pensiones. A los que queremos crear banca pública. Subir los impuestos a los que más tienen y bajar el IVA. Disteis vuestro apoyo a los que planteamos derogar la reforma del artículo 135 de la Constitución. A los que consideramos que Justicia y Sanidad deben ser derechos universales. No al TTIP. Subir el salario mínimo, perseguir al fraude y medidas contra paraísos fiscales.
Más de cinco millones de valientes dieron su apoyo a esta candidatura que plantea cuestiones tan temibles como las expuestas. No fueron suficientes y el 26J el PP, encantado de haberse conocido, daba saltos en su sede de la calle Génova, pocos días antes de meter otra vez la mano en la hucha de las pensiones.
Y el caso es que, como nos decíamos en la Plaza de España, hay que seguir. La mayoría de la gente sale adelante como puede y unos pocos viven a todo tren. Hay que seguir organizados, honrados, coherentes, combativos. Porque el 26J no ganamos, pero fuimos muchos y siguen sobrando motivos para salir a la calle.
Os diré que algunos también brindamos la noche del 26J. No para celebrar, jamás para olvidar. Brindamos porque, incluso en esos momentos, sabíamos que nunca nos íbamos a rendir. Estoy convencido de que la oportunidad de cambio se volverá a presentar en breve, porque somos una inmensa minoría que puede tornarse mayoría. Porque cuando se abre los ojos ante la injusticia no resulta fácil apartar la mirada. Porque no basta con poner cubos bajo las goteras, es preciso cambiar el tejado.
Seguiremos en la calle, sonriendo cuando nos dejen y apretando los dientes cuando sea necesario, construyendo identidad colectiva y alternativa a la barbarie.
David Cobo . Coportavoz de Izquierda Unida Alcalá